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Follow me if you want to live [Priv. Kyouki]
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Follow me if you want to live [Priv. Kyouki]
Navidad.
Época del año quizá más temida por el demonio de cabellos azules y ojo rojo como la sangre. ¿Por qué? A veces ni él mismo comprendía la razón, pero no quería saber nada acerca de dichas festividades. Todo estaba abarrotado de gente comprando regalos, disfrutando de la compañía de sus seres queridos mientras él sólo pensaba en su madre, en que ya no podía estar más con ella y le hervía la sangre cada vez que recordaba aquel fatídico incidente. Y no sólo pensaba en aquella mujer que le dio la vida, sino también en aquella chia de cabellos rojos como el fuego con esos ojos tan claros, casi como el color de la hermosa luna.
Hace apenas unos meses atrás, la relación con aquella chica de nombre Kyouki, se fue estrechando más y más. Nuestro demonio se colaba de forma furtiva en su habitación, mas no por intereses amorosos sino más bien por motivos de salud. Desconocía por completo la razón por la cual iba directamente hacia la estancia de aquella chica cuando tenía algún tipo de herida, pero lo hacía. Quizá fue la única persona que no rehuía de él, que no se alejaba horrorizada cuando el demonio de cabellos azules se retiraba el parche. Una vez incluso le mencionó que le seguía viendo los dos ojos, palabras que hicieron que la fría y fuerte coraza de hielo que recubría el corazón de Erick se resquebrajara.
Así fue como empezó todo.
Erick estaba experimentando por primera vez eso que se llamaba amor, mas no tenía ni la más mínima idea de qué era puesto que no lo había sentido nunca. En su mente sólo existía ella y nada más que ella. Veía su sonrisa, escuchaba su dulce voz y aquella suave risa. Dicho sentimiento de debilidad provocaba ira en el demonio, propinándole puñetazos a todo aquello que se ponía delante de su campo de visión, que usualmente eran las paredes. De hecho, las paredes de su habitación estaban manchadas de sangre y abolladas de los continuos mandobles que recibía. Los nudillos del demonio de cabellos azules estaban prácticamente destrozados, en carne viva. En muy raras ocasiones se daba cabezazos contra las paredes. No podía caer en algo tan banal como el amor. Siempre se decía que el amor hacía a cualquier persona débil, y un demonio jamás debía caer en las garras de ese sentimiento. Un demonio debe permanecer frío como el hielo ante cualquier adversidad, jamás doblegarse.
Se pasaba largas noches en vela, bebiendo whisky y tratando de poner en orden sus pensamientos. Evitar que ya mencionada chica saliera de su mente y de su vida, pero era imposible. Si no la veía sentía que le faltaba algo, cosa que lo enfurecía aún más si cabía. Algo dentro le estaba diciendo que no podía vivir sin ella. En fin, que no podía echarla de su mente.
Ahora, más apartados de los pensamientos del demonio... Éste se encontraba en la parte exterior de las pistas de patinaje que habían construido en la academia en conmemoración de las festividades navideñas. Una iniciativa que aunque no lo pareciera, le agradaba al demonio. Sin embargo, lo que no le hacía demasiada gracia era vigilar a los alumnos, evitando que sufrieran alguna especie de accidente o encargarse de llevarlos a la enfermería si aconteciera algún inconveniente. Las lesiones estaban a la orden del día y debía hacer su trabajo, así que no se podría quejar.
Sus antebrazos se hallaban apoyados en el borde de las paredes que rodeaban la gran pista de patinaje en la cual todos disfrutaban de las fiestas. Su mirada se encontraba entrecerrada, casi perdida en el infinito, pero no dejaba de echarles un ojo a todos los alumnos. Sus manos vendadas colgaban de forma casual. Dichas vendas se encontraban manchadas de sangre, por suerte siempre llevaba enguantadas las manos, así que podía disimularlo a la perfección. Una gran ventaja.
En ese momento se le vino la posibilidad de que Kyouki apareciera por allí, razón por la cual abrió su ojo de par en par su dio un leve respingo, saliendo de sus pensamientos. Se puso nervioso. Muy nervioso y no se atrevió a mirar hacia atrás por si se le ocurría sorprenderlo. ¿Cómo ocultaría el hecho de haber entrado furtivamente en su habitación cuando eso estaba prohibido? ¿Cómo disimularlo?
— ¿Cómo se lo diré...? —se preguntó en tono quedo, pellizcándose el entrecejo, dándose cuenta al momento de lo que había preguntado.
¿Decirle el qué? ¿Que estaba empezando a sentir cosas más profundas por ella? ¿Estamos locos? Jamás le diría algo como eso. Acto seguido chasqueó la lengua, molesto, ignorando prácticamente todo lo que estaba pasando a su alrededor.
Época del año quizá más temida por el demonio de cabellos azules y ojo rojo como la sangre. ¿Por qué? A veces ni él mismo comprendía la razón, pero no quería saber nada acerca de dichas festividades. Todo estaba abarrotado de gente comprando regalos, disfrutando de la compañía de sus seres queridos mientras él sólo pensaba en su madre, en que ya no podía estar más con ella y le hervía la sangre cada vez que recordaba aquel fatídico incidente. Y no sólo pensaba en aquella mujer que le dio la vida, sino también en aquella chia de cabellos rojos como el fuego con esos ojos tan claros, casi como el color de la hermosa luna.
Hace apenas unos meses atrás, la relación con aquella chica de nombre Kyouki, se fue estrechando más y más. Nuestro demonio se colaba de forma furtiva en su habitación, mas no por intereses amorosos sino más bien por motivos de salud. Desconocía por completo la razón por la cual iba directamente hacia la estancia de aquella chica cuando tenía algún tipo de herida, pero lo hacía. Quizá fue la única persona que no rehuía de él, que no se alejaba horrorizada cuando el demonio de cabellos azules se retiraba el parche. Una vez incluso le mencionó que le seguía viendo los dos ojos, palabras que hicieron que la fría y fuerte coraza de hielo que recubría el corazón de Erick se resquebrajara.
Así fue como empezó todo.
Erick estaba experimentando por primera vez eso que se llamaba amor, mas no tenía ni la más mínima idea de qué era puesto que no lo había sentido nunca. En su mente sólo existía ella y nada más que ella. Veía su sonrisa, escuchaba su dulce voz y aquella suave risa. Dicho sentimiento de debilidad provocaba ira en el demonio, propinándole puñetazos a todo aquello que se ponía delante de su campo de visión, que usualmente eran las paredes. De hecho, las paredes de su habitación estaban manchadas de sangre y abolladas de los continuos mandobles que recibía. Los nudillos del demonio de cabellos azules estaban prácticamente destrozados, en carne viva. En muy raras ocasiones se daba cabezazos contra las paredes. No podía caer en algo tan banal como el amor. Siempre se decía que el amor hacía a cualquier persona débil, y un demonio jamás debía caer en las garras de ese sentimiento. Un demonio debe permanecer frío como el hielo ante cualquier adversidad, jamás doblegarse.
Se pasaba largas noches en vela, bebiendo whisky y tratando de poner en orden sus pensamientos. Evitar que ya mencionada chica saliera de su mente y de su vida, pero era imposible. Si no la veía sentía que le faltaba algo, cosa que lo enfurecía aún más si cabía. Algo dentro le estaba diciendo que no podía vivir sin ella. En fin, que no podía echarla de su mente.
Ahora, más apartados de los pensamientos del demonio... Éste se encontraba en la parte exterior de las pistas de patinaje que habían construido en la academia en conmemoración de las festividades navideñas. Una iniciativa que aunque no lo pareciera, le agradaba al demonio. Sin embargo, lo que no le hacía demasiada gracia era vigilar a los alumnos, evitando que sufrieran alguna especie de accidente o encargarse de llevarlos a la enfermería si aconteciera algún inconveniente. Las lesiones estaban a la orden del día y debía hacer su trabajo, así que no se podría quejar.
Sus antebrazos se hallaban apoyados en el borde de las paredes que rodeaban la gran pista de patinaje en la cual todos disfrutaban de las fiestas. Su mirada se encontraba entrecerrada, casi perdida en el infinito, pero no dejaba de echarles un ojo a todos los alumnos. Sus manos vendadas colgaban de forma casual. Dichas vendas se encontraban manchadas de sangre, por suerte siempre llevaba enguantadas las manos, así que podía disimularlo a la perfección. Una gran ventaja.
En ese momento se le vino la posibilidad de que Kyouki apareciera por allí, razón por la cual abrió su ojo de par en par su dio un leve respingo, saliendo de sus pensamientos. Se puso nervioso. Muy nervioso y no se atrevió a mirar hacia atrás por si se le ocurría sorprenderlo. ¿Cómo ocultaría el hecho de haber entrado furtivamente en su habitación cuando eso estaba prohibido? ¿Cómo disimularlo?
— ¿Cómo se lo diré...? —se preguntó en tono quedo, pellizcándose el entrecejo, dándose cuenta al momento de lo que había preguntado.
¿Decirle el qué? ¿Que estaba empezando a sentir cosas más profundas por ella? ¿Estamos locos? Jamás le diría algo como eso. Acto seguido chasqueó la lengua, molesto, ignorando prácticamente todo lo que estaba pasando a su alrededor.
Invitado- Invitado
Re: Follow me if you want to live [Priv. Kyouki]
Llegó el invierno y con él, las peores fechas del año para ella, las navidades. Odiaba ver a tanta gente feliz, a tantas familias unidas, y más aun odiaba saber que ella no tenía nadie, nadie que le amase para compartir esos momentos.
Camino hasta su armario para ponerse algo de abrigo antes de salir de la academia a eso que llamaban pista de hielo ¿qué demonios era una pista de hielo? su ingles aun no era 100% correcto así que aun se le escapaban algunas cosas. Pasó un par de minutos embobada metida en su mundo delante del armario y, de repente, agitó la cabeza y no pudo evitar reír al darse cuenta que se había perdido de nuevo en sus pensamientos.
Abre despacio el armario buscando su viejo y medio roto abrigo y vio la chaqueta de aquel demonio en su interior, casi no recordaba que el se la había dejado así que la agarró con cuidado, la dobló y la metió en una bolsa. - Debo devolversela, debe tener frio sin ella... - suspiró y se puso el abrigo para partir a la pista de hielo.
Ese lugar estaba lleno de gente, demasiada gente feliz y demasiadas parejas que le hacían sacar una mueca de repudio en su rostro. Se colocó cerca de un árbol y miró por encima de las personas que había allí en busca de una cara conocida y al poco... ¡Bingo! Allí estaba él, su pelo azul y su parche era todo lo que necesitaba ver para reconocerle. Su corazón se aceleró igual que su respiración al verle pero, con un poco de esfuerzo, se consiguió relajar.
Pasó un par de horas en aquel lugar mirando como los alumnos iban y venían pero, más bien mirando a ese demonio. El frío comenzaba a molestarle un poco y cuando ya comenzaba a irse la gente fue a la zona donde estaba él, y aprovechando que el estaba algo distraido se puso a su lado y apoyó los brazos en el borde de la pista.
- ¿Decirle el qué a quién? - Le mira y sonríe con dulzura antes de volver a mirar a las personas que patinaban. - Parece que se divierten... - Susurra y apoya la barbilla entre sus manos- No sabía que te tocaba trabajar aquí, debe ser un rollo trabajar con este frío. ¿Quieres té caliente? tengo un poco en un termo.- Se quedó mirándole esperando una respuesta y con las mejillas y la punta de la nariz algo sonrojadas en una mezcla de frío y de la propia reacción de su cuerpo al verle de cerca.
Camino hasta su armario para ponerse algo de abrigo antes de salir de la academia a eso que llamaban pista de hielo ¿qué demonios era una pista de hielo? su ingles aun no era 100% correcto así que aun se le escapaban algunas cosas. Pasó un par de minutos embobada metida en su mundo delante del armario y, de repente, agitó la cabeza y no pudo evitar reír al darse cuenta que se había perdido de nuevo en sus pensamientos.
Abre despacio el armario buscando su viejo y medio roto abrigo y vio la chaqueta de aquel demonio en su interior, casi no recordaba que el se la había dejado así que la agarró con cuidado, la dobló y la metió en una bolsa. - Debo devolversela, debe tener frio sin ella... - suspiró y se puso el abrigo para partir a la pista de hielo.
Ese lugar estaba lleno de gente, demasiada gente feliz y demasiadas parejas que le hacían sacar una mueca de repudio en su rostro. Se colocó cerca de un árbol y miró por encima de las personas que había allí en busca de una cara conocida y al poco... ¡Bingo! Allí estaba él, su pelo azul y su parche era todo lo que necesitaba ver para reconocerle. Su corazón se aceleró igual que su respiración al verle pero, con un poco de esfuerzo, se consiguió relajar.
Pasó un par de horas en aquel lugar mirando como los alumnos iban y venían pero, más bien mirando a ese demonio. El frío comenzaba a molestarle un poco y cuando ya comenzaba a irse la gente fue a la zona donde estaba él, y aprovechando que el estaba algo distraido se puso a su lado y apoyó los brazos en el borde de la pista.
- ¿Decirle el qué a quién? - Le mira y sonríe con dulzura antes de volver a mirar a las personas que patinaban. - Parece que se divierten... - Susurra y apoya la barbilla entre sus manos- No sabía que te tocaba trabajar aquí, debe ser un rollo trabajar con este frío. ¿Quieres té caliente? tengo un poco en un termo.- Se quedó mirándole esperando una respuesta y con las mejillas y la punta de la nariz algo sonrojadas en una mezcla de frío y de la propia reacción de su cuerpo al verle de cerca.
Invitado- Invitado
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