Dramatic [Priv. Yozo]

Aquel día no me encontraba en condiciones de dar clase, por lo que me salí de clase antes de tiempo, es más, en ningún momento llegué a entrar. Dejé que otro me suplantara ese día. ¿Qué era lo que me pasaba que me impedía dar clase? Sencillo: mi desconocimiento sobre el ser humano, sentía algo de miedo, mas ese miedo estaba mezclado con un deje de curiosidad. Pero el miedo me podía más. No lo podía evitar. ¿Entonces por qué razón me había metido a profesor? Es cierto que no todos eran humanos, había seres de toda índole en las aulas, pero esos seres tan vulnerables me provocaban ese miedo. Me ocurría desde pequeño.

Aún permanecía en la sala de profesores, la cual estaba vacía ya que todos los profesores estaban en sus respectivas clases. Me encontraba sentado en la silla, mirando al infinito con una mirada melancólica y con el rostro apoyado en palma de la mano, postura similar a cuando te dolía una muela. Me podía pasar todo el día allí, sin hacer nada, desperdiciando mi tiempo como también hacía antaño. Debía buscar algo que hacer, y pronto o me moriría del asco allí mismo.

Con la idea de salir de la sala de profesores, me levanté de la silla con desgana, como si aquello me costara un grandísimo esfuerzo. Arrastré la silla y recogí todo aquello que tenía sobre la mesa, metiéndolo en un cajón que luego cerré con llave. Acto seguido me dispuse a salir de la estancia. No tenía ni la más mínima idea de adónde ir, supongo que estaría bien ir a tomar el fresco a la azotea, así al menos me evadiría de mis problemas. Caminé con desgana, ligeramente encorvado hacia delante, como si llevara un gran peso sobre mis espaldas, cosa no muy lejana a la realidad. Llevaba una muerte colgando de mí.

Anduve por los pasillos. En cuanto me encontré con las escaleras, las subí y pronto me encontré en la azotea. Parado debajo del quicio de la puerta, observé a sendos lados, comprobando si había alguien allí. Y efectivamente allí se encontraba un chico. Lo miré disimuladamente, observando lo que estaba haciendo. Me pareció un tanto extraño, quizás demasiado. No llegué a comprender bien qué era lo que estaba haciendo.

—Qué complicados son los humanos…—mencioné en un murmullo, casi inaudible. Era más un pensamiento para mí mismo que para la persona que se encontraba allí. No tenía ni idea de si lo había escuchado o no.

No me acerqué demasiado a él, lo observé de arriba abajo, tratando de averiguar si realmente era humano aquel chico. No advertí ninguna aura extraña, por lo que aseguré que era uno de ellos. Lo miré con timidez a la cara desde una distancia prudencial el uno del otro. No sabía de qué hablarle, nunca he sido bueno iniciando conversaciones, de hecho nunca he sido bueno conversando con los demás. Siempre he sido muy escueto en cuanto a lo que tengo que decir.

—¿Qué significa ese gesto?—le pregunté en voz baja, con timidez y aparté suavemente la mirada. La verdad es que no tenía ni idea de lo que significaba, si era un gesto habitual en los humanos o no y quería sacarme esa duda.