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Mensaje por Invitado Jue Mar 06, 2014 11:48 am

Aquel día se había tornado bastante frío, mas eso no era impedimento para que nuestro joven buey saliera a darse una pequeña vuelta. Mientras la mayoría estaban en sus casas, él caminaba tranquilamente por las calles de la ciudad, sin importarle ni lo más mínimo las frías temperaturas. Estaba en la gloria. Una amplia sonrisa adornaba su rostro, una sonrisa infantil e inocente. El caso es que Itegami era curioso, adiaba el calor en exceso, pero por otro lado le gustaba estar calentito en los días fríos como aquel. Aunque bueno, le gustaba sentir el aire fresco en la cara, en aquella pálida piel. Además, se resfriaba más en los días de calor que en los días helados. Iba al revés del mundo.

Era de noche. El joven se encontraba en el patio principal de la academia después de haber vuelto de la ciudad. Evidentemente se había saltado el toque de queda, pero es que un día como aquel tenía que disfrutarlo al máximo. Tenía que aprovechar todas y cada una de sus horas. De sus minutos y segundos. Permanecía sentado debajo de un árbol, balanceándose de un lado a otro graciosamente, manteniendo una amplia sonrisa en su rostro. Sus grandes ojos estaban cerrados, ajenos a todo, completamente descuidado de cualquier guardia que lo encontrara y castigase posteriormente. Era un auténtico inconsciente, no tenía remedio alguno. Para más inri, se puso a canturrear mientras se movía de un lado a otro.

Se detuvo con brusquedad, abriendo los ojos de par en par,  como si hubiera visto un espanto. Buscó desesperadamente un reloj para comprobar la hora. Lloriqueó y agachó la cabeza de golpe. Se le había ido el santo al cielo y se había olvidado de hacer la tarea que le habían encomendado.

Olvidé hacer la tarea… —murmuró apenado, pero no hizo por levantarse, sino que permaneció en el mismo sitio—. Ya no me da tiempo a terminarla… —infló los mofletes y se cruzó de brazos de una forma infantil.

Continuó lamentándose mientras estaba sentado, sintiendo la suave brisa acariciarle la mejilla, experimentando el aire fresco de la madrugada. Un detalle importante: nunca había durado tanto tiempo despierto, así que estaba un pelín cansado, pero podría aguantar un poco más.

¿Ahora qué hago? —siguió lamentándose. Descruzó los brazos y miró hacia el árbol, levantándose del suelo—. Eres tonto, tonto, tonto —mientras pronunciaba aquellos insultos dirigidos a su persona se daba cabezazos contra el trono del árbol.

Y sí, era tonto. E inconsciente además.

No pensó que, por aquellos cabezazos, sus cuernos podían quedar encajados en el tronco, y así fue como sucedió. Los cuernos del joven buey quedaron encajados en la superficie de madera, sin posibilidad de sacarlos. Ite lo intentó. Colocó las manos en el tronco y empujó con la poca fuerza que tenía, tratando de desencajar sus cuernos. Entró en pánico y ya o atinaba a nada. Estaba demasiado nervioso y un par de lágrimas salieron de sus grandes ojos.

No… Mis cuernos… —lloriqueó, procurando que no sonara demasiado fuerte por si lo pillaban, pero necesitaba ayuda—. Socorro —pidió, llorando y empujando—. Que alguien me ayude… —continuaba llorando, mirando a sus alrededores lo que le permitía estar encajado—. ¡Socorro! —ahí fue cuando gritó a pleno pulmón. Ya le daba lo mismo si lo veía el guardia, con tal de salir de ahí…
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Mensaje por Invitado Sáb Mar 08, 2014 3:41 pm

-‘’estornudo’’- Limpie mi nariz con la manga de mi roja sudadera. En la mano tenía una bolsa de plástico con varios medicamentos que podían ayudarme con el resfrió que había pescado hace dos días. Había salido de la farmacia y comenzaba a caminar por las calles con los hombros encogidos tratando de no sentir más frió del que podía soportar –Estúpido cuerpo humano – renegué molesto subiendo el cierre de mi sudadera hasta arriba.

Mi rostro no se veía muy bien que digamos. El resfrió había atacado de una manera tan asquerosa que ni yo podía soportar. De saber que los humanos se enfermaban de esta manera había pensado dos veces y obtener este cuerpo a la fuerza – ‘’estornudo’’ – sorbí mi nariz más molesto de lo normal – ¡Odio enfermarme! – renegué molesto y di un gran pisotón al suelo. Parecía infantil pero no soportaba el no poder respirar como se debe. Rasque mi cabeza y comencé a caminar de nuevo a la Academia. Era tarde, los guardias rondaban por todo el lugar. Realmente me había quedado fuera ya que mi viaje a la enfermería fue más largo de lo que había pensado. Finalmente los médicos que me atendieron me habían mandado a una farmacia para comprar los medicamentos.

Llegue a la puerta principal, cerrada. Chasquee mis labios y mire el gran muro que sería de protección –¡Maldita sea! – Maldije he hice que una leve brisa rodeada mi cuerpo. Esta me elevo unos centimetros para que pudiera saltar el muro con facilidad. Caí de pie como todo un gato. Orgulloso camine adentrándome en las sombras que daban los árboles para poder avanzar sin que pudieran notarme – ‘’estornudo’’ – Tosí un par de veces. Estaba completamente acabado.

Una voz claramente desesperada llamo mi atención. Mire que a lo lejos un estudiante con la cabeza pegada a un árbol. Me acerque curioso. – Hey – le llame y al darme cuenta de que sus cuernos estaban incrustados en la madera suspire tratando de no morir de risa. Deje la bolsa llena de medicamentos a un lado y me acerque un poco más a el - ¿Que?¿El árbol te reto a una pelea? – Examine como sus cuernos estaban totalmente atascados y finalmente no pude aguantar más. Abrace mi estómago mientras reía ya que comenzaba a doler. Sin duda esto me había alegrado la noche.

Rodee su cuerpo con mis brazos y acerque mi boca a su oreja – Quédate quieto – Murmure mordiendo esta levemente. Esperaba que su reacción fuera tan mona como esperaba. No pensaba liberarlo tan rápido de su problema. Quizá podría divertirme un rato y olvidarme de el resfrió que me estaba atormentando aquella fría noche.


Última edición por Demian el Vie Ago 08, 2014 3:02 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Dom Mayo 18, 2014 3:21 am

Necesitaba ayuda urgentemente, luchaba inútilmente contra el árbol, algo realmente patético. Pero sus cuernos habían quedado incrustados en la madera, debía sacarlos rápidamente o lo lamentaría. No quería que les pasase nada malo. Les tenía bastante cariño a decir verdad. Sus frías manos se posaban en la superficie rugosa del árbol y vociferaba en busca de ayuda, importándole bien poco lo que dijeran.

Mentira.

Sí que le importaba. Si le decían algo malo o se reían descaradamente de él, lo más probable es que llorase a moco tendido. No poseía demasiado aguante al respecto.

Y la ayuda por fin llegó, al menos eso fue lo que pensó.

No pudo ver bien al joven muchacho que se acercó a él y le habló. Sólo pudo adivinar un cabello oscuro, no mucho más. desde ese ángulo le era casi imposible distinguir nada. Una amplia sonrisa apareció en sus labios, sonrisa que gracias a la pregunta mofa del contrario se esfumó, dejando paso a una ligera mueca de tristeza.

No te vayas a reír de mí y ayúdame —le suplicó, pero justo en ese momento, la sonora carcajada del contrario hizo que el joven buey le llorasen los ojos, aquellos grandes y violáceos ojos. Unas pocas lágrimas cayeron de sus ojos—. ¡Te he dicho que no te rías! —gritó un poco, y más lágrimas salieron de sus ojos. La vergüenza cada vez aumentaba más y más, y su calor corporal también, todo debido a lo mismo.

Cerró los ojos con fuerza y continuó llorando mientras intentaba desencajar los cuernos de la madera. Maldita mala suerte la suya. Es que no ganaba para disgustos. De repente sintió como los brazos ajenos rodeaban su cintura y dio un respingo, un gracioso y violento sonrojo apareció en sus mejillas justo en el instante en que el contrario se acercó a su oído. Ese acto... Estaba nervioso y comenzaba a sentir un calor molesto en todo su cuerpo.

Aah... —un suave e inconsciente gemidito salió de los labios del buey debido a la suave mordida en su oreja. Si cabía la posibilidad, su rostro se enrojeció aún más y automáticamente se tapó la boca, como si nada de aquello hubiera ocurrido jamás, pero más le gustaría a él—. ¿Q-qué estás h-haciendo?

Tartamudeó, claramente nervioso ante la situación. La palidez de su piel había desaparecido por completo, dejando paso a un rostro con un rubor exageradísimo. Fruto de ese nerviosismo agitó las manos torpemente, procurando llegar a las manos ajenas para que deshiciera el agarre de su cintura.
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Mensaje por Invitado Dom Jun 22, 2014 1:57 pm

Rodeé con mis brazos su estrecha cintura. Tenía una gran sonrisa divertida decorando mi rostro, en verdad su reacción me había cautivado bastante. Aquel pequeño gemido resonó de manera especial en mis oídos y pude adivinar que el rostro del cuernudo se había sonrojado bastante, me gustaban ese tipo de reacciones en las personas. Acaricié su cintura con mis manos pasando por debajo de su vestimenta para poder acariciar su piel, la cual era bastante suave al tacto. Sentí sus manos forcejear contra las mías lo cual solo me saco una ligera risa divertida – Dije que te quedaras quieto – Murmuré tranquilo y le sujeté más fuerte  esta vez jalando con algo de fuerza de su cintura en el primer intento para sacarle de su problema – tsk – me mordí con molestia, al parecer su cornamenta estaba más atascada de lo que había pensado – Va a ser difícil – Me dije para mí mismo con algo de desgano.

El resfriado que había atrapado tampoco era de mucha ayuda, pues no me sentía del todo bien como para hacer esfuerzo físico – De nuevo – Pero no me rendiría tan fácil, mis manos se adentraron más en su vestimenta acariciando toda la extensión de su abdomen donde de nuevo le sujete con firmeza para jalar de su cuerpo una vez más – Vamos – Murmuré apretando los labios con fuerza; pero pese a mis intentos y a que mi cuerpo estaba débil desistí por ahora. Solté su cuerpo y me alejé un par de pasos, limpié algunas gotas de sudor que comenzaban a salir de mi frente y acto seguido sujeté mi cadera con ambas manos sin apartar la mirada del cuernudo – Parece que te quedaras un buen rato ahí – Me dirigí donde estaba la bolsa de plástico y me dispuse a tomar asiento en la base de un árbol que quedaba justamente atrás de donde estaba el chico, donde me daba una vista buena de su parte trasera - Se que depende mi que te quedes aquí, tienes suerte de que no me rindo tan fácil – Le dije abriendo la bolsa y sacando uno de los sueros que se encontraban en ella, realmente deseaba que aquel contenido del envase fuera alcohol, pero no, solo era aquel líquido nutritivo que solo me provocaba vomitar.

Me sentía cansado, son sueño y también con algo de frío – uhm – cerré los ojos dejando salir un leve quejido de mi boca, pues no me sentía muy cómodo sintiéndome de esa manera, le dí un trago más al envase dejando que el contenido se deslizara por mi garganta, hice una mueca de asco al terminar de beber y cerré el contenedor – Dime pequeño desafortunado ¿Cómo es que terminaste con la cabeza en el tronco? – Le pregunté acomodando el cuerpo que poseía a la fuerza sobre la dura e incómoda madera. Mi vista recorrió aquel cuerpo, empezando desde la espalda baja hasta los talones, me agradaba su figura por lo que sonreí levemente sin apartar mi vista de él - *estornudo* - Sorbí mi nariz con cierta molestia, no me agradaba para nada estar enfermo ¿A quién le gusta estar enfermo? Por lo menos a mí no, y lo dejaba en claro. El enojo se apoderó de mí, lance el envase de suero en dirección a un árbol cercano - Joder-  pero eso no había sido suficiente para calmar mi ira. Me mordí el labio inferior de mi boca con fuerza, sabía que el enojarme no me sanaría, pero era parte de mi naturaleza, un demonio de la ira debe de sentir ira ¿No?.  Respiré profundamente y sobre mi sien intranquilo.


Última edición por Demian el Vie Ago 08, 2014 3:03 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Sáb Jul 12, 2014 3:41 am

Esas manos. Esas suaves manos acariciando su delicada y pálida piel. Los nervios se lo estaban comiendo de una manera inimaginable, el rostro del joven buey se encontraba sonrojado de forma exagerada. Su cuerpo comenzaba a sentir calor, demasiado calor. No cesaba de moverse a pesar de que el contrario le indicó que no lo hiciera, pero es que estaba nervioso y quería sacar los cuernos de allí de una vez.

Tragó saliva y se paralizó en el momento en que el contrario subió más sus manos por su pequeño cuerpo. Abrió los ojos de par en par y unas pequeñas lágrimas salieron de sus grandes ojos. Temía que le hiciera algo más aprovechándose de aquella sugerente posición. ¡Es que por dios, estaba totalmente ofrecido!

No le agradó para nada que se detuviera. Quería desencajar su cornamenta. Aumentaba más su nerviosismo al no saber cómo se encontraban. ¿Sus adorados cuernos recibirían algún tipo de daño? Apoyó las manos en la superficie de madera y empujó de forma incesante, incluso levantó un pie para hacer más fuerza. ¿Cómo es posible que se haya encajado tanto?

Llama a alguien, lo que sea, pero quiero salir de aquí —se quejó, no dando su brazo a torcer en su intento de desencajarse por su propio pie—. ¡Maldita mi torpeza!

Ya más que nervioso estaba furioso consigo mismo, pero incluso su rabieta era de lo más tierna. Alguien con ese aspecto tan inocente se veía de lo más encantador. Ya pudiera amenazarte de una forma brutal que era imposible tomarlo en serio.

Y la pregunta que quizá más temía: "¿Cómo se había quedado encajado en el árbol?" Sencillo. Porque era tonto y punto. Cesó su intento y suspiró profundamente, aunque ciertamente estaba nervioso porque no veía al chico ya que se había posicionado detrás de su persona. ¿Le diría la verdad al respecto? ¿Que se había dado cabezazos contra el tronco y que así se le encajaron? Era algo de lo más estúpido y de poco pensar, pero así era el buey. No destacaba por su lucidez. Al parecer el contrario decidió ponerse a la vista del joven de cabellos claros.

Te pediría que no te rieras... pero sé que no lo vas a cumplir —mencionó con cierta pena y miró al contrario—. Terminé aquí al darme cabezazos contra el tronco por haberme olvidado hacer la tarea que me mandaron... Y ya sé que soy tonto.

Se adelantó a los acontecimientos y entrecerró la mirada apenado. De nuevo, un largo suspiro salió de sus labios sin poder evitarlo. Cuando escuchó al contrario de estornudar se retiró el abrigo y lo sujetó con una mano en dirección al moreno. A pesar de haberse reído le ofrecía su abrigo. No podía evitarlo, era amable por naturaleza, y le había intentado ayudar al menos, aunque fuera de esa forma tan extraña. Aún estaba sonrojado por lo sucedido.

Póntelo —le ofreció su prenda, mas no lo miró a los ojos, estaba muerto de vergüenza—. Quizá te quede un poco pequeño, pero al menos estarás cálido. Yo estaré bien sin él ahora. Te agradezco que intentes ayudarme a pesar de cómo estás...
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Mensaje por Invitado Jue Jul 24, 2014 10:28 pm

No llamaría a nadie para que me ayudara a sacar a este crio del árbol, más bien mi orgullo me lo impedía, estaba totalmente seguro de que yo podía lograr sacarlo de su problema, no me importa si tengo un resfriado o no, lo haré sin ayuda – ¡No llamaré a nadie! – Alcé la voz mirando su cuerpo desde atrás - ¡Yo puedo solo! … y si crees lo contrario, más vale que te pongas cómodo porque estarás atascado ahí hasta que alguien más se digne a prestarte su ayuda – Me crucé de brazos bastante molesto, le demostraría que podía, claro no gratis, pues pude haber seguido mi camino y estar durmiendo plácidamente sobre mi cómoda cama, pero soy un idiota, ahora me he enfrascado con este asunto. Analicé la situación, quizá el árbol debería de ser cortado y otra cosa, sonreí con malicia – Sabes, parece que no saldrás fácilmente de ahí, dime ¿Los cuernos vuelven a crecer? – Pregunté dando a entender de quizá debería de despedirse de sus cuernos, estaba jugando claro, solo quería jugar un poco con sus nervios, después de todo parecía ser un niño nervioso y molestable.

Me acomodé un poco más en el tronco, ‘’analizando’’ el cuerpo del albino con mi mirada rojiza, no parecía ser muy mayor, a decir verdad nunca he sido bueno para adivinar la edad de las personas. Me quedé algo sorprendido cuando escuché sus razones – uhm – Suspiré apretando ligeramente el puente de mi nariz, realmente no podía evitarlo, era mi naturaleza. Mi garganta estalló en carcajadas nuevamente, esta vez me sujetaba el estómago y me deslicé sobre la corteza para quedar recostado sobre el suelo sin poder detener mis risas -¡¿Pero qué clase de estúpida vaca eres?! – Le pregunté en un timbre de voz elevado bastante peligroso, pues podía ser que uno de los guardias fuera a escuchar mis risas y venir corriendo, sin duda eso sería el fin de esta tan divertida noche. Acomodé mi cabello y me levanté del suelo para caminar hacia él, rodeando el árbol que aprisionaba sus cuernos de una manera juguetona – Y supongo que darte cabezazos contra el árbol era la mejor opción para hacer la tarea ¿Verdad? – Una vez estuve a sus espaldas, recargué mi trasero sobre el suyo para ‘’sentarme’’ sobre él – Y ¿Conseguiste que se hiciera? – Me crucé de brazos repasando mis labios con el dedo incide de mi mano derecha – Porque si realmente lo lograste, podría pensar en estrellar mi cabeza contra un árbol, cuernos ya tengo, así que supongo que tengo lo necesario – Me separé de él mirando cómo me ofrecía su abrigo, no me hacía sentir culpa el burlarme de él, realmente no sentía culpa de nada de lo que hacía – No tienes porqué dármelo – Desvié la mirada, mi orgullo atacaba de nuevo, pero realmente el frío me estaba jodiendo, demasiado.

Finalmente accedí de mala manera, tomé el abrigo y lo puse sobre mi cuerpo, me quedaba algo ajustado, pero hacia maravillas con el frío – Esto no impedirá que te siga molestando – Mi boca formó un arco, con un toque burlón y divertido – Al contrario – Ahora me había acomodado sobre él joven, recostando mi torso sobre su espalda y sosteniendo mi cabeza con las manos – Eres muy cómodo, me gustaría tenerte de almohada por los noches – Reí levemente, de una manera un poco tétrica – Claro, no solo te usaría de almohada – Acerqué mi rostro a su oído – También me servirías para otra cosa – Le susurré, mi garganta podría estar irritada, pero aun así no perdía ese tono tan juguetón que solía tener – Ya sabes a lo que me refiero supongo … ¿Qué dices? – Mis manos no tocarían su cuerpo, se hecho se me ocurría una mejor idea para hacerlo gritar: Aquella cola demoníaca que poseía, parecida a un látigo oscuro, salió de mi cuerpo, y comenzó a adentrarse entre las ropas del mayor lentamente enrollándose en su cintura y seguir hasta tocar la piel de su pecho, tenia el largo como para recorrer todo su cuerpo, pero comenzaría con algo ''leve'', no quería ir rápido y tampoco muy lento, pues se una forma no quedaría satisfecho y por la otra se haría muy aburrido – Por cierto, me llamo Demian – Dije sin borrar aquella sonrisa, me estaba divirtiendo, solo esperaba a que se pusiera a llorar para seguir riéndome de él, si soy malo, y más con chicos albinos, con cuernos y que tengan pasión por reventarse la cabeza contra árboles para hacer su tarea.

Acaricié su torso, esperando a escuchar aquellos gritos asustados que me encantaban tanto, y mas si provenían de algún chico lindo como el que tenia en mis manos en este momento, ahora no me preocupaban mucho los guardias, pues si se llegara a presentar alguno me haría cargo de él, a pesar de estar pasando por un gran resfriado mi fuerza no había desaparecido del todo. Mi cola se concentró en uno de sus pezones, rozando y presionando el rosado botón - Si gritas lo seguiré haciendo - Lo estaba tentando, a pesar de que quería que gritara, también quería saber cuando podía soportar el contacto físico de esta manera - ¿Y bien? - Le susurré de nuevo al oído, lamiendo toda la extensión de esta. Sentía su cuerpo tan vulnerable, y eso me gustaba, estaba a mi merced - Quizá esto te sirva como una lección para pensar dos veces el dejar tu trasero expuesto cuando hay demonios cerca - Mis manos sujetaron mi cabeza de nuevo, apoyando los codos sobre su espalda - Deberías de agradecerme por ser tan considerado contigo - Amplié mi sonrisa, poniendo mas presión sobre su pezón.


Aclaración (?):
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Mensaje por Invitado Sáb Sep 06, 2014 8:00 am

"Sabes, parece que no saldrás fácilmente de ahí, dime ¿Los cuernos vuelven a crecer?"

Al oír aquello entró en pánico. Los ojos se le abrieron de par en par por la sorpresa, si corazón latía a mil por hora. No quería que nada malo le pasara a sus cuernos, así que menos perderlos. Fruto de ese pánico volvió a intentar deshacerse de la prisión de madera que era aquel árbol.

¡No vuelven a crecer, idiota! —las lágrimas salieron de sus grandes y violáceos ojos, no pudo evitarlo. No concebía la idea de perder los cuernos—. Por favor... sácame de aquí, pero no quiero perder mis cuernos...

Ahora las sonoras carcajadas del contrario le arrancaron más lágrimas, ahora de tristeza y rabia. Sabía que no tenía dos dedos de frente, pero no le agradaba que lo insultaran de esa forma. Se mantuvo callado, sollozando mientras la risa ajena le taladraba el cerebro. Era bastante sensible con ese tema.

¡Cállate! ¡Déjame en paz! —después de darle el abrigo rompió a llorar, le estaba dando una muy mala noche, no le estaba cayendo bien ese chico.

Tragó saliva por sus palabras, sobre tenerlo de almohada y de algo más que una almohada. Realmente lo segundo no lo pilló del todo, no tenía maldad ni perversidad para pensar en el doble sentido de algunas cosas. Era un buey demasiado inocente a decir verdad. No dijo nada, pensó que la mejor idea era no entrar al trapo y no remover más el fuego. Tal y como estaban las cosas, lo mejor era mantener la boca cerrada, que todo se podría volver en su contra. Evidentemente también se negó a decirle su nombre, aunque por más que quisiera tampoco se lo pudo decir, puesto que la cola atacó en su zona quizá más sensible: sus pezones.

Una ahogado gemido salió de los labios del joven buey, continuaba llorando. Su cuerpo ahora se sentía extraño, jamás había experimentado algo como aquello. Eran sensaciones completamente nuevas para su inocente persona. Las mejillas le ardían, su cuerpo emitía un calor que era perfectamente notorio por el contrario, motivo quizá por el cual continuaba con aquellas atenciones.

Para... no sigas... —entreabrió los labios y dejó escapar otro suave gemido, esta vez en un gracioso suspiro. Sus ojos se entrecerraron con suavidad y sintió la lengua ajena delinear su oreja—. Por favor...

Continuaba rogando con la esperanza de que lo dejara libre y que por fin lo ayudase en serio a zafarse del árbol. Ya comenzaba a dolerle el cuerpo y la espalda de estar en la misma posición tanto tiempo y encima se estaba moviendo de forma brusca para tratar de quitarse a Demian de encima.

Suéltame, pervertido... —dijo entre suspiros al sentir cómo presionaba más en su rosado y sensible pezón, y lo mejor de todo es que comenzaba a sentir un suave cosquilleo en cierta parte de su cuerpo—. No te estoy agradecido... Eres muy malo conmigo...

De sus ojos continuaban saliendo algunas lágrimas y se movía con la intención de retirar al demonio de encima, pero lo único que conseguía es que el roce se hiciera mucho más notorio. Su respiración se fue agitando poco a poco, fruto de esa caricia y del calor que ahora mismo invadía su cuerpo.

Para... Me estoy sintiendo raro... —desconocía por completo esa sensación, así que fue incapaz de expresarse mejor, aunque su persona no destacaba precisamente por eso.
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