Boredom [Libre]

Se encontraba solo, completamente solo. Kuja había desaparecido sin razón aparente, sin darle una explicación. Se había esfumado de su lado justo cuando comenzaba a cogerle aprecio. ¿Por qué todos a los que apreciaba se marchaban de su lado? ¿Acaso estaba destinado a estar completamente solo? Lo único bueno que le había ocurrido hace apenas un par de días, es que había ascendido a  Alfa, lo que él quería. Ahora tenía una habitación para él solo donde se podía llevar a todo hombre que quisiera. Si no estaba Kuja, por lo menos así trataba de olvidar su tacto y sus palabras.

Se encontraba en el patio, acostado y flotando a varios metros de altura en su alfombra mágica. No le suponía mucho gasto de energía su magia gravitatoria, por lo que podía usarla durante un prolongado tiempo. Además, sólo la podía usar sobre él y un par de cosas más. No era ninguna habilidad ofensiva, más bien era defensiva. Su cuerpo reposaba sobre la fina tela, las manos se encontraban colocadas detrás de su cabeza a modo de almohada. Su rodilla alzada y la otra pierna apoyada sobre ésta. Sus ojos rojos se mantenían cerrados, descansando, tomando el sol tranquilamente a pesar del aire frío que de vez en cuando soplaba.

—Aburrido…—musitó sin abrir los ojos y suspiró pesadamente. No sabía qué hacer, estaba aburrido—¿Por qué se fue?—se preguntó en voz baja, incorporándose en la alfombra.

Acto seguido miró por el borde de ésta, dirigiendo su mirada hacia el suelo por si aparecía alguien con quien pudiera charlar un poco y olvidarse de lo ocurrido. Aunque en el fondo no quería olvidar a esa persona, pero si no estaba ¿Qué sentido tenía? Tenerlo en boca toda la vida sólo serviría para verse débil ante los demás y de ninguna manera quería eso, él siempre se mostraba fuerte ante todo. Parecía que nada en esta vida lo tumbaba, pero no era así. Su pasado lograba hacerlo.

—Necesito algo de diversión. Me aburro mucho—se quejó nuevamente, tontería ya que nadie lo escuchaba. Estaba por gritarlo a los cuatro vientos, pero decidió permanecer callado.

Alayne paseaba con calma por la academia, con un libro en la mano y un regaliz que mordía a ratos en la otra. Acababa de tomar prestado un libro de la biblioteca y no podía esperar a llegar a su habitación para leerlo, así que lo había empezado mientras caminaba.

Andaba tan absorta que giró en el sitio equivocado un par de veces y cuando se quiso dar cuenta, estaba en un pasillo que no reconocía. No recordaba nada de aquello, y no había nadie a quien preguntar. Comenzó a entrar en pánico. Caminó por los pasillos durante largo rato, sin lograr encontrar un lugar conocido o a alguien. Era natural: todo el mundo estaba fuera, disfrutando del esperado día de sol entre tantos días grises.

No tenía ni idea de que la academia fuese tan grande. O quizás estaba dando vueltas en círculos, no lo sabía. Anotó mentalmente que debía buscar algún tipo de mapa de aquella academia en cuanto lograse salir de aquel maldito laberinto de pasillos. Decidió poner en orden sus prioridades y buscar alguna salida a donde fuese, e intentar guiarse desde allí. Claro que eso era más fácil de decir que de hacer.

Al cabo de un rato, consiguió atisbar la luz del sol al final de un corredor. Dirigiéndose a aquel lugar, al fin supo dónde se encontraba: era el patio principal. Suspiró, saliendo al aire libre después de aquel largo rato perdida. Le dieron ganas de gritar de felicidad, pero cuando estaba a punto de hacerlo, algo que flotaba en aquel patio llamó su atención.

¿Eso es una alfombra?, pensó, alzando una ceja.

Spoiler:

Su cuerpo continuaba reposando sobre la fina tela de la alfombra en la que estaba acostado. El aburrimiento seguía invadiendo todo su ser. Necesitaba hacer algo urgentemente, olvidar al hombre al que casi le entrega su virginidad. No iba a mentir en que ese sujeto fue importante en su vida, al menos el tiempo en el que estuvo con él.

Asomó la cabeza por el borde de la alfombra, en un desesperado intento por encontrarse con alguien con quien entretenerse. Al principio no divisó a nadie, todo estaba desierto. Iba ataviado con sus habituales ropajes árabes, es decir, pantalón ancho de color negro y un top del mismo color con ribetes en dorado. Iba con parte del torso al descubierto. No calzaba zapatos, iba completamente descalzo. Sobre sus hombros un pañuelo blanco. No sentía frío para nada.

Una amplia sonrisa apareció en sus labios justo en el momento en que divisó por fin a alguien. Parecía ser una joven muchacha. Bueno, no estaba mal, quizás la molestara un poco para entretenerse. Se levantó, quedando de pie en la alfombra mientras descendía poco a poco. Cuando apenas quedaban unos centímetros para tocar el suelo, se bajó y se acercó a ella, manteniendo su sonrisa.

—¡Por fin viene alguien aquí!—espetó con una amplia sonrisa en su rostro, mirando a la joven de pies a cabeza, analizándola con sus ojos rojos—No está mal, creo que podrás entretenerme un rato. Estar aquí es demasiado aburrido.

No se cortó un pelo a la hora de decirlo. Le daba lo mismo lo que mencionase ella de él, mientras no le asestara una buena torta todo iba de perlas, y bueno, a menos que a ella le dé por insultarlo. Le traía sin cuidado lo que pensase la gente cuando mencionaba algo parecido, él era un ser superior, se consideraba un príncipe aunque su padre lo hubiera desheredado hace tiempo por tener un amorío con un hombre. No podía dejar que los demás viesen que era un don nadie, alguien que no tenía nada en esta vida. Necesitaba aparentar, creerse superior. Y según él, lo era.

—Por cierto ¿Cuál es tu nombre?—y después de haberle dicho que podría ser un buen entretenimiento, le preguntó por su nombre. Si iba a jugar un rato con ella tendría que saber al menos su nombre ¿no?

Spoiler:

Siguió con la mirada el recorrido de la alfombra mientras se acercaba a ella, observando al chico que iba encima vestido con ropas árabes. ¿Es que no hay nadie normal en esta academia?, pensó frunciendo el ceño, ¿es que soy la única humana normal y corriente que hay aquí o qué? Cada día creía que ya nada podría sorprenderla, y cada día se equivocaba.

—¿D-disculpe? —su rostro se tornó en una expresión de extrañeza. No entendía nada de lo que le estaba diciendo aquel chico. ¿Entretenerle? ¿Pero qué...? ¿Qué me he perdido? Con las mejillas ligeramente enrojecidas, retrocedió adoptando una pose defensiva instintivamente, como si esperase el ataque de un animal salvaje, cuando él la miró con tanto descaro.

Observó al chico con una cierta desconfianza mientras alzaba el libro inconscientemente, como tratando de escudarse con él, o de utilizarlo como arma, dependía de la situación. Tantos años de entrenamiento se le habían quedado grabados, y su cuerpo actuaba involuntariamente manteniéndola en guardia ante cualquier amenaza, por pequeña que sea.

—Es de mala educación no presentarse antes de preguntar el nombre a la otra persona—dijo ella, intentando parecer calmada, aunque se mantenía en tensión, pues no sabía qué pretendía aquel chico.

Mantuvo la sonrisa en su rostro. Cuando encontraba a alguien de su interés no podía evitar sonreír ampliamente, aunque en su mente pensara de todo lo habido y por haber. Pobre ilusa que se ha tenido que topar con Judal. Ya dependiendo de cómo tuviera el día la trataría de una forma o de otra. Todo dependía de ello. Evidentemente, después de su extrañeza, se percató de la rojez de sus mejillas. Se llevó las manos a las caderas y ladeó la cabeza graciosamente, haciendo que su flequillo cayera hacia un lado de su cara. Su sonrisa parecía casi inofensiva, pero había que temerle, nadie sabía lo que se le pasaba por la cabeza.

—Tranquila, no te voy a hacer nada malo, sólo quiero jugar un poco—parecía más un niño pequeño que una persona adulta, pero era debido a su forma de vida cuando era niño. Se le daban todos los caprichos habidos y por haber, nunca se le negó nada, de ahí su actitud tan caprichosa e infantil. Rió un tanto cuando la vio protegerse con el libro—Si pretendes protegerte de mí con eso, déjame decirte que no te va a servir de nada.

Ladeó la cabeza hacia el otro lado, manteniendo aún las manos sobre sus caderas. Alzó una ceja por lo siguiente que dijo ¿Ahora le venía con buenos modales? Vamos, Judal no tenía de eso, la vida de los demás le daba igual, se pasaba las normas a la torera, y si lo castigaban trataba de escaparse de los castigos de una forma o de otra. No había forma de atrapar al joven mago. Era un hueso duro de roer.

—Me importa un bledo si es de mala educación o no, yo te he preguntado tu nombre y como príncipe que soy, debes responder—siempre tenía la palabra príncipe en la boca aunque lo hubieran desheredado hace mucho tiempo, pero seguía siendo feliz pronunciando aquella palabra, no había quien se la quitase, si colaba...colaba, oye—Así que te exijo que me des tu nombre o ya sabes, a entretenerme.

Le dijo con total tranquilidad, cruzándose de brazos  frente a ella, dando leves golpecitos en el suelo con sus pies descalzos. La alfombra continuaba detrás de él, flotando a ras del suelo. Con un leve gesto de su índice, la alzó un poco, quedando a la altura de una silla, así que procedió a sentarse de forma casual, con los pies en el suelo.

—Bueno, tengo todo el día para que me lo digas—se encogió de hombros. La vergüenza era algo que le faltaba. Así era Judal y más ahora que la persona a la que quería se había marchado.