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¡Chocolate!
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¡Chocolate!
¡Chocolate!
- Spoiler:
La Academia Greenlight ha utilizado sus privilegiados contactos para adquirir diversos servicios en todo Ashford, llegando incluso a alquilar lugares durante todo el día, para así evitar a los emparejados la inoportuna visita de otros clientes. Uno de estos sitios es la Boutique du Chocolat, la chocolatería más famosa, cara y selecta de toda la ciudad.
Nada más entrar desde la fría calle, nos encontramos con la calentita, acogedora y clásica estancia, donde abundan las vitrinas repletas de chocolates, dulces, chocolates, chucherías, bombones, pasteles y chocolates por doquier. Tras una larga galería con más y más tentadores escaparates, se abre una cafetería que está conectada a la chocolatería, donde todo tiene un aspecto un poco más moderno. La sala es amplia, está repleta de mesas y cómodos sillones y, por ser una ocasión especial, todo está decorado con globos de corazón y algún que otro peluche. Sin embargo, lo que más llama la atención es una mesa más grande al fondo, donde reina una enorme fuente de chocolate junto la que hay un par de bandejas con diversas frutas troceadas, así como una pequeña cajita con palillos para poder bañarlas en el dulce líquido sin que os tengáis que arriesgar a mancharos.
El lugar estará desierto hasta la mañana siguiente, de manera que tendréis intimidad absoluta. Se os ha informado de que las vitrinas estarán todas abiertas, por lo que podéis disfrutar de un irrepetible bufet libre en todo el lugar. Por último, si tenéis sed, solamente tenéis que acudir a la parte de atrás de la barra y abrir la neverita, donde encontraréis todo tipo de bebidas, aunque en la pequeña cocina podéis calentar lo que queráis.
Reglas del evento
· El tema que deberán responder antes que los demás que tengan será el del evento, porque tiene una fecha límite.
· No se pueden abandonar los temas.
· Al menos 2 contestaciones por semana.
Invitado- Invitado
Re: ¡Chocolate!
Esto tal vez terminaría siendo más aburrido de lo que era, lo peor es que según la carta que me acababa de llegar tenía que apurarme, ahh que aburrido, ni siquiera me gustan estas cosas de San Valentín o algo así, aunque tenía su lado bueno. Comida. Sí, la deliciosa comida, recuerdo que mis abuelos celebraban esta fecha con mucha comida, quién sabe si para contentarme mientras ellos cenaban tranquilos en casa y yo devoraba todo lo que podían darme. O porque a ellos les gustaba comer tanto como a mí. Pero este sería el primer San Valentín que pasaría sin ellos, tal vez debería llamarlos después. Pero daba flojera así que dejé de pensar en eso, era muy temprano para pensar.
Me volví a tirar a mi cama, solo quería dormir un poco más, y tiré la tarjeta que acababa de recoger de debajo de mi puerta. Me estiré y recordé donde decía que era donde teníamos que ir, al parecer un local, ¿habría comida? Tal vez si debía apurarme, quién sabe. Me levanté aun sin ganas de la cama y fui a darme una ducha demasiado rápida, me puse lo primero que consideré decente y salí de mi habitación. Directamente a donde me esperaban, no desayuné así que me moría de hambre, esperaba comer algo ni bien llegara, sino sería malo, muy malo para mí.
Caminé tranquilamente por las calles, eran las diez de la mañana, tal vez estaba yendo muy temprano, pero para ser viernes de San Valentín, veía a muchas personas en la calle, tal vez ya hasta esa misteriosa persona estaría ahí, pero la verdad no estaba muy emocionado por eso, solo esperaba comer ya, el estómago me rugía por comida. Haría esto: llegar, comer, estar un rato para no ser grosero e irme tranquilo. Solo esperaba que esto de las citas no sean tan enserio, sino terminaría en graves problemas. Aparte recién tenía quince, las cosas de romance y amor no eran de mi interés aun.
Llegué a la dirección de la tarjeta y me asomé a la puerta lentamente. — Buenas, ¿hay alguien? —Dije cuando terminé de entrar, pero todo estaba absolutamente vacío, bueno no tan vacío literalmente, solo de personas, porque había un montón de estanterías llenas de cosas dulces para comer… Esto era simplemente demasiado… —Genial… — Dije en voz baja mientras me acercaba a una de estas repisas y tomaba unas galletas para empezar a comer, todo para que mi estómago no se resintiera conmigo.
Me volví a tirar a mi cama, solo quería dormir un poco más, y tiré la tarjeta que acababa de recoger de debajo de mi puerta. Me estiré y recordé donde decía que era donde teníamos que ir, al parecer un local, ¿habría comida? Tal vez si debía apurarme, quién sabe. Me levanté aun sin ganas de la cama y fui a darme una ducha demasiado rápida, me puse lo primero que consideré decente y salí de mi habitación. Directamente a donde me esperaban, no desayuné así que me moría de hambre, esperaba comer algo ni bien llegara, sino sería malo, muy malo para mí.
Caminé tranquilamente por las calles, eran las diez de la mañana, tal vez estaba yendo muy temprano, pero para ser viernes de San Valentín, veía a muchas personas en la calle, tal vez ya hasta esa misteriosa persona estaría ahí, pero la verdad no estaba muy emocionado por eso, solo esperaba comer ya, el estómago me rugía por comida. Haría esto: llegar, comer, estar un rato para no ser grosero e irme tranquilo. Solo esperaba que esto de las citas no sean tan enserio, sino terminaría en graves problemas. Aparte recién tenía quince, las cosas de romance y amor no eran de mi interés aun.
Llegué a la dirección de la tarjeta y me asomé a la puerta lentamente. — Buenas, ¿hay alguien? —Dije cuando terminé de entrar, pero todo estaba absolutamente vacío, bueno no tan vacío literalmente, solo de personas, porque había un montón de estanterías llenas de cosas dulces para comer… Esto era simplemente demasiado… —Genial… — Dije en voz baja mientras me acercaba a una de estas repisas y tomaba unas galletas para empezar a comer, todo para que mi estómago no se resintiera conmigo.
Invitado- Invitado
Re: ¡Chocolate!
Se encontraba haciendo la limpieza de la casa como cualquier otro día normal, sólo que esta vez tenía los dedos llenos de vendas, pues a la hora de preparar la comida se cortó en más de una ocasión. ¿Cómo es que seguía con manos enteras? Se preguntaban tanto William como ella día a día. De pronto escuchó que “algo” se deslizaba por debajo de la puerta y como era su deber se acercó a revisar si era la nueva correspondencia. Al ver el sobre con el símbolo de Greenlight pensó que sería una carta para su acompañante; dio la vuelta a ésta y vio su nombre grabado en dicho sobre. Automáticamente se le subió el sonrojo al rostro. No le había comentado a William sobre su cita a ciegas por parte de las festividades de la academia. ¿Ahora cómo debía decirle que saldría por unas cuantas horas?
Por suerte William se adelantó diciéndole que tenía que resolver unos asuntos en la academia junto con los demás maestros, y así su salida estaba más que perfecta; seguramente solo estaría unas dos horas o de ser posible menos y regresaría para no levantar sospechas a Will. Y con la velocidad que le permitía como buen lepórida subió las escaleras directo a su habitación y cogió un vestido de tirantes rosa que le daba a la altura de las rodillas, unas lindas zapatillas de listón y cogió un suéter blanco por si más tarde hacía algo de frío. Uno de sus hombros tenía unos pequeños rasguños que comenzaban a cicatrizar, si corría con suerte no se le notarían mucho.
Se dio prisa y siguió la dirección que le planteaban en el mini mapa del sobre, y sus ojos parecían iluminarse al ver que se trataba de la famosa chocolatería Boutique du Chocolat. Una de las más caras de Australia. Jamás había imaginado que pudiese degustar algo de dicha tienda, claro si es que no le cobraban. Al entrar, notó lo vacío que estaba, seguramente reservado para dicho evento. Y justo sobre la barra principal encontró un papel que decía que podían servirse lo que gustasen. Kuroki con mucha emoción se acercó a la parte trasera de la barra en busca de un poco de leche, abrió la nevera y colocó un poco sobre una tetera y la calentó en la cocina, ahora aprovechando lo endulzó con chocolate en polvo. Todo esto lo hizo con sumo cuidado y delicadeza, siendo ella una chica que se encargaba de preparar la comida, postres y demás en casa, resultaba algo normal hacer chocolate caliente.
Una vez terminado su labor, se dirigió a una de las mesas y colocó su taza humeante junto con un pedazo de pastel de chocolate y fresas; el toque perfecto para comer algo. Ahora que lo notaba, la decoración era algo… Exageradamente emotiva a dicho día de San Valentín. –Hummm… Me pregunto si esto le gustaría a William. Se dijo en voz baja mientras tomaba un pedazo de pastel con su cuchara y se lo llevaba a la boca para degustar. Justo en ese momento se le ocurrió quitarse el súeter y colocarlo a un costado suyo dejando ver su blanquecina piel con ligeros moretones apenas visibles. Justo en ese momento escuchó que la puerta se abría y una voz sonó en el lugar.
Esto hizo que la pequeña conejita diera un pequeño respingo en su asiento, se había sorprendido pues al estar en sumo silencio, no se esperó dicha intromisión. Se puso de pie y avanzó a pasos cortos haciendo que, por muy sútil que fuera, sus tacones sonaran en el amplio y vacío establecimiento. Hasta plantarse con timidez frente al contrario, un joven más alto que ella por mucho –aunque la mayoría era más alto que ella- de interesantes cabellos azules.
-Ho-hola. Susurró apenas con un sonrojo en su rostro mientras jugueteaba con sus manos, ahora sentía un poco de lo que muchos llamaban “mariposas en el estómago”.
Por suerte William se adelantó diciéndole que tenía que resolver unos asuntos en la academia junto con los demás maestros, y así su salida estaba más que perfecta; seguramente solo estaría unas dos horas o de ser posible menos y regresaría para no levantar sospechas a Will. Y con la velocidad que le permitía como buen lepórida subió las escaleras directo a su habitación y cogió un vestido de tirantes rosa que le daba a la altura de las rodillas, unas lindas zapatillas de listón y cogió un suéter blanco por si más tarde hacía algo de frío. Uno de sus hombros tenía unos pequeños rasguños que comenzaban a cicatrizar, si corría con suerte no se le notarían mucho.
Se dio prisa y siguió la dirección que le planteaban en el mini mapa del sobre, y sus ojos parecían iluminarse al ver que se trataba de la famosa chocolatería Boutique du Chocolat. Una de las más caras de Australia. Jamás había imaginado que pudiese degustar algo de dicha tienda, claro si es que no le cobraban. Al entrar, notó lo vacío que estaba, seguramente reservado para dicho evento. Y justo sobre la barra principal encontró un papel que decía que podían servirse lo que gustasen. Kuroki con mucha emoción se acercó a la parte trasera de la barra en busca de un poco de leche, abrió la nevera y colocó un poco sobre una tetera y la calentó en la cocina, ahora aprovechando lo endulzó con chocolate en polvo. Todo esto lo hizo con sumo cuidado y delicadeza, siendo ella una chica que se encargaba de preparar la comida, postres y demás en casa, resultaba algo normal hacer chocolate caliente.
Una vez terminado su labor, se dirigió a una de las mesas y colocó su taza humeante junto con un pedazo de pastel de chocolate y fresas; el toque perfecto para comer algo. Ahora que lo notaba, la decoración era algo… Exageradamente emotiva a dicho día de San Valentín. –Hummm… Me pregunto si esto le gustaría a William. Se dijo en voz baja mientras tomaba un pedazo de pastel con su cuchara y se lo llevaba a la boca para degustar. Justo en ese momento se le ocurrió quitarse el súeter y colocarlo a un costado suyo dejando ver su blanquecina piel con ligeros moretones apenas visibles. Justo en ese momento escuchó que la puerta se abría y una voz sonó en el lugar.
Esto hizo que la pequeña conejita diera un pequeño respingo en su asiento, se había sorprendido pues al estar en sumo silencio, no se esperó dicha intromisión. Se puso de pie y avanzó a pasos cortos haciendo que, por muy sútil que fuera, sus tacones sonaran en el amplio y vacío establecimiento. Hasta plantarse con timidez frente al contrario, un joven más alto que ella por mucho –aunque la mayoría era más alto que ella- de interesantes cabellos azules.
-Ho-hola. Susurró apenas con un sonrojo en su rostro mientras jugueteaba con sus manos, ahora sentía un poco de lo que muchos llamaban “mariposas en el estómago”.
Invitado- Invitado
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