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Holis Crayolis {P. Bora}Terminado.
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Holis Crayolis {P. Bora}Terminado.
Una Navidad en verano. Nunca me lo hubiera imaginado de esa forma. Sabía bien que Australia tenía un clima demasiado diferente al de Japón y que me tenía que acostumbrar las grandes diferencias. Extraño el frío en Navidad, extraño poder usar mis hermosos abrigos, extraño poder hacer hermosos conjuntos con mis hermosos abrigos. Mi primera Navidad fuera de casa, no creo recibir obsequios este año, pues mi zorra madre me mandaba cada mes nuevos lienzos, pinturas y de vez en cuando una carta en la cual me expresaba lo mucho que me amaba y extrañaba, era algo molesto, pues realmente nunca quise a mi madre, y mucho menos en Navidad a pesar de regalarme todo lo que quería.
Pero al parecer estaba de suerte. Había escuchado que en Canberra se abría una pista de patinaje, bastante grande como para que los estudiantes de Green pudiéramos usarla libremente. Eso sin duda me emocionaba, había patinado un par de veces sobre hielo, realmente no me salía tan mal, pero ocupaba algo de práctica, solo esperaba no terminar con moretones en el trasero. Pude darme el lujo de ponerme una chaqueta de mi color favorito: Azul, con unos tenis de color rojo y agujetas blancas, aunque realmente no les ocuparía, una bufanda ligera de color blanco y por supuesto pantalones algo ajustados.
Claramente me demoré bastante en vestirme, arreglar mi cabello y pintarme las uñas, sentía que era un buen día para cambiar de esmalte. Salí de mi habitación, o más bien mi media habitación y comencé a cruzar el Hall al cual pertenecía. La temperatura no era tan baja, de hecho al paso al que caminaba sentía un poco de calor, pero bastante soportable- Sólo espero que ahí dentro esté congelando- Mencioné soltando un suspiro con clara pesadez.
Me mantenía tranquilo, realmente no tenía prisa por llegar. Prefería disfrutar del momento a pesar de estar solo. Me había acostumbrado a realizar mis actividades con la compañía de mi soledad, pues a pesar de tener muchas amistades ninguna era muy buena como para considerar una opción para compartir un gran tiempo en compañía, si quiera mi compañero de habitación, simplemente es un tema delicado para mi que prefería no tratar con nadie más, quizá soy algo egoísta.
Estiré un poco mis brazos, podía ver fácilmente el domo en el cual estaría la pista de patinaje, en ese momento una suave sonrisa se posicionó en mis labios. Apresuré el paso y pude ver que de hecho no había demasiadas personas, perfecto. Me adentré en el lugar, y tal como lo esperaba, el lugar era frío y demasiado grande, con un hermoso árbol de Navidad decorado de la manera más perfecta que pudieron idear. En ese momento me sentí como en casa. Me acerqué a uno de los encargados, el cual me dio instrucciones a seguir para poder conseguir mis patines. Me acerqué a la taquilla y como era de esperarse tuve que quitarme mi hermoso calzado rojo … bueno solo esperaba que lo cuidaran bien. Di el número de zapato que usaba y de inmediato me entregaron mis patines, me despedí de mis hermosos tenis y me dirigí rápidamente a la zona especial para ponerlos sobre mis pies, estaba emocionado, pero algo raro comenzaba a sentir. Una presencia conocida y algo inquietante para mi raza. En ese momento todo se vino abajo- Bora-
Pero al parecer estaba de suerte. Había escuchado que en Canberra se abría una pista de patinaje, bastante grande como para que los estudiantes de Green pudiéramos usarla libremente. Eso sin duda me emocionaba, había patinado un par de veces sobre hielo, realmente no me salía tan mal, pero ocupaba algo de práctica, solo esperaba no terminar con moretones en el trasero. Pude darme el lujo de ponerme una chaqueta de mi color favorito: Azul, con unos tenis de color rojo y agujetas blancas, aunque realmente no les ocuparía, una bufanda ligera de color blanco y por supuesto pantalones algo ajustados.
Claramente me demoré bastante en vestirme, arreglar mi cabello y pintarme las uñas, sentía que era un buen día para cambiar de esmalte. Salí de mi habitación, o más bien mi media habitación y comencé a cruzar el Hall al cual pertenecía. La temperatura no era tan baja, de hecho al paso al que caminaba sentía un poco de calor, pero bastante soportable- Sólo espero que ahí dentro esté congelando- Mencioné soltando un suspiro con clara pesadez.
Me mantenía tranquilo, realmente no tenía prisa por llegar. Prefería disfrutar del momento a pesar de estar solo. Me había acostumbrado a realizar mis actividades con la compañía de mi soledad, pues a pesar de tener muchas amistades ninguna era muy buena como para considerar una opción para compartir un gran tiempo en compañía, si quiera mi compañero de habitación, simplemente es un tema delicado para mi que prefería no tratar con nadie más, quizá soy algo egoísta.
Estiré un poco mis brazos, podía ver fácilmente el domo en el cual estaría la pista de patinaje, en ese momento una suave sonrisa se posicionó en mis labios. Apresuré el paso y pude ver que de hecho no había demasiadas personas, perfecto. Me adentré en el lugar, y tal como lo esperaba, el lugar era frío y demasiado grande, con un hermoso árbol de Navidad decorado de la manera más perfecta que pudieron idear. En ese momento me sentí como en casa. Me acerqué a uno de los encargados, el cual me dio instrucciones a seguir para poder conseguir mis patines. Me acerqué a la taquilla y como era de esperarse tuve que quitarme mi hermoso calzado rojo … bueno solo esperaba que lo cuidaran bien. Di el número de zapato que usaba y de inmediato me entregaron mis patines, me despedí de mis hermosos tenis y me dirigí rápidamente a la zona especial para ponerlos sobre mis pies, estaba emocionado, pero algo raro comenzaba a sentir. Una presencia conocida y algo inquietante para mi raza. En ese momento todo se vino abajo- Bora-
Última edición por Nanase el Mar Dic 30, 2014 12:30 am, editado 1 vez
Invitado- Invitado
Re: Holis Crayolis {P. Bora}Terminado.
Abrí los ojos aquella mañana, quizá, como cualquier otra. Lo que me encontré no fue, precisamente un techo alto, ventanas abiertas y el sonido del mar traído por el salino viento; mis ojos se toparon, primeramente, con las tablas blanquecinas del cielo raso de una habitación que era la mía, pero a la vez no.
Me incorporé en la cama, percatándome de que me encontraba solo dentro de aquellas cuatro paredes que hacían de sustituto de mi hogar durante las noches.
Tomé mi móvil, que se hallaba recargando batería sobre mi mesa auxiliar. Me senté en la cama y miré el horario, para variar, era casi mediodía; entonces escruté el protector de pantalla hasta dar con la fecha. Veinticuatro de diciembre.
¡Oh! El día al que los cristianos llamaban la «víspera de navidad», cerca de medianoche intercambiaban obsequios durante la transición entre la Noche Buena y el día de la natividad de su Señor.
Dejé el aparato nuevamente en su sitio y me puse de pie, dispuesto a dejar pasar mi día sin variar mi rutina de las fechas festivas o que no incluían horario escolar.
No sé cuánto tiempo estuve dentro de la habitación, pues, luego de haber lavado mi rostro, peinado mis cabellos y tendido mi cama, me dediqué a la lectura aleatoria y a escuchar algo de música, siempre en soledad y sin compromisos.
El vibrar de mi móvil interrumpió mi monótona actividad, pues me llegó un mensaje anunciando que, en el centro de la ciudad, se había instalado una pista de patinaje y un árbol de navidad de gigantescas dimensiones para celebrar esta festividad popular en occidente.
Me dije que aquel mensaje debía de ser una señal que me invitaba a realizar una actividad diurna diferente a las que acostumbraba, así que me dirigí al armario y me coloqué unos vaqueros grisáceos, una playera algo suelta de color blanco con estampados en negro; unas zapatillas azabache con detalles en amarillo y tomé un abrigo de estilo americano bordó de mangas alba.
Tomé mi, ya cargado, móvil, la billetera con algo de dinero y salí de mi habitación rumbo a la ciudad.
Parecía no haber nadie en las inmediaciones de la academia, pues la poca gente que me crucé parecía estarse marchando; esperaba que todos los que no estuviesen en el edificio tampoco se hallasen en la pista, pues, de ser así, no me pensaría dos veces el regresar a mi silenciosa habitación, donde gozaba de la más grata de todas las compañías: la mía.
Ya comenzaba a percibirse la cercanía de la gran atracción, ya que la ciudad estaba adornada de verdes, rojos y dorados; me alegró caminar en tan despoblado ambiente, cuando finalmente divisé el árbol y la pista, sentí una especie de calidez de la que jamás había sido consciente en ninguna otra parte, supongo que aquello a lo que llaman «Espíritu navideño».
Jamás había tenido la oportunidad de patinar sobre una pista de hielo, la zona de mi país en la que habitaba contaba con una temperatura invernal similar a la de las primaveras de muchos países norteños.
Me acerqué a la valla de contención que separaba el hielo del suelo firme; allí hacía más frío, así que cerré mi abrigo y caminé en dirección del lugar donde alquilaban patines; si no había nadie allí para mirarme, no perdía nada con intentar subirme sobre las cuchillas y surcar con ellas aquel estanque de hielo artificial.
Pronto me acerqué al mostrador, pagué la renta de un par de patines, aunque el hombre demoró mucho en hallar mi número, y me dirigí hacia las bancas donde se estaba permitido sentarse para ponerse el calzado.
Entonces oí mi nombre, justo detrás mío, donde se hallaba sentada una persona a la que no había prestado atención en absoluto. Me di la vuelta e inmediatamente le reconocí.
—Nanase...
Oh, genial...
Me incorporé en la cama, percatándome de que me encontraba solo dentro de aquellas cuatro paredes que hacían de sustituto de mi hogar durante las noches.
Tomé mi móvil, que se hallaba recargando batería sobre mi mesa auxiliar. Me senté en la cama y miré el horario, para variar, era casi mediodía; entonces escruté el protector de pantalla hasta dar con la fecha. Veinticuatro de diciembre.
¡Oh! El día al que los cristianos llamaban la «víspera de navidad», cerca de medianoche intercambiaban obsequios durante la transición entre la Noche Buena y el día de la natividad de su Señor.
Dejé el aparato nuevamente en su sitio y me puse de pie, dispuesto a dejar pasar mi día sin variar mi rutina de las fechas festivas o que no incluían horario escolar.
No sé cuánto tiempo estuve dentro de la habitación, pues, luego de haber lavado mi rostro, peinado mis cabellos y tendido mi cama, me dediqué a la lectura aleatoria y a escuchar algo de música, siempre en soledad y sin compromisos.
El vibrar de mi móvil interrumpió mi monótona actividad, pues me llegó un mensaje anunciando que, en el centro de la ciudad, se había instalado una pista de patinaje y un árbol de navidad de gigantescas dimensiones para celebrar esta festividad popular en occidente.
Me dije que aquel mensaje debía de ser una señal que me invitaba a realizar una actividad diurna diferente a las que acostumbraba, así que me dirigí al armario y me coloqué unos vaqueros grisáceos, una playera algo suelta de color blanco con estampados en negro; unas zapatillas azabache con detalles en amarillo y tomé un abrigo de estilo americano bordó de mangas alba.
Tomé mi, ya cargado, móvil, la billetera con algo de dinero y salí de mi habitación rumbo a la ciudad.
Parecía no haber nadie en las inmediaciones de la academia, pues la poca gente que me crucé parecía estarse marchando; esperaba que todos los que no estuviesen en el edificio tampoco se hallasen en la pista, pues, de ser así, no me pensaría dos veces el regresar a mi silenciosa habitación, donde gozaba de la más grata de todas las compañías: la mía.
Ya comenzaba a percibirse la cercanía de la gran atracción, ya que la ciudad estaba adornada de verdes, rojos y dorados; me alegró caminar en tan despoblado ambiente, cuando finalmente divisé el árbol y la pista, sentí una especie de calidez de la que jamás había sido consciente en ninguna otra parte, supongo que aquello a lo que llaman «Espíritu navideño».
Jamás había tenido la oportunidad de patinar sobre una pista de hielo, la zona de mi país en la que habitaba contaba con una temperatura invernal similar a la de las primaveras de muchos países norteños.
Me acerqué a la valla de contención que separaba el hielo del suelo firme; allí hacía más frío, así que cerré mi abrigo y caminé en dirección del lugar donde alquilaban patines; si no había nadie allí para mirarme, no perdía nada con intentar subirme sobre las cuchillas y surcar con ellas aquel estanque de hielo artificial.
Pronto me acerqué al mostrador, pagué la renta de un par de patines, aunque el hombre demoró mucho en hallar mi número, y me dirigí hacia las bancas donde se estaba permitido sentarse para ponerse el calzado.
Entonces oí mi nombre, justo detrás mío, donde se hallaba sentada una persona a la que no había prestado atención en absoluto. Me di la vuelta e inmediatamente le reconocí.
—Nanase...
Oh, genial...
Invitado- Invitado
Re: Holis Crayolis {P. Bora}Terminado.
Tal y cómo me lo esperaba. Darwich tiene un alma inolvidable, cualquier demonio u otra raza especial le podría sentir a metros. Suspiré un poco, me parecía curioso que él también pudiera reconocerme, al menos mi voz claro- No sabía que podías patinar - Dije prestando más atención en mis patines, les ajustaba bien para no lastimarme algún hueso o algo. Hice lo mismo con el segundo, bien ajustado. Miré por un segundo las cuchillas de los patines, parecían demasiado afiladas y estaban en un muy buen estado, de hecho los patines parecían nuevos. Coloqué ambos pies en el suelo, solo esperaba poder caminar sin caerme y hacer el ridículo frente el rubio más alto y más idiota.
Finalmente me levante del asiento. No era tan difícil realmente, sólo es cuestión de equilibrio. Di un par de pasos tambaleándome un poco pero al tercero finalmente pude avanzar decentemente. Me sujeté de la barandilla antes de poner un pie en el hielo y miré a Bora con una suave sonrisa. - Sólo no te caigas o realmente moriré de risa- Dicho esto, finalmente me adentré en el hielo, sin duda era más difícil que caminar con las cuchillas en el suelo firme. Abrí un poco mis brazos para darme equilibrio y comenzar a deslizarme sobre la superficie helada. Puedo decir que mi relación con Bora ha mejorado bastante, aún seguimos peleando por cosas insignificantes pero mi odio por él ha bajado a un … 5% que a comparación con nuestros primes encuentros es un milagro.
Suaves movimientos de mis piernas, impulsándome con tranquilidad mientras rodeaba el gran árbol que había en medio de la pista de patinaje. Su altura era impresionante, obviamente no era real. Me acerqué hasta tocar sus ramas y para mi sorpresa era realmente un pino gigantesco, me pregunto cuanto tiempo ha tardado en crecer. Pude ver mi reflejo en una de las esferas, era evidente más grande que mi cabeza - Oh, hasta en una esfera realmente me veo bien - Dije vanidoso arreglando un poco el flequillo. Me alejé y seguí girando alrededor del inmenso árbol.
Pasando algunos instantes, me sentí bastante confiado con esto de patinar sobre hielo, creía poder ir un poco más rápido y dar una vuelta al árbol en segundos, y así fue. Tomando un gran impulso avancé sobre el hielo a gran velocidad, movimiento mis brazos y con la espalda ligeramente curva hacia abajo rápidamente conseguí velocidad. Sentía mis pies despegarse del suelo, era una sensación de libertad, de que podrías hacer lo que sea. Di un par de vueltas más al árbol, era genial y todo pero también bastante agotador. Me detuve poco a poco siguiendo recto hasta llegar a una de las esquinas de la pista y finalmente detenerme. Tenía mi respiración un poco agitada y podía ver mi aliento manifestarse en la forma de una pequeña nube de vapor al salir de mi boca.
Por un momento casi me olvido de que Bora seguía ahí, le miré un poco curioso, pues no había entrado, a la pista en todo el tiempo que yo estuve volando por todo el lugar. Arqueé una ceja y finalmente decidí acercarme a Darwich- Hey … ¿Por qué no entras? - Me detuve sujetándome de la barandilla para principiantes y así evitar caerme. No apartaba la vista de Bora, comenzaba a sospechar que : - No sabes patinar ¿Verdad?.-
Evité reírme de él sabía que su orgullo era demasiado alto, aún más que él. Me aclaré la garganta y me pasé la mano por el rostro para expulsar algún rastro de burla de mi cara. Suspiré y le miré nuevamente - Bueno, que valiente venir aquí sin saber- Me encogí de hombros, no quería dejarle sólo ahí pero tampoco quería dejar de patinar a gran velocidad, en fin, no tenía de otra. Me acerqué más y tomé sus manos tirando un poco de ellas- Vamos, te ayudaré - Le dije animándole un poco. Solo esperaba no caerme con él, sin duda dolería.
Finalmente me levante del asiento. No era tan difícil realmente, sólo es cuestión de equilibrio. Di un par de pasos tambaleándome un poco pero al tercero finalmente pude avanzar decentemente. Me sujeté de la barandilla antes de poner un pie en el hielo y miré a Bora con una suave sonrisa. - Sólo no te caigas o realmente moriré de risa- Dicho esto, finalmente me adentré en el hielo, sin duda era más difícil que caminar con las cuchillas en el suelo firme. Abrí un poco mis brazos para darme equilibrio y comenzar a deslizarme sobre la superficie helada. Puedo decir que mi relación con Bora ha mejorado bastante, aún seguimos peleando por cosas insignificantes pero mi odio por él ha bajado a un … 5% que a comparación con nuestros primes encuentros es un milagro.
Suaves movimientos de mis piernas, impulsándome con tranquilidad mientras rodeaba el gran árbol que había en medio de la pista de patinaje. Su altura era impresionante, obviamente no era real. Me acerqué hasta tocar sus ramas y para mi sorpresa era realmente un pino gigantesco, me pregunto cuanto tiempo ha tardado en crecer. Pude ver mi reflejo en una de las esferas, era evidente más grande que mi cabeza - Oh, hasta en una esfera realmente me veo bien - Dije vanidoso arreglando un poco el flequillo. Me alejé y seguí girando alrededor del inmenso árbol.
Pasando algunos instantes, me sentí bastante confiado con esto de patinar sobre hielo, creía poder ir un poco más rápido y dar una vuelta al árbol en segundos, y así fue. Tomando un gran impulso avancé sobre el hielo a gran velocidad, movimiento mis brazos y con la espalda ligeramente curva hacia abajo rápidamente conseguí velocidad. Sentía mis pies despegarse del suelo, era una sensación de libertad, de que podrías hacer lo que sea. Di un par de vueltas más al árbol, era genial y todo pero también bastante agotador. Me detuve poco a poco siguiendo recto hasta llegar a una de las esquinas de la pista y finalmente detenerme. Tenía mi respiración un poco agitada y podía ver mi aliento manifestarse en la forma de una pequeña nube de vapor al salir de mi boca.
Por un momento casi me olvido de que Bora seguía ahí, le miré un poco curioso, pues no había entrado, a la pista en todo el tiempo que yo estuve volando por todo el lugar. Arqueé una ceja y finalmente decidí acercarme a Darwich- Hey … ¿Por qué no entras? - Me detuve sujetándome de la barandilla para principiantes y así evitar caerme. No apartaba la vista de Bora, comenzaba a sospechar que : - No sabes patinar ¿Verdad?.-
Evité reírme de él sabía que su orgullo era demasiado alto, aún más que él. Me aclaré la garganta y me pasé la mano por el rostro para expulsar algún rastro de burla de mi cara. Suspiré y le miré nuevamente - Bueno, que valiente venir aquí sin saber- Me encogí de hombros, no quería dejarle sólo ahí pero tampoco quería dejar de patinar a gran velocidad, en fin, no tenía de otra. Me acerqué más y tomé sus manos tirando un poco de ellas- Vamos, te ayudaré - Le dije animándole un poco. Solo esperaba no caerme con él, sin duda dolería.
Invitado- Invitado
Re: Holis Crayolis {P. Bora}Terminado.
Acabé de calzarme los patines y realmente consideré la opción de quitármelos, devolverlos y marcharme de ese lugar de regreso a mi solitaria habitación.
De todas las personas frente a las cuales me permitiría humillarme, la última y por muy lejos sería Nanase; tenía extrema confianza en mí mismo, pero sabía que jamás había tocado el hielo con un esquí y la idea de pararme sobre dos cuchillas en agua congelada no sonaba a una gran idea.
Permanecí sentado mirando el suelo, iniciando un debate muy dificultoso entre mi orgullo y mi lado racional; si no quería caer y, a raíz de ello, provocarme una posible lesión en el cuerpo y, además, dar un patético espectáculo delante de Nanase, lo mejor sería marcharme cuanto antes; pero, por otro lado, la confianza que me tenía era casi irrefutable y, por ello, estaba completamente seguro de que podría lograrlo sin resbalar. Mis preocupaciones eran confusas, pues siempre acababa por ganar la confianza y los errores cometidos llevaban a discusiones con quien fuera que se burlase de mí; porque nadie podía reírse de alguien tan perfecto, quien primero debería de estallar en carcajadas, en ese caso sería yo, pues, ¿qué parte de todas las personas tenía punto de comparación conmigo? ¡Ninguno! ¡Ja!
La voz de Nanase interrumpió aquella telaraña de pensamientos y acabé por levantar la cabeza y mirarle a los ojos. A su pregunta suspiré indiferente, estaba a punto de formular una excusa para largarme cuando oí su conclusión. Lo miré sorprendido y casi avergonzado —algo ilusorio, en realidad, pues yo no podría sentirme avergonzado de nada—.
Pronto me vi capturado por sus manos y arrastrado al interior de la pista de patinaje, caminar sobre el suelo con los patines no se me presentó dificultoso, era una cuestión de equilibrio, algo con lo que muy bien contaba. Ya sobre el hielo, la estabilidad que había mantenido se hizo añicos y solté rápidamente las manos del joven para tomarme de la barandilla.
Respirando con agitación, me paré de frente al exterior de la pista, con las manos aferradas a aquel pequeño muro artificial que servía de contensor para la pista, y miré mis pies, comencé a hacer movimientos de avanzada y retroceso para acostumbrarme a la sensación del hielo bajo mis pies.
Solté un suspiro, sabiendo perfectamente que debería de contar con la ayuda de Nanase para poder comenzar a avanzar sin sostenerme de nada. Me di la vuelta y le eché una mirada, recostando mi peso sobre la barandilla. No estaba de ánimos para pelear con él, ya hacía tiempo que los había perdido y las últimas experiencias vividas en su compañía no habían sido detestables.
—Oh, bueno... supongo que no hay otra opción si realmente quiero lograr hacer esto. Muéstrame cómo patinas.
Apenas sí había personas dentro y fuera de la pista, lo que resultaba muy curioso y, a su vez, daba una relajante impresión de privacidad que comenzaba a incentivarme a intentarlo realmente.
De todas las personas frente a las cuales me permitiría humillarme, la última y por muy lejos sería Nanase; tenía extrema confianza en mí mismo, pero sabía que jamás había tocado el hielo con un esquí y la idea de pararme sobre dos cuchillas en agua congelada no sonaba a una gran idea.
Permanecí sentado mirando el suelo, iniciando un debate muy dificultoso entre mi orgullo y mi lado racional; si no quería caer y, a raíz de ello, provocarme una posible lesión en el cuerpo y, además, dar un patético espectáculo delante de Nanase, lo mejor sería marcharme cuanto antes; pero, por otro lado, la confianza que me tenía era casi irrefutable y, por ello, estaba completamente seguro de que podría lograrlo sin resbalar. Mis preocupaciones eran confusas, pues siempre acababa por ganar la confianza y los errores cometidos llevaban a discusiones con quien fuera que se burlase de mí; porque nadie podía reírse de alguien tan perfecto, quien primero debería de estallar en carcajadas, en ese caso sería yo, pues, ¿qué parte de todas las personas tenía punto de comparación conmigo? ¡Ninguno! ¡Ja!
La voz de Nanase interrumpió aquella telaraña de pensamientos y acabé por levantar la cabeza y mirarle a los ojos. A su pregunta suspiré indiferente, estaba a punto de formular una excusa para largarme cuando oí su conclusión. Lo miré sorprendido y casi avergonzado —algo ilusorio, en realidad, pues yo no podría sentirme avergonzado de nada—.
Pronto me vi capturado por sus manos y arrastrado al interior de la pista de patinaje, caminar sobre el suelo con los patines no se me presentó dificultoso, era una cuestión de equilibrio, algo con lo que muy bien contaba. Ya sobre el hielo, la estabilidad que había mantenido se hizo añicos y solté rápidamente las manos del joven para tomarme de la barandilla.
Respirando con agitación, me paré de frente al exterior de la pista, con las manos aferradas a aquel pequeño muro artificial que servía de contensor para la pista, y miré mis pies, comencé a hacer movimientos de avanzada y retroceso para acostumbrarme a la sensación del hielo bajo mis pies.
Solté un suspiro, sabiendo perfectamente que debería de contar con la ayuda de Nanase para poder comenzar a avanzar sin sostenerme de nada. Me di la vuelta y le eché una mirada, recostando mi peso sobre la barandilla. No estaba de ánimos para pelear con él, ya hacía tiempo que los había perdido y las últimas experiencias vividas en su compañía no habían sido detestables.
—Oh, bueno... supongo que no hay otra opción si realmente quiero lograr hacer esto. Muéstrame cómo patinas.
Apenas sí había personas dentro y fuera de la pista, lo que resultaba muy curioso y, a su vez, daba una relajante impresión de privacidad que comenzaba a incentivarme a intentarlo realmente.
Invitado- Invitado
Re: Holis Crayolis {P. Bora}Terminado.
Estaba atento ante los movimientos de Bora, le sujetaba las manos de manera firme para evitar que se cayera de alguna manera me gustaba que este chico rubio dependiera de mi para poder desplazarse por el hielo - Cálmate Bora - Le decía con ánimos, pero al parecer su desequilibrio por el hielo tomaba la victoria. Me enderecé al momento en el que Bora soltó mis manos y se sujetó de la barandilla para no caer. Me encogí de hombros un poco decepcionado, estaba consiente de que yo no soy el mejor maestro del mundo, y mucho menos enseñando a patinar a alguien sobre cuchillas afiladas y en una supervise resbaladiza. Solté un suspiro mientras me cruzaba de brazos sin despegar mi vista de Bora.
Me sentía ahora bastante confiando sobre el hielo, tenía completamente el control de mis patines y de mis pies, incluso podía sentir que era capaz de balar un fragmento del lago de los cisnes sobre hielo (?) pero no creo que eso sea la más conveniente, teniendo a mi amigo rubio sujetado de las barandillas. Miré sus pies y después su rostro, escuchando la petición - No sabría cómo enseñarte a patinar, Bora. Pero algo que sí puedo hacer es no dejar que tu trasero toque el hielo - Solté una risa tranquila deslizando mis pies girando en media luna alrededor de Bora - Sólo inténtalo, no te dejaré caer ¿Sí? - Me aparté un poco del rubio y comencé a deslizarme sobre el hielo frente de él - No sé cómo explicarlo, sólo tienes que mover tus pies así e impulsarte con los brazos hacia enfrente - Mientras hablaba le mostraba el cómo hacer cada cosa, movía mis pies tomando impulso y al igual que los brazos para hacer equilibrio - Realmente no sé por qué se curvas la espalda, pero supongo que es para no tener tanta resistencia con el hielo-
En la demostración me emocioné un poco, de nuevo me vi cautivado por patinar a una alta velocidad alrededor de aquel árbol tan gigantesco, y así fue, no resistí el deseo y me dispuse a rodear de nuevo el gran árbol, perdiendo de vista a mi rubio amigo. Me perdí nuevamente en la altura del árbol, simplemente increíble, pero sentí mi cuerpo impactar con algunas de las personas que habían llegado a patinar en la pista, al parecer era mucho más alto, cosa que me hizo caer y estampar mi trasero en el hielo - Lo … siento - Me sobé un poco la espalda y tan rápido como caí fui levantado, también recibí unas palmadas en la cabeza de una mano enorme y una tercera en la espalda que me sirvió de impulso, de hecho me sacó el aire. Miré por encima de mi cabeza, era un hombre algo y algo robusto, se miraba bastante cómico pues los patines a comparación de su cuerpo parecían que fuesen a explotar.
Finalmente salí sobando mi trasero, y me acerqué a Bora, el cual se me había olvidado por un momento - Y … así se hace - Prefería mantener oculto el hecho de que me había tropezado con alguien, pues eso sin duda me daría mala imagen como patinador. Me acerqué a la barandilla y me subí en ella para recostar mi ligero peso - ¿ Estas listo? - Le pregunté con una sonrisa en los labios mientras le miraba de reojo. El frío le asentaba bien supongo, se miraba un poco diferente, quizá sea el hecho de que ya no tenemos tantos conflictos como antes, y nuestra relación comenzaba a mejorar. Ahora que había visto un lado diferente de este rubio realmente era bastante grata su compañía, y de hecho me gustaba.
Me sentía ahora bastante confiando sobre el hielo, tenía completamente el control de mis patines y de mis pies, incluso podía sentir que era capaz de balar un fragmento del lago de los cisnes sobre hielo (?) pero no creo que eso sea la más conveniente, teniendo a mi amigo rubio sujetado de las barandillas. Miré sus pies y después su rostro, escuchando la petición - No sabría cómo enseñarte a patinar, Bora. Pero algo que sí puedo hacer es no dejar que tu trasero toque el hielo - Solté una risa tranquila deslizando mis pies girando en media luna alrededor de Bora - Sólo inténtalo, no te dejaré caer ¿Sí? - Me aparté un poco del rubio y comencé a deslizarme sobre el hielo frente de él - No sé cómo explicarlo, sólo tienes que mover tus pies así e impulsarte con los brazos hacia enfrente - Mientras hablaba le mostraba el cómo hacer cada cosa, movía mis pies tomando impulso y al igual que los brazos para hacer equilibrio - Realmente no sé por qué se curvas la espalda, pero supongo que es para no tener tanta resistencia con el hielo-
En la demostración me emocioné un poco, de nuevo me vi cautivado por patinar a una alta velocidad alrededor de aquel árbol tan gigantesco, y así fue, no resistí el deseo y me dispuse a rodear de nuevo el gran árbol, perdiendo de vista a mi rubio amigo. Me perdí nuevamente en la altura del árbol, simplemente increíble, pero sentí mi cuerpo impactar con algunas de las personas que habían llegado a patinar en la pista, al parecer era mucho más alto, cosa que me hizo caer y estampar mi trasero en el hielo - Lo … siento - Me sobé un poco la espalda y tan rápido como caí fui levantado, también recibí unas palmadas en la cabeza de una mano enorme y una tercera en la espalda que me sirvió de impulso, de hecho me sacó el aire. Miré por encima de mi cabeza, era un hombre algo y algo robusto, se miraba bastante cómico pues los patines a comparación de su cuerpo parecían que fuesen a explotar.
Finalmente salí sobando mi trasero, y me acerqué a Bora, el cual se me había olvidado por un momento - Y … así se hace - Prefería mantener oculto el hecho de que me había tropezado con alguien, pues eso sin duda me daría mala imagen como patinador. Me acerqué a la barandilla y me subí en ella para recostar mi ligero peso - ¿ Estas listo? - Le pregunté con una sonrisa en los labios mientras le miraba de reojo. El frío le asentaba bien supongo, se miraba un poco diferente, quizá sea el hecho de que ya no tenemos tantos conflictos como antes, y nuestra relación comenzaba a mejorar. Ahora que había visto un lado diferente de este rubio realmente era bastante grata su compañía, y de hecho me gustaba.
- Quizá:
Un fragmento del Lago de los Cisnes.
La caída del árbol gigante
Un momento muy gei(?)
Invitado- Invitado
Re: Holis Crayolis {P. Bora}Terminado.
Contemplé con detenimiento cada movimiento que Nanase realizaba, observé el cómo sus pies se deslizaban sobre el hielo, aquella leve inclinación de sus tobillos hacia afuera que le permitía mantenerse de pie sobre tan delgada superficie; también me percaté del movimiento de sus brazos a la par de su avance, otro factor que permitía contemplar el balance del cuerpo, me fijé en la oscilación de su cabello y su vestimenta; aunque allí no había nada que me pudiese instruir, simplemente consideré que el color de su melena azabache sentaba muy bien como primer plano de un fondo blanquecino y navideño.
Cuando se apartó y comenzó a girar alrededor de la pista, en ningún momento despegué la mirada de su figura, ahora a otro tipo de velocidad, la inclinación de su torso era diferente, el movimiento de sus pies más pausado y distanciado y sus brazos apenas acompañaban a su cuerpo más que para mantenerlo erguido. Aunque el árbol gigantesco de navidad bloqueaba mi visión, pude divisar su colisión con un robusto sujeto, también el intercambio de palabras y, aunque no pude captar a la perfección la caída, supe por cómo se acercaba de regreso, que se había golpeado el trasero.
Le eché una última mirada a su delgada figura, reprimiendo la risa que me provocaba el pensar en su pequeño accidente.
—Algo así... ¡espera!— Le indiqué con mis manos que retrocediera y se quedara estático. —Quédate ahí, yo intentaré llegar hasta ti por mi cuenta.
Inspiré el aire helado y lo exhalé con lentitud al tiempo en que comenzaba a avanzar. Según había mencionado Nanase, él no me dejaría caer, no era que realmente esperara que me salvara, de hecho, prefería caer a ser sostenido por sus brazos, pero me infundía una especie de confianza que, al menos, me permitía dirigirme hacia él como apoyo, pues sabía que no me abandonaría una vez lo alcanzara.
Me solté de la barandilla y, recordando todos y cada uno de los movimientos del moreno, los adapté a las longitudes de mi cuerpo y comencé a avanzar, torpemente, pero equilibrado al menos. Pronto conseguí descifrar el acompañamiento que debía de realizar con mi cuerpo para facilitar a mis pies desplazarse, aunque el deslizarme por el hielo de aquella manera me hacía ver como un completo idiota, logré alcanzar los brazos de Nanase sin resbalar.
Me aferré de los hombros del más bajo, encontrando la posición correcta para mantenerme de pie.
—Supongo que no ha estado tan mal, ¿no crees?— Mencioné orgulloso de mi rápido progresar.
Algo más apartado de la barandilla tuve una imagen más cercana del árbol de navidad, era bellísimo; su altura se imponía con magnificencia, pero, al ser una planta viva, su color verdusco era tan intenso y vital, muy bien combinado con sus adornos.
Sentí la urgencia de acercarme hasta encontrarme debajo de sus ramas y así poder tocar sus delgadas hojas.
—¿Nanase? ¿Me acompañarías al centro de la pista?
Sin esperar respuesta por su parte, lo tomé de la mano y comencé a avanzar torpemente, pronto encontré el equilibrio y fui capaz de patinar con algo más de compostura; estando ya casi debajo del adornado follaje, divisé nuestro reflejo en una de las enormes bolas doradas que colgaban de él. Sin duda contrastábamos a la perfección sobre aquel manto blanco de hielo; me detuve para mirarlo con mayor detenimiento, por algún motivo, y aunque aquello no tuviese sentido, me sentí en casa y, sin notarlo, oprimí con mayor fuerza la mano de Nanase.
Cuando se apartó y comenzó a girar alrededor de la pista, en ningún momento despegué la mirada de su figura, ahora a otro tipo de velocidad, la inclinación de su torso era diferente, el movimiento de sus pies más pausado y distanciado y sus brazos apenas acompañaban a su cuerpo más que para mantenerlo erguido. Aunque el árbol gigantesco de navidad bloqueaba mi visión, pude divisar su colisión con un robusto sujeto, también el intercambio de palabras y, aunque no pude captar a la perfección la caída, supe por cómo se acercaba de regreso, que se había golpeado el trasero.
Le eché una última mirada a su delgada figura, reprimiendo la risa que me provocaba el pensar en su pequeño accidente.
—Algo así... ¡espera!— Le indiqué con mis manos que retrocediera y se quedara estático. —Quédate ahí, yo intentaré llegar hasta ti por mi cuenta.
Inspiré el aire helado y lo exhalé con lentitud al tiempo en que comenzaba a avanzar. Según había mencionado Nanase, él no me dejaría caer, no era que realmente esperara que me salvara, de hecho, prefería caer a ser sostenido por sus brazos, pero me infundía una especie de confianza que, al menos, me permitía dirigirme hacia él como apoyo, pues sabía que no me abandonaría una vez lo alcanzara.
Me solté de la barandilla y, recordando todos y cada uno de los movimientos del moreno, los adapté a las longitudes de mi cuerpo y comencé a avanzar, torpemente, pero equilibrado al menos. Pronto conseguí descifrar el acompañamiento que debía de realizar con mi cuerpo para facilitar a mis pies desplazarse, aunque el deslizarme por el hielo de aquella manera me hacía ver como un completo idiota, logré alcanzar los brazos de Nanase sin resbalar.
Me aferré de los hombros del más bajo, encontrando la posición correcta para mantenerme de pie.
—Supongo que no ha estado tan mal, ¿no crees?— Mencioné orgulloso de mi rápido progresar.
Algo más apartado de la barandilla tuve una imagen más cercana del árbol de navidad, era bellísimo; su altura se imponía con magnificencia, pero, al ser una planta viva, su color verdusco era tan intenso y vital, muy bien combinado con sus adornos.
Sentí la urgencia de acercarme hasta encontrarme debajo de sus ramas y así poder tocar sus delgadas hojas.
—¿Nanase? ¿Me acompañarías al centro de la pista?
Sin esperar respuesta por su parte, lo tomé de la mano y comencé a avanzar torpemente, pronto encontré el equilibrio y fui capaz de patinar con algo más de compostura; estando ya casi debajo del adornado follaje, divisé nuestro reflejo en una de las enormes bolas doradas que colgaban de él. Sin duda contrastábamos a la perfección sobre aquel manto blanco de hielo; me detuve para mirarlo con mayor detenimiento, por algún motivo, y aunque aquello no tuviese sentido, me sentí en casa y, sin notarlo, oprimí con mayor fuerza la mano de Nanase.
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Re: Holis Crayolis {P. Bora}Terminado.
Limpié los restos de hielo que habían quedado impregnados en la tela de mi pantalón a causa de mi extraña caía. Aquel sujeto era tan enorme y no había sido capaz de verlo o sentir su presencia, di gracias de que él no hubiese caído también y aplastado mi cuerpo, ese hubiera sido mi fin, uno no muy bonito sin duda. Solté un suspiro ahora dirigiendo mis manos a la cabeza, aquellas palmadas habían dolido un poco.
Me alteré un poco ante el grito que lanzó Bora - ¿Qué? - Después me percaté de que intentaría llegar hasta mi. Eso me hizo sonreír un poco. Muchas bromas pasaron por mi cabeza, como el alejarme cada vez más, o apartarme en cuando él estuviera a punto de tocarme y otras más, lo hubiese hecho en el pasado; pero realmente Bora no me había dado las suficientes razones como para hacerlo. - Vale, sólo no intentes ir tan rápido o empujar demasiado, así sólo conseguir caerte -Le mencioné mientras observaba a Bora avanzar. Extendí un poco mis brazos para atraparle y así evitar que cayera, pero la diferencia de tamaños era evidente, lo más que podía hacer por él servirse como una maldita barandilla para principiantes, le sujeté por la cintura mientras soltaba unas cuantas risas ante su comentario - La primera vez que puse un pie en el hielo no me fue tan bien como a ti - Le confesé, sentí como la sangre me subía a la cabeza, realmente no sé por qué me sonrojé, pero quiero pensar que es por la confesión que hice y no por tener a Bora tan cerca y de esa manera.
Me hubiese gustado decirle que sí a Bora, pero fui arrastrado por su torpe patinar hasta el centro de la pista de patinaje. Ya había visto el árbol varias veces, pero a pesar de eso, cada ve que me acercaba me cautivaba su altura y el perfecto color verde de sus ramas. A demás de tener aquellas gigantescas esferas colgando del árbol. Mi vista se fijó en una de las esferas en las que Bora y yo nos reflejábamos juntos, aproveché para acomodar un poco de mi cabello, servían bien como espejo a decir verdad - Quiero llevarme una a mi habitación- Le dije un poco bromista.
Mi vista se fijó en ambas manos ¿Qué era lo que ocurría con Bora? Sabía que sus ganas de pelear conmigo se habían muerto hace tiempo como las mías, pero esto era algo nuevo, había cambiado completamente desde la última vez que limpiábamos el baño de los gimnasios por última vez, me gustaba este Bora, quiero decir, puede ser bastante agradable su compañía cuando no es tan narcisista realmente, pero yo sabía que lo único que existía en el mundo era solamente él, que el primer puesto en su corazón lo ocupaba él, de hecho lo había dicho antes, lo recuerdo bastante bien. Es difícil para mi el reprimir emociones, pero ya había vivido demasiadas decepciones antes, no quiero otra. No apreté su mano de la misma manera.
Solté un suspiro y me froté un poco la nariz con mi mano libre, comenzaba a tonarse un poco rosada por el frío. Sacudí un poco la cabeza para apartar todos los demás pensamientos y concentrarme en … bueno realmente no tenía nada en que concentrarme - Bora, veamos si ya estas listo para dar una vuelta en la pista - Dicho esto le jalé para alejarnos de aquella esfera gigante en la que nos reflejábamos. Me detuve y encontrando la forma de liberar mi mano de la suya, le fijé la mirada - Bien, trata de avanzar por la pista y yo te seguiré de cerca, así si estas a punto de caerte te ayudaré ¿vale? - No esperé respuesta alguna de él. Puse mis manos en la espalda de Bora y le di un pequeño empujón para que comenzara a deslizarse sobre el hielo. No me aparté de él mientras patinaba e incluso extendía mis manos para ofrecerle la ayuda cuando perdía el equilibrio - Vas mejorando Darwich- Solté una leve risa sin despegar mi vista de él; pero el monstruo de las emociones atacó nuevamente, mirar a Bora de esa manera me causaba algo, no sé cómo explicarlo, pero no me gusta sentir este tipo de cosas y mucho menos con este idiota rubio. Odio tener una parte humana.
Me alteré un poco ante el grito que lanzó Bora - ¿Qué? - Después me percaté de que intentaría llegar hasta mi. Eso me hizo sonreír un poco. Muchas bromas pasaron por mi cabeza, como el alejarme cada vez más, o apartarme en cuando él estuviera a punto de tocarme y otras más, lo hubiese hecho en el pasado; pero realmente Bora no me había dado las suficientes razones como para hacerlo. - Vale, sólo no intentes ir tan rápido o empujar demasiado, así sólo conseguir caerte -Le mencioné mientras observaba a Bora avanzar. Extendí un poco mis brazos para atraparle y así evitar que cayera, pero la diferencia de tamaños era evidente, lo más que podía hacer por él servirse como una maldita barandilla para principiantes, le sujeté por la cintura mientras soltaba unas cuantas risas ante su comentario - La primera vez que puse un pie en el hielo no me fue tan bien como a ti - Le confesé, sentí como la sangre me subía a la cabeza, realmente no sé por qué me sonrojé, pero quiero pensar que es por la confesión que hice y no por tener a Bora tan cerca y de esa manera.
Me hubiese gustado decirle que sí a Bora, pero fui arrastrado por su torpe patinar hasta el centro de la pista de patinaje. Ya había visto el árbol varias veces, pero a pesar de eso, cada ve que me acercaba me cautivaba su altura y el perfecto color verde de sus ramas. A demás de tener aquellas gigantescas esferas colgando del árbol. Mi vista se fijó en una de las esferas en las que Bora y yo nos reflejábamos juntos, aproveché para acomodar un poco de mi cabello, servían bien como espejo a decir verdad - Quiero llevarme una a mi habitación- Le dije un poco bromista.
Mi vista se fijó en ambas manos ¿Qué era lo que ocurría con Bora? Sabía que sus ganas de pelear conmigo se habían muerto hace tiempo como las mías, pero esto era algo nuevo, había cambiado completamente desde la última vez que limpiábamos el baño de los gimnasios por última vez, me gustaba este Bora, quiero decir, puede ser bastante agradable su compañía cuando no es tan narcisista realmente, pero yo sabía que lo único que existía en el mundo era solamente él, que el primer puesto en su corazón lo ocupaba él, de hecho lo había dicho antes, lo recuerdo bastante bien. Es difícil para mi el reprimir emociones, pero ya había vivido demasiadas decepciones antes, no quiero otra. No apreté su mano de la misma manera.
Solté un suspiro y me froté un poco la nariz con mi mano libre, comenzaba a tonarse un poco rosada por el frío. Sacudí un poco la cabeza para apartar todos los demás pensamientos y concentrarme en … bueno realmente no tenía nada en que concentrarme - Bora, veamos si ya estas listo para dar una vuelta en la pista - Dicho esto le jalé para alejarnos de aquella esfera gigante en la que nos reflejábamos. Me detuve y encontrando la forma de liberar mi mano de la suya, le fijé la mirada - Bien, trata de avanzar por la pista y yo te seguiré de cerca, así si estas a punto de caerte te ayudaré ¿vale? - No esperé respuesta alguna de él. Puse mis manos en la espalda de Bora y le di un pequeño empujón para que comenzara a deslizarse sobre el hielo. No me aparté de él mientras patinaba e incluso extendía mis manos para ofrecerle la ayuda cuando perdía el equilibrio - Vas mejorando Darwich- Solté una leve risa sin despegar mi vista de él; pero el monstruo de las emociones atacó nuevamente, mirar a Bora de esa manera me causaba algo, no sé cómo explicarlo, pero no me gusta sentir este tipo de cosas y mucho menos con este idiota rubio. Odio tener una parte humana.
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Re: Holis Crayolis {P. Bora}Terminado.
Por un momento perdí la estabilidad, cuando Nanase empujó mi cuerpo hacia adelante, temí caer de alguna forma bellamente patética pero, agitando los brazos, logré mantenerme erguido.
—Gracias por los ánimos.— Comenté con algo de sarcasmo, pero, poco a poco, logré avanzar con seguridad, no temiendo caer y lastimar mi cuerpo; en cierto modo porque confiaba plenamente en mis habilidades y, por otra parte —que no quería aceptar del todo— porque sabía que Nanase se encontraba a mis espaldas y que él estaría allí para sostenerme.
Ya habiendo recorrido un cuarto de la pista, comencé a perder el interés en ello, el escenario a mis alrededores era muy bonito y el viento gélido que golpeaba mi rostro era irónicamente agradable, pero algo me faltaba y supe de qué se trataba en cuanto me fijé en las personas que nos rodeaban. Todas se encontraban de a grupos o en parejas, claro que no eran muchas, pero quizá por eso destacaba tanto el hecho de que no estuvieran solas. ¿Por qué me sentía así, entonces, si a mis espaldas se encontraba Nanase?
Aminoré la marcha y busqué emparejarme a la velocidad del joven, colocándome a su lado.
Su rostro se veía deformado por la preocupación, ¿qué de todo aquello podía afectar así a mi compañero? ¿Cómo era posible que pudiese despegar la atención de mi persona?
Pasé mi brazo por sobre su hombro y acerqué nuestros cuerpos, intentando no caer en el acto.
Nanase emanaba cierta calidez que la mitad de mi cuerpo tuvo la posibilidad de percibir, era dificultoso patinar de aquella manera, pero necesitaba atención y no me agradaba ver a aquel joven cabizbajo, no sabía porqué y no esperaba averiguarlo.
—¿Qué sucede, ya has caído por mí?— Solté una carcajada ante aquella idea, sin dudas parecía algo imposible; aunque en el fondo, allí en lo más profundo de mi ser, donde se ocultan las cosas que no quiero aceptar, ansiaba que algo así sucediese, ¿quién podría imaginar en qué acabaría aquello? Tal vez la destrucción de la ciudad.
Me aparté de él y lo tomé por una mano, comenzando a patinar hacia el centro de la pista nuevamente.
—¿Sabes dar vueltas sobre estas cosas? Intentémoslo, sería divertido.
Me detuve y, torpemente, clavé las cuchillas sobre el hielo para poder darme la vuelta y quedar frente a frente con Nanase. Le miré a los ojos desde mi altura y sonreí de lado, a espera de alguna indicación.
El mundo parecía haber desaparecido a mi alrededor, sólo era capaz de oír el sonido de los cascabeles agitándose a causa del viento en lo alto del árbol de navidad y apenas leves murmullos eran captados por mis oídos, provenientes de los reducidos grupos de personas que merodeaban en los alrededores.
Quizá no fuese tan pagano disfrutar de la navidad, supuse que significaba algo más allá de la celebración del origen de una religión que no compartía; parecía estimular al encuentro, un incentivo a gozar de la felicidad por, al menos, un día en el año.
—Gracias por los ánimos.— Comenté con algo de sarcasmo, pero, poco a poco, logré avanzar con seguridad, no temiendo caer y lastimar mi cuerpo; en cierto modo porque confiaba plenamente en mis habilidades y, por otra parte —que no quería aceptar del todo— porque sabía que Nanase se encontraba a mis espaldas y que él estaría allí para sostenerme.
Ya habiendo recorrido un cuarto de la pista, comencé a perder el interés en ello, el escenario a mis alrededores era muy bonito y el viento gélido que golpeaba mi rostro era irónicamente agradable, pero algo me faltaba y supe de qué se trataba en cuanto me fijé en las personas que nos rodeaban. Todas se encontraban de a grupos o en parejas, claro que no eran muchas, pero quizá por eso destacaba tanto el hecho de que no estuvieran solas. ¿Por qué me sentía así, entonces, si a mis espaldas se encontraba Nanase?
Aminoré la marcha y busqué emparejarme a la velocidad del joven, colocándome a su lado.
Su rostro se veía deformado por la preocupación, ¿qué de todo aquello podía afectar así a mi compañero? ¿Cómo era posible que pudiese despegar la atención de mi persona?
Pasé mi brazo por sobre su hombro y acerqué nuestros cuerpos, intentando no caer en el acto.
Nanase emanaba cierta calidez que la mitad de mi cuerpo tuvo la posibilidad de percibir, era dificultoso patinar de aquella manera, pero necesitaba atención y no me agradaba ver a aquel joven cabizbajo, no sabía porqué y no esperaba averiguarlo.
—¿Qué sucede, ya has caído por mí?— Solté una carcajada ante aquella idea, sin dudas parecía algo imposible; aunque en el fondo, allí en lo más profundo de mi ser, donde se ocultan las cosas que no quiero aceptar, ansiaba que algo así sucediese, ¿quién podría imaginar en qué acabaría aquello? Tal vez la destrucción de la ciudad.
Me aparté de él y lo tomé por una mano, comenzando a patinar hacia el centro de la pista nuevamente.
—¿Sabes dar vueltas sobre estas cosas? Intentémoslo, sería divertido.
Me detuve y, torpemente, clavé las cuchillas sobre el hielo para poder darme la vuelta y quedar frente a frente con Nanase. Le miré a los ojos desde mi altura y sonreí de lado, a espera de alguna indicación.
El mundo parecía haber desaparecido a mi alrededor, sólo era capaz de oír el sonido de los cascabeles agitándose a causa del viento en lo alto del árbol de navidad y apenas leves murmullos eran captados por mis oídos, provenientes de los reducidos grupos de personas que merodeaban en los alrededores.
Quizá no fuese tan pagano disfrutar de la navidad, supuse que significaba algo más allá de la celebración del origen de una religión que no compartía; parecía estimular al encuentro, un incentivo a gozar de la felicidad por, al menos, un día en el año.
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Re: Holis Crayolis {P. Bora}Terminado.
Sólo podía sentir mis pies deslizarse por el hielo con calma, sumergido en mis pensamientos, adentrándome cada vez más en mi mundo; me repetía una y otra vez que me olvidara de los estúpidos sentimientos; soy un demonio ¿No? No puedo ser capaz de sentir algo por alguien ¿Verdad?, entonces ¿Por qué me siento de esta manera teniendo de lado a Bora?, no me gusta, odio a este rubio con todo mi ser, lo odio completamente.
Me sacó de mis pensamientos al ser acercado a su cuerpo, su calidez era lo que necesitaba para poder derribar mis defensas, se sentía bastante bien el tener a alguien para abrazar y usarle como calentón. Sus palabras llegaron a mi como un puñal, recordé que él había dicho antes que en su tierra era una especie de prostituto que se cogía a media ciudad, bueno al menos así lo escuché yo, cosa que sin duda me dice que esto está mal, fruncí el ceño ligeramente - No me tomes por un cualquiera, Darwich- Mencioné algo firme, restando el sentido del humor, para mi era un tema delicado el enamorarme de alguien, y estaba seguro de que Bora realmente no se tomaba las cosas en serio. Es un idiota.
Me dejé llevar por él hasta el centro de la pista, quedando nuevamente frente a las esferas gigantes que colgaban del enorme árbol de Navidad que había quedado ensamblado en medio de la pista de patinaje. Me encogí un poco de hombros al escuchar su pregunta - No sé mucho sobre patinaje tampoco, pero supongo que podría intentar- Mencioné soltando una suave risa, sólo esperaba no caerme y quedar como un completo idiota. Sujeté la otra mano de Bora y comencé a patinar tratando de que los movimientos de mis piernas generaran un movimiento que me permitiese girar junto al rubio, de hecho no era tan difícil.
Mis manos se aferraron más a las de Bora para evitar que mi cuerpo saliera volando por toda la pista a causa de la fuerza que me jalaba, comencé a sentir un hormigueo en mi estómago, como si fuera alguna especie de cosa que me obligase a reír en ese justo momento. - ¡Más rápido! - Dije bastante animado y moví mis pues aún más rápido, quizá más de lo que podía controlar. Sentí como mis pies perdieron el control de los patines, las cuchillas cortaron el hielo y me hicieron resbalan torpemente. No pude mantener el equilibrio o controlar mis piernas y lo primero y más fácil que podía hacer era aferrarme a Bora, cosa que hice.
Cerré los ojos, con fuerza; sólo pude sentir cómo mi cuerpo caía junto al de Bora al suelo, el impacto no fue fuerte, al menos no para mi, pues había caído sobre el pecho de Bora, el cual era demasiado cómo y cálido. Sacudí un poco mi cabeza, quitando los pequeños fragmentos de hielo que se habían colado en mi cabello azabache. - Lo siento - Finalmente abrí los ojos, el rostro de Darwich estaba demasiado carca como para sentirme cómodo, sentí como la sangre subía a mi cabeza rápidamente y sonrojaba mis mejillas - ¿Cómo es que siempre que nos encontramos terminamos en el suelo? - Y era cierto, en todos los encuentros que he tenido con este rubio narcisista siempre mi trasero tocaba el suelo, al menos esta vez fue el de él, estábamos a mano. Intenté levantarme; pero no pude.
Me sacó de mis pensamientos al ser acercado a su cuerpo, su calidez era lo que necesitaba para poder derribar mis defensas, se sentía bastante bien el tener a alguien para abrazar y usarle como calentón. Sus palabras llegaron a mi como un puñal, recordé que él había dicho antes que en su tierra era una especie de prostituto que se cogía a media ciudad, bueno al menos así lo escuché yo, cosa que sin duda me dice que esto está mal, fruncí el ceño ligeramente - No me tomes por un cualquiera, Darwich- Mencioné algo firme, restando el sentido del humor, para mi era un tema delicado el enamorarme de alguien, y estaba seguro de que Bora realmente no se tomaba las cosas en serio. Es un idiota.
Me dejé llevar por él hasta el centro de la pista, quedando nuevamente frente a las esferas gigantes que colgaban del enorme árbol de Navidad que había quedado ensamblado en medio de la pista de patinaje. Me encogí un poco de hombros al escuchar su pregunta - No sé mucho sobre patinaje tampoco, pero supongo que podría intentar- Mencioné soltando una suave risa, sólo esperaba no caerme y quedar como un completo idiota. Sujeté la otra mano de Bora y comencé a patinar tratando de que los movimientos de mis piernas generaran un movimiento que me permitiese girar junto al rubio, de hecho no era tan difícil.
Mis manos se aferraron más a las de Bora para evitar que mi cuerpo saliera volando por toda la pista a causa de la fuerza que me jalaba, comencé a sentir un hormigueo en mi estómago, como si fuera alguna especie de cosa que me obligase a reír en ese justo momento. - ¡Más rápido! - Dije bastante animado y moví mis pues aún más rápido, quizá más de lo que podía controlar. Sentí como mis pies perdieron el control de los patines, las cuchillas cortaron el hielo y me hicieron resbalan torpemente. No pude mantener el equilibrio o controlar mis piernas y lo primero y más fácil que podía hacer era aferrarme a Bora, cosa que hice.
Cerré los ojos, con fuerza; sólo pude sentir cómo mi cuerpo caía junto al de Bora al suelo, el impacto no fue fuerte, al menos no para mi, pues había caído sobre el pecho de Bora, el cual era demasiado cómo y cálido. Sacudí un poco mi cabeza, quitando los pequeños fragmentos de hielo que se habían colado en mi cabello azabache. - Lo siento - Finalmente abrí los ojos, el rostro de Darwich estaba demasiado carca como para sentirme cómodo, sentí como la sangre subía a mi cabeza rápidamente y sonrojaba mis mejillas - ¿Cómo es que siempre que nos encontramos terminamos en el suelo? - Y era cierto, en todos los encuentros que he tenido con este rubio narcisista siempre mi trasero tocaba el suelo, al menos esta vez fue el de él, estábamos a mano. Intenté levantarme; pero no pude.
- Travesura Navideña:
Muérdago salvaje aparece. Ya saben que hacer
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Re: Holis Crayolis {P. Bora}Terminado.
Me decepcioné un poco al escuchar la respuesta negativa de Nanase, pues creí que, al no estar al tanto de cómo dar vueltas sobre sí mismo, no intentaría hacerlo, aún menos estando aferrado a mí; pero para mi sorpresa, pronto agregó que intentaría hacerlo.
El agarre que manteníamos entre nuestros brazos se intensificó en ambas partes y pronto comenzamos a dar torpes vueltas con nuestros cuerpos rígidos y mentes temerosas a caer.
El movimiento se tornó sumamente divertido y cuando el moreno propuso acelerar la velocidad, no pude evitar comenzar a reír.
Concentré mi vista en el rostro de mi compañero, la sonrisa que lo adornaba, sin dudas, le hacía verse mucho más atractivo, así que supuse que yo me encontraría en una situación similar. Su cabello se despeinaba al recibir los azotes del viento, obligado a girar a nuestro ritmo; y fue al observar todo esto que mi pecho comenzó a calentarse por alguna razón que no fui capaz de explicar, algo similar a lo que me sucedía cuando me contemplaba en un espejo por un tiempo prolongado. En el instante en que lo comprendí, perdí toda concentración y, para agregar acción al suceso, Nanase perdió el equilibrio y se apoyó sobre mi cuerpo, tomándome completamente desprevenido y acabando por empujarnos a los dos contra el gélido suelo de la pista.
Desafortunadamente había sido yo el primero en caer y, por lo tanto, el único en recibir el golpe; el cuerpo de Nanase se encontraba sobre el mío, podía sentir su intensa calidez, al mismo tiempo que su ligero peso.
Abrí los ojos que había mantenido cerrados hasta el momento y me encontré con el rostro del moreno a escasos centímetros del mío.
La sorpresa no me dio tiempo de reacción, apenas sí pude prestar atención a las palabras del joven.
—Quizá... ese es nuestro destino.
No medité mucho mi respuesta, no podía quitarle la atención al rostro de Nanase, tan cercano al mío, coloreado con una adorable tonalidad rosada.
Algo dentro, muy dentro mío, se encendió, como si mi propio orgullo o egoísmo quisieran adueñarse del joven que tenía enfrente.
Algo en el aire alteró mi capacidad para pensar con claridad y mi mano derecha se extendió hasta apoyarse en la mejilla de Nanase; mis labios se distanciaron y aquel motor desconocido en mi interior me impulsó a acercar mi rostro aún más al suyo.
A una distancia patéticamente corta de sus labios me detuve, pero algo que ya no provenía, simplemente, de mi pecho, me impulsó a besarlo. El aire a mi alrededor se tornó cálido y casi podía jurar que el aroma había variado, pues se asemejaba al olor del pino, mimetizado con algo dulce que iba más allá de mis amplios conocimientos.
Mis pensamientos se dispersaron e incorporé un poco más mi cuerpo gracias al apoyo de mi brazo izquierdo, negándome por completo a separar mis labios de los de Nanase.
¿Cómo demonios había acabado todo de aquella manera?
El agarre que manteníamos entre nuestros brazos se intensificó en ambas partes y pronto comenzamos a dar torpes vueltas con nuestros cuerpos rígidos y mentes temerosas a caer.
El movimiento se tornó sumamente divertido y cuando el moreno propuso acelerar la velocidad, no pude evitar comenzar a reír.
Concentré mi vista en el rostro de mi compañero, la sonrisa que lo adornaba, sin dudas, le hacía verse mucho más atractivo, así que supuse que yo me encontraría en una situación similar. Su cabello se despeinaba al recibir los azotes del viento, obligado a girar a nuestro ritmo; y fue al observar todo esto que mi pecho comenzó a calentarse por alguna razón que no fui capaz de explicar, algo similar a lo que me sucedía cuando me contemplaba en un espejo por un tiempo prolongado. En el instante en que lo comprendí, perdí toda concentración y, para agregar acción al suceso, Nanase perdió el equilibrio y se apoyó sobre mi cuerpo, tomándome completamente desprevenido y acabando por empujarnos a los dos contra el gélido suelo de la pista.
Desafortunadamente había sido yo el primero en caer y, por lo tanto, el único en recibir el golpe; el cuerpo de Nanase se encontraba sobre el mío, podía sentir su intensa calidez, al mismo tiempo que su ligero peso.
Abrí los ojos que había mantenido cerrados hasta el momento y me encontré con el rostro del moreno a escasos centímetros del mío.
La sorpresa no me dio tiempo de reacción, apenas sí pude prestar atención a las palabras del joven.
—Quizá... ese es nuestro destino.
No medité mucho mi respuesta, no podía quitarle la atención al rostro de Nanase, tan cercano al mío, coloreado con una adorable tonalidad rosada.
Algo dentro, muy dentro mío, se encendió, como si mi propio orgullo o egoísmo quisieran adueñarse del joven que tenía enfrente.
Algo en el aire alteró mi capacidad para pensar con claridad y mi mano derecha se extendió hasta apoyarse en la mejilla de Nanase; mis labios se distanciaron y aquel motor desconocido en mi interior me impulsó a acercar mi rostro aún más al suyo.
A una distancia patéticamente corta de sus labios me detuve, pero algo que ya no provenía, simplemente, de mi pecho, me impulsó a besarlo. El aire a mi alrededor se tornó cálido y casi podía jurar que el aroma había variado, pues se asemejaba al olor del pino, mimetizado con algo dulce que iba más allá de mis amplios conocimientos.
Mis pensamientos se dispersaron e incorporé un poco más mi cuerpo gracias al apoyo de mi brazo izquierdo, negándome por completo a separar mis labios de los de Nanase.
¿Cómo demonios había acabado todo de aquella manera?
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Re: Holis Crayolis {P. Bora}Terminado.
Su cabello tan amarillo le queda bastante bien, sus ojos; puedo distinguir ahora lo claros que son en realidad los detalles que tienen, sus labios tan finos y que se comienzan a acercar a los míos. Es extraño sentir su respiración chocar con la mía, y sentir que el corazón me palpita tan rápido que tengo miedo de morir de un infarto. No puedo creer que se siga acercando, lo suficiente como para hacerme sentir tan nervioso - ¿Destino? - Por un segundo dudé que lo haría, pero al sentir sus labios sobre los míos, no sé, fue algo distinto.
Me dejé llevar, movía mi boca suavemente llevando mis manos a las mejillas de Bora para comenzar a acariciarle con los pulgares y las demás yemas de mis dedos. Realmente no pude sentir ningún sabor, pero me agradaba la sensación, así que seguí y seguí hasta que tuve que separarme a causa de la falta de aire, el calor en mi rostro que había comenzado a sentir y que Bora estaba recostado en el frío hielo conmigo encima. Le miré y nuevamente me sentí cautivado por sus ojos, joder. No pude resistirme y me acerqué, besando sus labios esta vez por mi propia cuenta, no me importa que esté en el suelo y que nos miren, sólo quiero aclarar mis sentimientos.
Sin duda fue más corto de lo que quise, pero mi cuerpo no nada para más en aquella posición tan vergonzosa, me separé nuevamente de los labios de Bora, no tuve palabras, quizá un ¨Que bien besas¨ no sea lo adecuado para esta situación. Simplemente me aparté y de manera torpe traté de pararme de nuevo en las cuchillas que me habían llevado a este tan incómodo momento. Había mucho silencio, demasiado como para sentirme incómodo. Miré a los lados, y pude distinguir varios pares de ojos mirándonos, algunos con repudio, otros con un ligero brillo en ellos acompañados de sonrisas - Incómodo- Y al parecer mis palabras fueron escuchadas, pues pude escuchar como algunos aplausos comenzaron a brotar desde el fondo de la multitud que poco a poco comenzaban a contagiar a las personas que nos estaban observando. Bajé mi cabeza con claro disgusto por las acciones de los presentes.
No pude soportarlo más y comencé a patinar algo apresurado a la salida de la pista de patinaje, resbalé un poco, pues al parecer la cuchilla de mi patín se había dañado por la caída al igual que mi tobillo, pero no era algo grave al parecer. Tambaleando un poco al pisar suelo firme, me dejé caer sobre el asiento que ayudaba a poner y a quitar los patines y comencé a desabrochar las agujetas de estos, tardé bastante en deshacer el nudo, pues los había ajustado bastante bien, algo que me agradezco, pues de no ser así, posiblemente tendría el píe roto.
Podía sentir la presencia de Bora, lo cual me hacía sentir algo inquieto - Lamento haber caído sobre ti - Dije sin dedicarle mirada, no quería que se riera lo rojo que estaba mi rostro, supongo que harpía algo así o me diría: ¨Sólo fue un beso, no es para tanto¨. Ya podía escucharlo salir de su boca, me adelantaré - Sólo fue un accidente, nada especial ¿Verdad? - Finalmente me quité ambos patines y me levanté del asiento, sintiendo un poco de dolor en mi tobillo al pisar - Creo, que me lastimé el tobillo - Dije y, finalmente miré a sus ojos.
Me dejé llevar, movía mi boca suavemente llevando mis manos a las mejillas de Bora para comenzar a acariciarle con los pulgares y las demás yemas de mis dedos. Realmente no pude sentir ningún sabor, pero me agradaba la sensación, así que seguí y seguí hasta que tuve que separarme a causa de la falta de aire, el calor en mi rostro que había comenzado a sentir y que Bora estaba recostado en el frío hielo conmigo encima. Le miré y nuevamente me sentí cautivado por sus ojos, joder. No pude resistirme y me acerqué, besando sus labios esta vez por mi propia cuenta, no me importa que esté en el suelo y que nos miren, sólo quiero aclarar mis sentimientos.
Sin duda fue más corto de lo que quise, pero mi cuerpo no nada para más en aquella posición tan vergonzosa, me separé nuevamente de los labios de Bora, no tuve palabras, quizá un ¨Que bien besas¨ no sea lo adecuado para esta situación. Simplemente me aparté y de manera torpe traté de pararme de nuevo en las cuchillas que me habían llevado a este tan incómodo momento. Había mucho silencio, demasiado como para sentirme incómodo. Miré a los lados, y pude distinguir varios pares de ojos mirándonos, algunos con repudio, otros con un ligero brillo en ellos acompañados de sonrisas - Incómodo- Y al parecer mis palabras fueron escuchadas, pues pude escuchar como algunos aplausos comenzaron a brotar desde el fondo de la multitud que poco a poco comenzaban a contagiar a las personas que nos estaban observando. Bajé mi cabeza con claro disgusto por las acciones de los presentes.
No pude soportarlo más y comencé a patinar algo apresurado a la salida de la pista de patinaje, resbalé un poco, pues al parecer la cuchilla de mi patín se había dañado por la caída al igual que mi tobillo, pero no era algo grave al parecer. Tambaleando un poco al pisar suelo firme, me dejé caer sobre el asiento que ayudaba a poner y a quitar los patines y comencé a desabrochar las agujetas de estos, tardé bastante en deshacer el nudo, pues los había ajustado bastante bien, algo que me agradezco, pues de no ser así, posiblemente tendría el píe roto.
Podía sentir la presencia de Bora, lo cual me hacía sentir algo inquieto - Lamento haber caído sobre ti - Dije sin dedicarle mirada, no quería que se riera lo rojo que estaba mi rostro, supongo que harpía algo así o me diría: ¨Sólo fue un beso, no es para tanto¨. Ya podía escucharlo salir de su boca, me adelantaré - Sólo fue un accidente, nada especial ¿Verdad? - Finalmente me quité ambos patines y me levanté del asiento, sintiendo un poco de dolor en mi tobillo al pisar - Creo, que me lastimé el tobillo - Dije y, finalmente miré a sus ojos.
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Re: Holis Crayolis {P. Bora}Terminado.
La primera vez que nuestros labios se separaron, creí que todo había acabado, que la magia que había surgido tan misteriosamente desde el fondo de mi pecho sería extinguida por una bofetada, por algún insulto o un incendio sobre mi cabeza; apenas fui capaz de entreabrir los ojos, aún fiel al concepto de que aquel acompañamiento que había recibido por parte de los labios del mayor había sido un mero acto del inconsciente, al igual que sus caricias sobre rostro.
Pero tardé en reaccionar cuando volvió a besarme, por su cuenta, sin que yo le obligara a nada.
Mi corazón comenzó a latir con furia, como queriendo quebrantar los límites de mi pecho; ¿era posible que estuviese siendo correspondido?
Me sentía confuso, pues era la primera vez que el roce de unos labios ajenos me provocaba un efecto similar al que se producía cuando me contemplaba en el espejo, cuando sentía la suavidad de mi cuerpo bajo mi tacto con cada ocasión en que tomaba un baño.
Mi inconsciente lo estaba aceptando, comprendiendo el hecho de que alguien más aparte de mí pudiese entablar sentimientos similares a los que yo mismo me infundía; ¿no era algo beneficioso ser amado? ¿No era uno de los sentimientos más hermosos el ser correspondido? Pues a ello hacían referencia las novelas a las que tantas veces había recurrido.
Si yo llegase a amar a alguien más aparte de mí mismo, y en el caso de que fuese correspondido, ¿no estaba amándome a través de otra persona? ¿No era, entonces, iniciar un círculo recíproco de amor interpersonal, en donde el cariño que otro me infundía era una retribución al afecto que yo le estaría dirigiendo a esa persona y a mí mismo a través de ella?
Todo era tan confuso y, aún así, giraba alrededor de algo tan simple como lo era el hecho de que, quizá, se me estuviese permitido amar a otro ser y ser correspondido de la misma manera.
¿Pero amor? ¿Cómo demonios había llegado hasta ese punto? No podía ser tan simple como eso, porque Nanase debería de odiar mi actitud, porque yo tendría que detestar sus comportamientos; porque ambos nos aborrecíamos, ¿no había sido siempre de aquella manera? ¿En qué jodido punto había acabado por besarlo?
Pero aún, ¿por qué no me arrepentía? ¿Cómo era posible que me estuviese permitiendo traicionarme con alguien más? ¿Era factible que las cosas cambiaran para nosotros dos? ¿Estaría, él, dispuesto... a aceptarme?
Sumido en tantos contradictorios pensamientos, no noté que nuestros labios se habían separado, sólo volví a mis cabales cuando los aplausos dominaron el silencio. Miré a mi alrededor, confuso. ¿Aplaudían por aquel acto de afecto público? Adoraba su atención, pero me sentí un poco incómodo al saber que su agasajo no era dirigido a mí, sino a nosotros.
Entonces Nanase se dispuso a huir, dejándome allí tirado frente a los ojos de los espectadores.
—¡Espera! ¡Nanase!
Me puse de pie con torpeza y comencé a patinar apresurado hacia la salida de la pista, trastabillé en infinidad de ocasiones y, para cuando finalmente me detuve, respiraba con tal agitación que me fue dificultoso el descender del hielo.
Allí se encontraba el moreno, sentado y deshaciéndose de sus patines, ¿qué debería de decir yo en una situación como aquella?
Me acerqué, entonces, a él e, incapaz de desacelerar mi respiración, me quedé inmóvil. Cuando sus ojos se toparon con los míos, mis bellas facciones expresaban preocupación. ¿Qué seguiría luego de aquello? No había atravesado tal confusión por nada, no dejaría que todo aquel revuelto de deducciones sobre mis sentimientos fuese un simple factor pasajero.
Me senté en la banca y me quité los patines, casi sin desatar las agujetas, pues quería tardar lo menos posible en ello, con tantos centímetros de ventaja, sentía que mi altura intimidaría a mi compañero.
Una vez acabé, me puse nuevamente de pie frente a él. Tomé su mano con ambas de las mías y jugueteé separando sus dedos uno a uno, planeando lo que diría a continuación.
—Lo... lo del tobillo se puede arreglar, iremos a la enfermería.— Suspiré, y proseguí, esta vez, mirándolo directo a los ojos. —Yo no lo lamento, es decir, sí me dolió, pero no fui capaz de prestar atención a ello.
»Tampoco quiero que comiences a formular estúpidas deducciones sobre lo que acaba de pasar, lo sentí y lo hice y jamás me había sucedido algo similar antes.— Solté una carcajada nerviosa, similar a un suspiro; entonces entrelacé los dedos de su mano con los míos y me acerqué a él hasta que escasos centímetros nos distanciaron, estiré mi mano libre hasta su mejilla, donde posé las yemas de mis dedos. —¿Qué demonios me has hecho?
Cerré los ojos y apoyé mi frente sobre la suya.
Únicamente era capaz de divisar una espesa neblina frente a mí, porque no estaba seguro de lo que estaba sucediendo, aunque sí tenía una certeza; tampoco conocía lo que vendría a continuación; pero por algún motivo, no estaba dispuesto a dejar que acabara.
Pero tardé en reaccionar cuando volvió a besarme, por su cuenta, sin que yo le obligara a nada.
Mi corazón comenzó a latir con furia, como queriendo quebrantar los límites de mi pecho; ¿era posible que estuviese siendo correspondido?
Me sentía confuso, pues era la primera vez que el roce de unos labios ajenos me provocaba un efecto similar al que se producía cuando me contemplaba en el espejo, cuando sentía la suavidad de mi cuerpo bajo mi tacto con cada ocasión en que tomaba un baño.
Mi inconsciente lo estaba aceptando, comprendiendo el hecho de que alguien más aparte de mí pudiese entablar sentimientos similares a los que yo mismo me infundía; ¿no era algo beneficioso ser amado? ¿No era uno de los sentimientos más hermosos el ser correspondido? Pues a ello hacían referencia las novelas a las que tantas veces había recurrido.
Si yo llegase a amar a alguien más aparte de mí mismo, y en el caso de que fuese correspondido, ¿no estaba amándome a través de otra persona? ¿No era, entonces, iniciar un círculo recíproco de amor interpersonal, en donde el cariño que otro me infundía era una retribución al afecto que yo le estaría dirigiendo a esa persona y a mí mismo a través de ella?
Todo era tan confuso y, aún así, giraba alrededor de algo tan simple como lo era el hecho de que, quizá, se me estuviese permitido amar a otro ser y ser correspondido de la misma manera.
¿Pero amor? ¿Cómo demonios había llegado hasta ese punto? No podía ser tan simple como eso, porque Nanase debería de odiar mi actitud, porque yo tendría que detestar sus comportamientos; porque ambos nos aborrecíamos, ¿no había sido siempre de aquella manera? ¿En qué jodido punto había acabado por besarlo?
Pero aún, ¿por qué no me arrepentía? ¿Cómo era posible que me estuviese permitiendo traicionarme con alguien más? ¿Era factible que las cosas cambiaran para nosotros dos? ¿Estaría, él, dispuesto... a aceptarme?
Sumido en tantos contradictorios pensamientos, no noté que nuestros labios se habían separado, sólo volví a mis cabales cuando los aplausos dominaron el silencio. Miré a mi alrededor, confuso. ¿Aplaudían por aquel acto de afecto público? Adoraba su atención, pero me sentí un poco incómodo al saber que su agasajo no era dirigido a mí, sino a nosotros.
Entonces Nanase se dispuso a huir, dejándome allí tirado frente a los ojos de los espectadores.
—¡Espera! ¡Nanase!
Me puse de pie con torpeza y comencé a patinar apresurado hacia la salida de la pista, trastabillé en infinidad de ocasiones y, para cuando finalmente me detuve, respiraba con tal agitación que me fue dificultoso el descender del hielo.
Allí se encontraba el moreno, sentado y deshaciéndose de sus patines, ¿qué debería de decir yo en una situación como aquella?
Me acerqué, entonces, a él e, incapaz de desacelerar mi respiración, me quedé inmóvil. Cuando sus ojos se toparon con los míos, mis bellas facciones expresaban preocupación. ¿Qué seguiría luego de aquello? No había atravesado tal confusión por nada, no dejaría que todo aquel revuelto de deducciones sobre mis sentimientos fuese un simple factor pasajero.
Me senté en la banca y me quité los patines, casi sin desatar las agujetas, pues quería tardar lo menos posible en ello, con tantos centímetros de ventaja, sentía que mi altura intimidaría a mi compañero.
Una vez acabé, me puse nuevamente de pie frente a él. Tomé su mano con ambas de las mías y jugueteé separando sus dedos uno a uno, planeando lo que diría a continuación.
—Lo... lo del tobillo se puede arreglar, iremos a la enfermería.— Suspiré, y proseguí, esta vez, mirándolo directo a los ojos. —Yo no lo lamento, es decir, sí me dolió, pero no fui capaz de prestar atención a ello.
»Tampoco quiero que comiences a formular estúpidas deducciones sobre lo que acaba de pasar, lo sentí y lo hice y jamás me había sucedido algo similar antes.— Solté una carcajada nerviosa, similar a un suspiro; entonces entrelacé los dedos de su mano con los míos y me acerqué a él hasta que escasos centímetros nos distanciaron, estiré mi mano libre hasta su mejilla, donde posé las yemas de mis dedos. —¿Qué demonios me has hecho?
Cerré los ojos y apoyé mi frente sobre la suya.
Únicamente era capaz de divisar una espesa neblina frente a mí, porque no estaba seguro de lo que estaba sucediendo, aunque sí tenía una certeza; tampoco conocía lo que vendría a continuación; pero por algún motivo, no estaba dispuesto a dejar que acabara.
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Re: Holis Crayolis {P. Bora}Terminado.
Mi mano estaba realmente fría, podía sentir que mis dedos estaban a punto de desprenderse de mi mano a causa de las bajas temperaturas, pero el calor de la mano de Bora era realmente algo que me hacía sentir bastante bien, a pesar de que sólo tocaba mi mano, el calor se extendía por todo mi brazo hasta mi pecho, eso también se sentía bastante bien. Llevé mi mano libre directo a mi pecho, tratando de palpar mi corazón para que se calmara un poco, pero me ira imposible teniendo a Bora jugueteando con los dedos de mi mano.
Mi vista se fijó en sus ojos dorados, por alguna razón mis piernas comenzaron a temblar al escuchar sus palabras. ¿Ahora resulta que el puede sentir algo por alguien más que no sea él? Me siento demasiado confundido en este momento - Quieres decir, que con los cientos de hombres con los que te acostaste ¿Nunca sentiste lo mismo que al besarme? - Me encogí de hombros levemente, quería creerle, pero me resultaba un poco difícil, tampoco quiero que me guste Bora, pero supongo que es demasiado tarde. ¿Cómo es posible que sabiendo que Bora es tan odioso llegue a sentir algo así?.
Su mano en mi rostro me hizo sonrojarme, su frente sobre la mía me puso algo inquieto; pero sonreí ante su pregunta, las dudas comenzaban a desaparecer poco a poco; pero a pesar de que aún existían les ignoré. - Nada que tú no hayas hecho conmigo- Suspiré y llevé la mano que había estado en mi pecho al rostro de Bora, y acaricié la suave piel con lentitud. Mis labios hicieron una mueca, estaba realmente inquieto como para poder controlar mis impulsos. Me había gustado aquella sensación de calidez, hacía tiempo que no besaba a nadie de aquella manera;pero quizá me estaba apresurando demasiado; No, no lo creo, sólo uno pequeño. Me acerqué un poco más y uní mis labios con los de Bora nuevamente, de una manera suave. Duró poco, no estaba satisfecho, quizá uno un poco más largo sería suficiente. Mordiéndome los labios solté mi mano de la de Bora y rodeé su cuello con mis brazos y le besé nuevamente, realmente me gusta, me gusta como besa. Sólo un poco más.
Mis piernas se movieron un poco, intentando acomodar mejor mi cuerpo para estar más cómodo con la altura de Bora, es demasiado alto ¿Cómo es eso posible siendo menor que yo? ¡Es ilógico! - Auch - Me quejé al sentir una punzada de dolor recorrerme la pierna izquierda. Me alejé del rostro de Bora y me obligué a sentarme nuevamente en la silla - Joder, creo que está roto - Estaba que no, a pesar de que me dolía, mi pie no se torció lo suficiente como para que el hueso se rompiera, me podía mantener de pie pero no por mucho tiempo - Vale, ya pasó - Miré a Bora un poco preocupado ¿Qué le pasaría a mi hermoso pie? ¿Acaso se tornaría oscuro? ¿Ocuparía una operación? ¡No cicatrices en mi cuerpo no! - ¡No, no quiero que me operen! ¡Marcas no! - Me aferré rápido de Bora, rodeando nuevamente su cuello con mis brazos, rodeando con mis piernas su cintura - ¡Rápido, llévame al Hospital!-
Mi vista se fijó en sus ojos dorados, por alguna razón mis piernas comenzaron a temblar al escuchar sus palabras. ¿Ahora resulta que el puede sentir algo por alguien más que no sea él? Me siento demasiado confundido en este momento - Quieres decir, que con los cientos de hombres con los que te acostaste ¿Nunca sentiste lo mismo que al besarme? - Me encogí de hombros levemente, quería creerle, pero me resultaba un poco difícil, tampoco quiero que me guste Bora, pero supongo que es demasiado tarde. ¿Cómo es posible que sabiendo que Bora es tan odioso llegue a sentir algo así?.
Su mano en mi rostro me hizo sonrojarme, su frente sobre la mía me puso algo inquieto; pero sonreí ante su pregunta, las dudas comenzaban a desaparecer poco a poco; pero a pesar de que aún existían les ignoré. - Nada que tú no hayas hecho conmigo- Suspiré y llevé la mano que había estado en mi pecho al rostro de Bora, y acaricié la suave piel con lentitud. Mis labios hicieron una mueca, estaba realmente inquieto como para poder controlar mis impulsos. Me había gustado aquella sensación de calidez, hacía tiempo que no besaba a nadie de aquella manera;pero quizá me estaba apresurando demasiado; No, no lo creo, sólo uno pequeño. Me acerqué un poco más y uní mis labios con los de Bora nuevamente, de una manera suave. Duró poco, no estaba satisfecho, quizá uno un poco más largo sería suficiente. Mordiéndome los labios solté mi mano de la de Bora y rodeé su cuello con mis brazos y le besé nuevamente, realmente me gusta, me gusta como besa. Sólo un poco más.
Mis piernas se movieron un poco, intentando acomodar mejor mi cuerpo para estar más cómodo con la altura de Bora, es demasiado alto ¿Cómo es eso posible siendo menor que yo? ¡Es ilógico! - Auch - Me quejé al sentir una punzada de dolor recorrerme la pierna izquierda. Me alejé del rostro de Bora y me obligué a sentarme nuevamente en la silla - Joder, creo que está roto - Estaba que no, a pesar de que me dolía, mi pie no se torció lo suficiente como para que el hueso se rompiera, me podía mantener de pie pero no por mucho tiempo - Vale, ya pasó - Miré a Bora un poco preocupado ¿Qué le pasaría a mi hermoso pie? ¿Acaso se tornaría oscuro? ¿Ocuparía una operación? ¡No cicatrices en mi cuerpo no! - ¡No, no quiero que me operen! ¡Marcas no! - Me aferré rápido de Bora, rodeando nuevamente su cuello con mis brazos, rodeando con mis piernas su cintura - ¡Rápido, llévame al Hospital!-
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Re: Holis Crayolis {P. Bora}Terminado.
Al escuchar la pregunta cargada de ironía de Nanase, no pude evitar hacerme la misma indagación.
¿Había sido diferente con él? El decir que cientos habían cabido entre mis brazos sonaba a incriminación. ¿Por qué las palabras que Nanase pronunciaba parecían siempre inculparme de un delito? Debía admitir que, quizá, habrían sido cientos, pero no podía asegurarlo, no tenía la certeza. De lo que sí estaba completamente convencido, era de que Nanase había despertado la confusión en mi interior y eso nunca antes había sucedido. ¿Lo hacía especial, aquello? Tal vez. ¿Pero no era darle demasiado crédito?
Entonces respondió a mi pregunta retórica, si él afirmaba encontrarse en una situación similar a la mía, entonces, ¿también estaba causándole algo en su interior?
Mi ansiedad se hizo tangible, quería oírle decir algo más, quería que hiciese algo que me lo demostrara; y el beso que me dio a continuación fue suficiente para acallar mis inquietudes.
Le rodeé por la cintura con mis brazos, ofreciéndole sostén y calidez, pues no sabía qué era lo que debía darle de mí, algo auténtico, sí, pero necesitaba que me lo dijera.
Sus quejidos me distrajeron, aún más sus gritos de histeria. Algo enfadado, me agaché y tomé las piernas que rodeaban mi cintura, cargándolo en mi espalda y disponiéndome a marchar camino al hospital más cercano.
—No está roto, pareces una niña. Te llevaré al hospital, probablemente sólo te coloquen una venda, simplemente te lo has doblado, pues fui yo quien recibió todo el impacto de la caída.
Caminé por la vereda, ignorando miradas inquisitivas, conforme con el simple hecho de recibir la calidez del cuerpo de Nanase.
¿Qué era lo que había cambiado entre nosotros?
Ya no sentía la urgencia de insultarlo o bromear con sus defectos, ya no quería golpearlo con cada una de las palabras que sus labios emitían; tampoco buscaba mantenerlo alejado, pues su compañía se me hacía amena, agradable y hasta necesaria.
Podía reírme, no sólo de él, sino que con él; había aceptado el recibir su ayuda y buscaba poder ofrecerle algo similar.
No se asemejaba al tipo de relación que llevaba con, quizá, mi hermana; porque sentía que con que Nanase me sonriera, bastaría para compensar cualquier cosa que hiciese por él.
¿Cuándo habían comenzado a formularse aquellos pensamientos? ¡Oh! Recordé, entonces, la noche que pasamos limpiando los baños. A pesar de haber reñido algunas veces, me había sentido a gusto en compañía del moreno, había compartido, incluso, algunos detalles de mi vida personal que no solía mencionar a nadie. Había dejado que estuviese al tanto de una de mis debilidades y yo había aprendido una de las suyas.
Pero eso no construía tal cambio. Quizá el mes entero que trabajamos en conjunto para el supervisor de la sala de arte, un periodo en el que las peleas se volvieron menos frecuentes y las risas compartidas se oían más a menudo.
Tal vez todo se debía a que jamás me había acercado tanto a alguien y creía, ahora, que podía llegar a extender mi amor hacia otra persona, sabiendo que aquel que fuese el receptor de mis sentimientos pudiese corresponderlos y así retribuirme todo aquel afecto que estuviese yo dispuesto a darle.
Sostuve con mayor fuerza las piernas de Nanase, impulsando su cuerpo hacia arriba para acomodarlo en mi espalda. ¿Estaría, él, dispuesto a realizar aquel experimento?
¿Había sido diferente con él? El decir que cientos habían cabido entre mis brazos sonaba a incriminación. ¿Por qué las palabras que Nanase pronunciaba parecían siempre inculparme de un delito? Debía admitir que, quizá, habrían sido cientos, pero no podía asegurarlo, no tenía la certeza. De lo que sí estaba completamente convencido, era de que Nanase había despertado la confusión en mi interior y eso nunca antes había sucedido. ¿Lo hacía especial, aquello? Tal vez. ¿Pero no era darle demasiado crédito?
Entonces respondió a mi pregunta retórica, si él afirmaba encontrarse en una situación similar a la mía, entonces, ¿también estaba causándole algo en su interior?
Mi ansiedad se hizo tangible, quería oírle decir algo más, quería que hiciese algo que me lo demostrara; y el beso que me dio a continuación fue suficiente para acallar mis inquietudes.
Le rodeé por la cintura con mis brazos, ofreciéndole sostén y calidez, pues no sabía qué era lo que debía darle de mí, algo auténtico, sí, pero necesitaba que me lo dijera.
Sus quejidos me distrajeron, aún más sus gritos de histeria. Algo enfadado, me agaché y tomé las piernas que rodeaban mi cintura, cargándolo en mi espalda y disponiéndome a marchar camino al hospital más cercano.
—No está roto, pareces una niña. Te llevaré al hospital, probablemente sólo te coloquen una venda, simplemente te lo has doblado, pues fui yo quien recibió todo el impacto de la caída.
Caminé por la vereda, ignorando miradas inquisitivas, conforme con el simple hecho de recibir la calidez del cuerpo de Nanase.
¿Qué era lo que había cambiado entre nosotros?
Ya no sentía la urgencia de insultarlo o bromear con sus defectos, ya no quería golpearlo con cada una de las palabras que sus labios emitían; tampoco buscaba mantenerlo alejado, pues su compañía se me hacía amena, agradable y hasta necesaria.
Podía reírme, no sólo de él, sino que con él; había aceptado el recibir su ayuda y buscaba poder ofrecerle algo similar.
No se asemejaba al tipo de relación que llevaba con, quizá, mi hermana; porque sentía que con que Nanase me sonriera, bastaría para compensar cualquier cosa que hiciese por él.
¿Cuándo habían comenzado a formularse aquellos pensamientos? ¡Oh! Recordé, entonces, la noche que pasamos limpiando los baños. A pesar de haber reñido algunas veces, me había sentido a gusto en compañía del moreno, había compartido, incluso, algunos detalles de mi vida personal que no solía mencionar a nadie. Había dejado que estuviese al tanto de una de mis debilidades y yo había aprendido una de las suyas.
Pero eso no construía tal cambio. Quizá el mes entero que trabajamos en conjunto para el supervisor de la sala de arte, un periodo en el que las peleas se volvieron menos frecuentes y las risas compartidas se oían más a menudo.
Tal vez todo se debía a que jamás me había acercado tanto a alguien y creía, ahora, que podía llegar a extender mi amor hacia otra persona, sabiendo que aquel que fuese el receptor de mis sentimientos pudiese corresponderlos y así retribuirme todo aquel afecto que estuviese yo dispuesto a darle.
Sostuve con mayor fuerza las piernas de Nanase, impulsando su cuerpo hacia arriba para acomodarlo en mi espalda. ¿Estaría, él, dispuesto a realizar aquel experimento?
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