Toque de Queda [Priv. Logan]

por Invitado Vie Ago 08, 2014 9:32 pm

Suele pasarle a menudo. Estar haciendo su trabajo y vigilar los salones como si su vida dependiera de ello, pero no dejar de pensar en ningún momento en los sentimientos y acontecimientos relacionados con su hermano menor, Leone. En esa ocasión, no había nada diferente. Máximo, distraído, hablando con una estudiante, mientras su mente vagaba en sus recuerdos, pensando en lo idiota que había sido al no haber hecho nada de provecho para con su hermano menor. Suspiró, ligeramente. Diciéndole a la señorita que dentro de unos minutos se cierra el toque de queda y todos los estudiantes fuera de sus camas tendrán un castigo considerable. La chica agradece informaciones y se va corriendo tan pronto como puede, tras el aviso de que si otro guardia le ve corriendo por los pasillos de noche, podría ganarse otro castigo, pero esta parece muy apresurada en llegar a su habitación.

Otro suspiro muere en sus labios. ¿Cuántos han sido los suspiros que han muerto en sus labios en menos de una hora? Millones. Miles de millones. ¿Y la muerte de alguno de ellos tiene importancia para el mayor de los D'Agostinni? No, en realidad no tiene. Porque solamente piensa en que debió haber hecho algo más inteligente en el momento en que lo vio, no solamente gritarle que no le lamía el culo a Adamo, porque... No lo hacía ¿verdad? ¿No había hecho exactamente lo que su padre quería? ¿O sí? Tenía muchas dudas al respecto, principalmente porque su padre estuvo de acuerdo con que fuera a Australia, Máximo no quería estar atado a lo que su padre decía, por eso no quería... Simplemente, estaba confundido. Quizás estaba pensando demasiado las cosas, es decir, no es como que él fuera un títere de su padre, era mucho mejor que eso, tenía que convencerse.

Pero, de pronto, algo imposible para el primogénito de los D'Agostinni sucedió. En el momento en que su cuerpo se estrelló contra el de alguien y sostuvo el cuerpo para evitar que este se cayera por el impacto. Ese golpe, consiguió traerlo a la realidad. Y al bajar la mirada, se encontró, con un chico fuera de dormitorios, justo cuando el toque de queda se cumplió. La mirada de Máximo se endureció, por ser tan estúpido y descuidado y claro, por el hecho de no haberle notado antes... ¿Cuántos habrían escapado de su castigo?

—¿Eres estudiante?— Cuestionó, a sabiendas de que tras una respuesta tendría su castigo.

por Invitado Dom Ago 10, 2014 9:39 pm

Era la última clase, y era eterna. La voz del profesor de seguro era la más lenta y aburrida de toda la Academia, algo que en la noche no era un buen elemento. Los movimientos de docente eran lentos y suaves, tanto que con tan solo mirarle se te cerraban los ojos, seguro que se equivocó de profesión. Logan le miraba más como un hipnotista, seguro ganaría mucho mejor y se volvería famoso, incluso se podría conseguir un poco de cabello y quizá una hermosa esposa, joven y con unas buenas curvas, con labios rojos y carnosos, iguales a una manzana roja, y también una limusina de color blanco, y no podían faltar unas gafas de sol, que claro usaría en la noche, porque la lógica no era muy usada hoy en día.

Tamborileaba las yemas de sus dedos en la paleta del pupitre, como si estuviese esperando algo, y de hecho si esperaba algo: Que el timbre anunciara el fin de la clase. Su mirada dorada se fijó en la luna llena que resplandecía en el cielo, por suerte su lugar estaba justo al lado de la ventana, algo bueno en la noche y no mucho en la tarde, pues el sol no tenía piedad. Lamentablemente, para Logan, el profesor le había advertido sobre sus cartas, al parecer estaba prohibido hacer torres equilibradas de cartas en medio de las clases – Maldición … aún falta media hora – Murmuró en voz suave mirando el reloj en su móvil, por suerte el celular era un poco más discreto. Lo guardó en el bolsillo de su pantalón y bajó su mirada jugueteando con el llavero de su habitación – ¡Hey Goldman!, ¿Tienes tus cartas? – Escuchó como una voz masculina, lo suficientemente suave como para no ser escuchada por el aburrido profesor se le refería. Logan bajó un poco la cabeza, para ver al sujeto que le había hablado, un chico normal, que era uno más de la lista de los que se aburrían – Sí, las tengo … pero ya viste como me amenazó la clase pasada por usarlas – Murmuró de igual manera para evitar ser escuchado por el profesor – No importa, los de enfrente nos cubrirán – Al parecer el joven de ojos azules no se rendía, tenía unos ojos azules bastante lindos. Logan simplemente suspiró intranquilo ¿Qué podía hacer? Se había vuelto un poco popular con sus habilidades – Bueno, supongo que no hay problema entonces – Sonrió levemente, sacando de su bolsillo la baraja de color rojo, en ese momento tres estudiantes más se unieron al juego. Las cartas flotaron en el aire, logrando hacer un perfecto abanico que se ofrecía al de ojos azules – Toma una – Le dio la indicación observando el asombro en las caras de sus compañeros al ver cómo era posible que las cartas flotaran de esa manera. Lamentablemente, la mano que eligió la carta no fue la del chico de ojos azules, esta era arrugada y con algunas manchas en la piel – Claro ¿Y ahora qué es lo que tengo que hacer? –

Pasaron los minutos, el profesor le había quitado las cartas a Logan, logrando que en el mago se presentara una expresión se molestia y desagrado por la acción del docente – Oye Logan, lo siento, no pensé que… - Logan miró al chico, con una ligera sonrisa fingida – Esta bien, las recuperaré al final de la clase – Interrumpió al azul, este simplemente asintió y prestó atención al resto de la clase.

Finalmente el sonido del timbre se hizo presente, nadie esperó a que el docente diera la indicación de levantarse de los asientos, todos estaban ansiosos por retirarse de las Aulas, menos Logan, pues su baraja se encontraba en el cajón del escritorio del profesor, pero no podría quedarse ahí, sospecharían. Se levantó del asiento, arreglando sus cosas con lentitud, recibió una palmada en la espalda, no, recibió 4 palmadas en la espalda – Suerte amigo – Le dijo el de ojos azules para ir directo a la salida – Claro … “amigo” – Gruñó caminando hasta la salida, pero no tomó el camino de todos, se ocultó en una de las esquinas, esperando a que el profesor saliera también, vigilando con el rabillo de su ojo y la espalda pegada a la pared. Finalmente todos salieron, con el profesor al último cerrando la puerta del salón, por suerte no con llave. Al no escuchar más pasos en los pasillos, supo que estaba completamente solo y podía ir por sus cartas sin preocuparse de nada. Se acercó a la entrada, girando el picaporte de la puerta y acto seguido, empujó la plana con sumo cuidado, para evitar algún rechinido que revelara su presencia, encendió las luces y caminó sin ninguna prisa hacia el escritorio, abrió el cajón y ¡TARAN! Ahí estaba su amada baraja, la tomó rápidamente frotándola contra su mejilla – Juro que nunca más nos separaran de nuevo- Dijo bastante dramático, pero los sonidos de pasos lograron que sus cabellos naranjas de erizaran al instante. Se guardó la baraja en el bolsillo, de dio vuelta y salió corriendo del salón, para su mala suerte su rostro se estampó con el pecho de un hombre bastante alto, sintió como unas manos fuertes el sujetaron, evitando que su trasero se estampara contra el suelo. Por reflejo cerró los ojos y los abrió al sentir que su caída fue detenida. Examinó con asombro al sujeto, tenía unos ojos grandes y bastantes azules, y era alto, bastante alto – ah … yo - ¿Se había metido en problemas? – Quizá – Claro que se notaba que era estudiante, tenía el uniforme puesto después de todo. Se apartó rápido del hombre, no quería más problemas, no le quedaba de otra, si ese sujeto era un guardia, de verdad estaba en problemas. Su mano derecha, trató de disimular un poco, solo tenía que ser rápido, la llevó justo al bolsillo trasero de su pantalón, sacando su carta portal, era su única salida.

por Invitado Dom Sep 14, 2014 12:31 pm

Su trabajo era un poco aburrido, también era solitario. Tener que encontrar a los chicos que estuviera violando el toque de queda en las instalaciones de la escuela. Prefería estar en otra parte. Como las noches en las que le tocaba hacer el trabajo en las afueras de la academia. Cuando veía a los estudiantes en el lago, simplemente les ignoraba o les quitaba el alcohol que tuvieran, se reunían mucho a beber y él les dejaba estar ahí a cambio de algo de aquel líquido dañino para el hígado, que le dañará, era lo que menos le importaba. Solamente le gustaba estar fuera de noche, con una buena botella de vodka, bebiendo y permitiendo que el frío aire pre-primaveral le diera de lleno en la frente. Le hacía sentir vivo, más vivo de lo que se había sentido mientras vivía en Italia, en la casa de su padre. Esta era una sensación diferente, porque por primera vez sentía que era él, que era libre... Que era Máximo. No Máximo D'Agostinni, el hijo perfecto. Por primera vez, era aquel chiquillo inocente que había tenido tantos grandes sueños, junto a su hermano menor. Solo que ahora no tenía a su hermano menor, a su tierno hermano menor. Se preguntaba si algún día podrían estar juntos de nuevo, no importaba como fuera su relación, solamente quería sentirse cercano a él.

Cuando el joven estudiante se estrelló contra él, lo primero que notó fueron sus ojos dorados. Dorados. Los ojos de Leone también tenían ese enigmático color y estaba curioso sobre porque le había tocado un estudiante con esas características justo en ese momento en que no podía dejar de pensar en su hermano menor. Suspiró y observó como éste sacaba unas cartas de sus bolsillos. Pensó que posiblemente, ese chico no era humano. Si no era humano, entonces tenía que ser uno de esos chicos con diversas habilidades de las que no había querido hablar. Todavía no aprendía que había personas con capacidades diferentes en la academia. Le daba miedo ese detalle. Dejó escapar un suspiro y dirigió una mirada hacia este. Sujetando su mano bruscamente y sacándola del bolsillo. Vio una carta en su mano y se la llevo a su propio bolsillo en un rápido movimiento.

—Supondré que es tu primera vez saliendo tarde, quizás estabas en un castigo.— Su voz fue pauseada y tranquila. —Así que te llevaré a tu habitación y si te portas bien, esto podría quedar entre nosotros.— Siempre había una forma en la que Máximo quedaba como un pervertido frente a todos y lo cierto es que debido a su inocencia en esos temas nunca se daba cuenta de las cosas tan llenas de doble sentido que murmuraba. Dejó escapar un nuevo suspiro y pensó en las cosas que debía hacer, en las que podía hacer.—¿Cómo te llamas? — Seguía sujetándole del brazo, con firmeza. Con la carta en el bolsillo de su pantalón de fina tela negra.—Puedes llamarme Máximo. Venga, ya. Deja de temblar, te prometo que no le diré a nadie. Puede ser nuestro secreto.— Murmuro con irritación, no le gustaba el temblor del menor.

por Invitado Dom Oct 05, 2014 10:09 pm

“Disimula Logan, Disimula” Repetía una y otra vez en su cabeza, tratando de pensar en algo con que ganar algo de tiempo – Bueno yo … yo solo quería … algo de comer - ¿Enserio? ¿Algo de comer? “Vamos Logan, eres un mago, deberías de saber ya como engañar a la gente” – Sí algo de comer y … una … manta – “Soy un idiota en problemas” Pensó mientras su ceja sufría una especie de tic a causa de sus nervios.

La mano que sujetaba la barajaba se movía con algo de lentitud, tratando de no llamar la atención del guardia; pero lamentablemente al parecer no había sido lo suficientemente suave con sus movimientos - ¡Ahg!- Su mano fue sujetada con algo de salvajismo, cosa que lastimó de cierta manera el brazo de Logan, no era el chico más fuerte de la escuela después de todo, pero lo que causaba que una dosis de adrenalina saliera e inundara todo su cuerpo era la idea de saber que nunca recuperaría su carta, y sin una carta dorada las otras dos no funcionarían - ¡Devuélvemela! – Alzó la voz, fulminando con sus ojos dorados al mayor. La expresión de Logan se había convertido en una alarmante, y sus pupilas se habían afilado, como las de un gato, sin duda esas cartas representaban algo importante para Logan, como una adicción que consumía su cuerpo lentamente.

Al saber que su carta estaba en manos del hombre, su mente solo pudo pensar en eso. La fuerza de su brazo no le alcanzaba para lograr zafarse del agarre, realmente quería su carta y la quería ahora. La voz de Máximo no eran más que simples balbuceos distorsionados que lograban confundir cada vez más a Logan, y acompañando a la confusión estaba la desesperación y la agonía – Mi … ca…carta – Su respiración se agitó a una velocidad alarmante. Cerró los ojos - ¡Quiero mi carta!- Alzó la voz, y con toda su fuerza se abalanzó sobre el guardia logrando que este cayera al suelo. Ahora los movimientos de Logan eran algo veloces, rápidamente su mano se deslizó entre el bolsillo de Máximo, logrando sentir la carta con sus dedos la tomó rápidamente y de un fuerte tirón libero su brazo – Mi carta – Se levantó del suelo agitando la cabeza “ ¿Qué es lo que acabo de hacer? “ Bastante asustado por su extraño comportamiento Logan no lo pensó dos veces, quería estar lo más lejos posible del guardia en esos momentos - ¡Lo siento! – Y con una aturdidora disculpa se echó a correr.

Sus pasos eran rápidos al igual que su respiración, había bajado solo un piso desde que comenzó a correr. Estaba claro que su condición física era normal, ni tan buena ni tan mala, en cualquier momento su energía se agotaría y tendría que parar a tomar un descanso, y eso sucedió al doblar a una esquina, justo en la mitad de las escaleras. Se desplomó en un escalón, bastante agitado y preocupado, pues sabía que el guardia estaba tras él – Solo … un … momento- De dijo a si mismo tratando de convencerse.

Miró la carta dorada, la tenía la silueta que correspondía al portal, podría utilizarlo ahora mismo, pero su cabeza palpitaba lo suficiente como para no poder concentrarse – Maldición, hoy no es mi día – Soltó una ligera risa y pasando la manga del suéter por su frente para limpiar el sudor que comenzaba a brotar de sus poros. Pero el escuchar pasos ajenos acercarse le dejó helado - ¿uh? – Logan rápidamente se levantó de su asiento, y con un extraño tambaleo por parte de sus piernas solo logró caer y rodar por las escaleras hasta estrellar su espalda con una de las paredes deteniendo su caída – u…uhm – Sin energías, adolorido y aturdido se quedó en el suelo, pero no podía dejar que sus cartas fueran tomadas por Máximo, de esa forma tomó su baraja y la ocultó entre sus ropas, ahí estarían a salvo, al menos eso esperaba.

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