|Priv| Un encuentro entretenido y desagradable.

por Invitado Sáb Oct 25, 2014 6:01 pm

Había terminado la primera clase del curso más joven en Greenlight, ahora tocaba que Tom usara el salón de dicho curso para aquellas personas que tuvieran las alas o el poder para volar. Esta vendría a ser su primera clase en el nivel inferior, puesto que había iniciado con el tercero y a decir verdad no estaba muy animado con ello. Tenía por sabido que los jóvenes que estaban en este nivel eran muy complicados al estar recién ingresando a este tipo de instituciones, por lo que venía pre-dispuesto a enfadarse más de la cuenta.

Aguardó a que los alumnos salieran al descanso y se aseguró que ninguno estuviera en la sala para poder entrar él, se despidió del anterior maestro con la cortesía que le caracteriza ante sus colegas, más no así con otros personajes. Observó aquel salón, parecía ser más amplio que el de tercer grado y eso le molestó aún más al pensar que podría llenarse de gente ruidosa, agradeció que su materia no fuera obligatoria para todos, por obvias razones. Abrió algunas ventanas dejando que el aire ingresara al interior, la brisa que sentía le calmaba, procuró mantener abierta aquella puerta para mejorar la circulación de aire y solo cuando estuvo satisfecho fue hacia el escritorio donde había dejado sus pertenencias.

Abrió el negro maletín y sacó de allí un libro, tenía tiempo para alcanzar a leer varias páginas y quizás un capítulo entero. Des-aflojó un poco la corbata y dobló las mangas de su camisa a la altura del codo, aquello le otorgó mayor libertad. Como no le gustaba estar sentado, prefirió acercarse a una de las ventanas y aprovechó la tibia brisa para ponerse a leer, apoyó su cuerpo en el marco de esta y bajó la mirada hacia el libro, miró por última vez el la puerta y se dispuso a leer en lo que durase el recreo.

Atuendo:

por Invitado Dom Oct 26, 2014 8:43 am

Había sido una mañana tranquila. Sin incidentes, sin objetos dejando de funcionar a su paso ni máquinas expendedoras regalando dulces cuando se paraba delante suya. Hora tras hora, Keiichiro había podido recordar cuán monótonas solían ser los días de clase antes de que aquel tan mal denominado “don” pusiera su vida patas arriba y prácticamente le echara de su propio país. Y, dioses, cuantísimo había disfrutado.

Seamos sinceros, el muchacho tenía bastante que soportar diariamente: Nuevo instituto, idioma distinto, un uniforme que le quedaba grande incluso en su talla más reducida, aquel demoníaco compañero de habitación que tenía la misma irascibilidad de un animal enjaulado... Su entereza y apariencia de constante tedio no significaba que todo aquello no consiguiera superarle en más de una ocasión. No podía sino ver las ventajas de pasar toda una mañana sin accidentes, sin tener que esquivar objetos con la firme convicción de atacarle. La única venda que había tenido que ponerse aquella mañana, anudada a su muñeca y mano derecha, sólo suponía una medida de precaución para que no se abriera una herida que había conseguido días atrás en la palma de la mano.

Por eso mismo, cuando sonó el timbre que anunciaba el recreo, no pudo culpar a su mala suerte de olvidar su mochila en el aula. De hecho, no se dio cuenta de lo ligero de peso que iba hasta que no llegó a su habitación, donde pensaba cambiar algunos cuadernos para después del descanso. Maldiciendo su mala memoria, salió corriendo de su habitación en camino a la clase. Que no le interesara salir a los repletos patios (pues para muchos todavía era “el nuevo con orejas de gato”, alguien digno de miradas), no quería decir que quisiera perder el único descanso con el que contaba.

Sin embargo, cuando llegó a su destino, el aula no estaba vacía. Conocía pocos profesores que verdaderamente prepararan sus clases, pero ¿estar quince minutos antes? Por lo insólito, era también risible. Durante menos de un segundo, no dijo nada, indeciso. Observó al mayor unos instantes, con ojos entre curiosos y aburridos, con aquella mirada que dedicaba a los miembros de la institución cuando éstos no se percataban de ser vistos. Y no dedujo nada de su aspecto ni posición. Después simplemente entró a la sala.

El sitio en el que se había sentado no estaba demasiado lejos de la entrada y recoger la mochila no tendría, en principio, que distraer al lector. Con aquello en mente se acercó a recoger sus pertenencias y, como no podía ser de otra manera tras un día sin incidentes, nada más coger la mochila, la silla a la que por lo visto estaba enganchada se calló al suelo. Ni que decir tiene que el ruido del golpe contra el suelo fue suficiente para romper con el silencio de la sala.

-Perd-...- dijo al final el felino, mientras todavía trataba de desenganchar la dichosa bolsa de las patas de la silla y antes de que ésta cayera sobre su pie. Después farfulló un improperio en japonés.

[OFF: Perdona por hacer un post tan... Así .-. Si no se ve el diálogo es por el cambio temporal del diseño, si te causa muchos problemas, lo edito]

por Invitado Jue Nov 06, 2014 2:34 pm

Su mirada estuvo perdida en aquel libro, disfrutaba de la lectura casi en cualquier sitio al ser un hombre sin problemas a la hora de concentrarse, esto claro si se adaptaba a su ambiente. En este caso, el profesor se "acostumbró" al breve ruido proveniente del exterior, mezcla de gritos, risas y de la brisa al mecer los árboles, sonidos que no le harían pensar en algo diferente a la narración del texto. La intromisión del sigiloso estudiante al aula no le distrajo de su lectura, no fué lo suficientemente llamativa como para que el profesor le dedicase su atención, pero el ruido que provocó aquel torpe maniobra causó que Tom cerrara el libro con notorio enfado.

Miró fijamente al joven causante de su desagrado, era sin duda un chico muy peculiar y no precisamente por poseer tales rasgos -los cuales en Greenlight era común ver- sino que su rostro y expresión le daban ciertas pistas de cómo era el felino. Se mantuvo en silencio unos momentos mientras se apartó de la ventana y caminó hacia la ubicación ajena, dejó el libro sobre una mesa cualquiera y desde el otro lado de la mesa ayudó a quitarle la silla de encima, dejándola hacia atrás — Debes ser más cuidadoso, podrías haber dado la vuelta y así tomar tus cosas con mayor tranquilidad — dijo aún con molestia en sus palabras, pero no dedicó ningún reproche al contrario por hacerle perder la concentración.

Se apartó unos cuantos pasos de la mesa y se acercó al joven estudiante — Procura no olvidar de esta forma tus cosas, es peligroso e irresponsable, minino — le miró con seriedad poco antes de decirle "minino"ya que al inicio de la palabra sonrió suavemente. No tardó mucho en analizarle físicamente, Tom estaba acostumbrado a escudriñar a otros con la mirada y no temía el ser tan descarado aún con un niño. Regresó en sus pasos y tomó nuevamente el libro, aquel libro se titulaba "Anatomía no humana V", siendo un texto en color amarillo. Aguardó en una postura erguida e incluso altiva, él no era especialmente alto pero si alcanzaba mayor altura que el felino rente a él.

[Lamento mi demora en responder, en cuanto al tono de tu diálogo, no me molesta.]

por Invitado Sáb Nov 15, 2014 8:42 am

De haber entrado dando un portazo a su espalda nada más llegar al aula para después ponerse a gritar, no habría llamado tanto la atención como creyó hacerlo al tirar aquella silla. Un cartel al cuello escrito con luces de neón hubiera sido mucho más sutil.

Aunque el joven pudiera ser borde y cortante con los adultos cuando éstos actuaban como necios (algo que sucedía más veces de lo que a él le gustaría), no por ello quería decir que disfrutara sacándoles de sus casillas. Nunca había sido de los niños que aprovechaban la más mínima distracción de sus maestros para llenarles la nuca de papeles, ni nada por el estilo, y ahora seguía sin serlo. No lo hizo de niño y, de haber sido un poco más cuidadoso, tampoco lo hubiera hecho en aquel momento.

Pero comprendía la molestia del mayor, a él también le habría irritado de estar en su situación. Y de hecho, estaba molesto, pero principalmente por el golpe de la silla en su empeine. -Disculpe, no pretendía molestarle- admitió nada más escuchar sus primeras palabras de reprimenda. Al escuchar su segundo comentario, sin embargo, frunció el ceño con desagrado.

-¿Sabe? Muchos considerarían ofensivo que les llamara “minino”- y no quería incluirse en aquel grupo, pero... Seamos sinceros, al muchacho le molestaba aquello, aquel régimen hipócrita que controlaba los colegios e institutos. Se suponía que él debía tratar de “usted” a los adultos y profesores y éstos a cambio se tomaban la irritante libertad de faltar al respeto a sus alumnos. Balanceó la cola, baja, con calma, mientras se colocaba la mochila a su espalda. -Si es profesor de algo aquí, debería tenerlo en cuenta.

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