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Mensaje por Invitado Jue Ene 30, 2014 6:55 pm

¿Papeles? Listo. ¿Lapiceras de colores? Listo. ¿Rima? ¡Super lista!

 Salí corriendo de mi habitación rumbo a la Azotea. Qué iba a hacer ahí es lo que ustedes se estarán preguntando. Bueno, cómo estábamos en tiempos de exámenes veía a todo el mundo ofuscado, cada uno en su mente muy arraigados a su interior. Es por eso, que se me ocurrió fabricar avioncitos de papel con chistes adentro para alegrar a todos los del instituto.

Esta bien, lo vi en una noticia por la web... ¡pero ahora yo lo estaba haciendo!

 Aun así, tenía dos problemillas:

1. No sabía casi ningún chiste.
2. Tampoco sabía armar avioncitos.

 "Si solo hubiera seguido los pasos de mis compañeritos de cuarto grado..."

¡Pero nada iba a detenerme! Por lo que con una mirada decisiva y un pequeño "levantamiento de puño en señal de victoria", abrí la puerta del lugar idóneo para mi trabajo y sin pedir permiso, me acosté en el suelo y comencé con los chistes. La parte más fácil a mi criterio.

-Bueno... ¿en qué se parece un elefante a un pato...?- comencé escribiendo mientras lo recitaba en voz alta-. En qué los patos nadan y el elefante nada que ver con el pato...

-¡JAJAJA!- estallé mientras me tapaba la boca para no sacar el chancho asesino. Si él salía ya nadie podía pararlo.

-¡Es muy bueno! ¡Es muy bueno!

 Mentira, era muy malo. Pero a mí me causaba tanta gracia. Debía ser que estaba la palabra "pato" adentro...

"Eso debe ser..."



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Mensaje por Invitado Vie Ene 31, 2014 4:36 am

Invierno. Frío y crudo invierno. Mientras que yo podría estar en la otra punta del mundo a treinta y tantos grados tomando el sol. ¿Y por qué no estoy ahí? Pues más sencillo imposible: Me ha secuestrado un alien y me ha dejado tirado por ahí, en algún punto a mitad de camino entre Sidney y Melbourne. Estoy esperando a que decidan qué hacer conmigo. Soy un espécimen de incalculable valor humano y claro… pasa lo que pasa y los tengo confundidos. No saben si hacerse su rey o su objeto de estudio preferido. Prefiero lo primero; los bisturí y yo no creo que seamos buenos colegas. Y deja de mirarme con esa cara de wtf!?, que es broma, ¡hombre! Me encuentro en la Greenlight Academy gracias a un programa de intercambio que tenía Yale. Que suena genial y todo eso, pero cuando tienes que salir de la cama a menos tantos grados las cosas cambian, ¿eh? Se me congela todo, dios.

Actualmente están de vacaciones por los exámenes que se acercan. Se respira un ambiente de tensión y desesperación, cargado de bebidas energéticas y auras espirituales zombies. Y, para liberarme un poco de él, voy a la azotea del edificio principal. Tiene cierto aire a las escuela japonesas, lo cual me hace preguntarme si habrá una monada arriba con su comida (¿bento le llaman?). Sería genial, aunque me conformaría con conocer a alguien que pueda dedicarme más de dos minutos, dado que la gran mayoría tiene el trasero pegado a la silla o va cual chica quinceañera a por el cesto de ofertas en una tienda de ropa. Me arrimo bien la bufanda al cuello y salgo preparado para el frío invernal con el abrigo negro que tan sutilmente mi madre ha enviado para mí.

Echando un vistazo a mi alrededor no veo a nadie. Qué deprimente. De todas formas y dado que no tengo nada mejor que hacer tomo asiento en el suelo, justo detrás de la puerta, donde me veo obligado a ponerme las gafas de sol debido a que estoy justo de frente a él. Me apoyo sobre la fría pared y estiro mis largas piernas. Placeres de la vida a cinco grados centígrados, con silencio total y el sol ligeramente tostándome. Mi mente se pierde en un flujo constante de pensamientos sobre lo que me espera en los próximos meses: cómo serán las clases, los nuevos amigos, el turismo, el surf; ¡dicen que hay que probarlo sí o sí!, si es verdad eso de que te encuentras arañas por todas partes… bueno, mil y una cosas. Y, sin lugar a dudas, quién será mi compañera de habitación. Se ve que aún no ha llegado a Greenlight Academy… Eeeeeen fin.

No sé cuánto tiempo paso divagando, pero de pronto escucho la puerta abrirse. Visita, ¿eh? Me giro sin levantarme del suelo y apoyo mi peso sobre mi brazo izquierdo, recostándome en el suelo. Veo veo… una joven cargada con papeles y ¿lápices de colores? Toda campechana, como yo, se recuesta sobre el suelo y escucho algún murmullo del cual solo logro identificar algo como “elefante y pato y que nadan”. ¿Trabajo escolar? Tiene pinta de ser joven; quizás es una estudiante de secundaria, lo que explicaría que no tuviese tanto estrés por los exámenes. O es muy pro y se sabe todo el tema con comas y puntos incluidos. Pero dejo de hacer suposiciones; voy a preguntarle directamente. Quizás incluso le puedo prestar mi ayuda y… ¿se está riendo sola? De seguro que con esa carcajada no está haciendo faena de clase. Sonrío, ya que parece que al final no estaré tan solo el día de hoy, y me acerco a ella, para quedar a unos pocos pasos.

¡Eh, si aquí te ríes yo también quiero hacerlo! —exclamo, intentando leer por encima de su hombro y asdjhshjksa, ¿qué es eso? ¿Un chiste? Quééééééé malo que es. Pero se me escapa la risa por lo bajini. No puedo creer que estuviese riéndose de eso. A ver… para chistes malos este:— Había un hombre tan tan tan, pero tan tan tan... Tan tan tan que parecía una campana gigante —finalizo, para ver que no tiene ni pizca de gracia—. Bueno, ahí lo tienes —río poniendo cara de “lo-sé-puedes-decirme-que-no-tengo-gracia”.

Me siento a su lado y le cojo un lápiz para escribir lo que justo he dicho. Eso de dejarlo para la posterioridad, para demostrarle al mundo que soy un graciosillo sin gracia. Le muestro el papel y le pregunto qué le parece. —He empleado la mejor letra que me sale con los dedos congelados porque brrr, hace un frío que pela —puntualizo entregándole el papel con mi chiste—Por cierto, ¿cómo te llamas? Yo soy Dereck Holland y acabo de llegar a Greenlight —me presento, guiñándole un ojo con complicidad. Si me dice que ella también es nueva, creo el club de los newbies y ya se sabe: Dios los cría y ellos se juntan.

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Mensajes del cielo [Priv. Dereck] Empty Re: Mensajes del cielo [Priv. Dereck]

Mensaje por Invitado Vie Ene 31, 2014 1:09 pm

¡Púchale! ¡Qué fresco se estaba poniendo aquí afuera!  Y para empeorar la situación, mi saquito de lana no estaba ayudando en nada. ¡Desgraciado!  ¡Y eso que te compré sin ningún descuento ni promoción! Y así es cómo se lo agradeces a Mami... bien hecho.

 Si queremos seguir con el combo de la "cajita feliz", puedo decir que el vestido catalogado para invierno era el típico "mañana empiezo la dieta" de las mujeres. Y  también da de que hablar sobre estas medias super-acolchonadas.  ¡Acolchonada tu vaca!

   La voz de aquel muchacho misterioso me sorprendió un poco pero dejé que observara mi trabajo de caridad con gusto. Si tan solo supiera que ayudaba a mis benditos compañeros para sus futuros exámenes después de las vacaciones... ¡pronto estaré en una estampita!

 ...Esperen, ¿estaba contando otro chiste? Ah no, ¡no tenía derecho! ¡Yo era la contadora oficial!

 ...


¿Campana...?


 ...

¡¡Ya entendí!!


-JA-JA-JA... ¡espera! ¡No! Nadie me gana en concursos de chistes. No es justo- dije mientras veía como lo escribía  en mi futuro avioncito, con una letra muy preciosa si debía ser sincera. Aunque, si lo pensaba mejor... él podría ayudarme con este plan maquiavélico para robarme las sonrisas de los alumnos (Aw, ¿No soy re adorable?)

 Me paré y extendí mi mano para tener un saludo formal, ¡ni sabía quien era este tipo! Podía ser un espía "roba-chistes" o algo por el estilo. Últimamente ya nada es seguro.

-Me llamo Rima y si nadie te lo ha dicho todavía pues, ¡bienvenido!- dije con una sonrisa genuina. Si espantaba a un alumno más, me quedaba sin el privilegio de las bebidas de la Diosa expendedora. ¡Qué ella no lo permita! Por lo que intenté sonar lo más cuerda y dulce posible.

  -"Encontrarás que el lugar es magnífico y que las posibilidades son infinitas aquí"- ¿algo más decía el panfleto?, ¡Ah!-. "aquí todos te damos la bienvenida con los brazos abiertos ya que nuestro proyecto es: "Integrar para educar"  es por que ser especial y único es una virtud aquí" Y creo que no dice nada más. En la parte trasera hay una fotito del año del ñaupa con los egresados, ¡es muy simpática! Aquí tienes uno- finalicé  y le entregué el panfleto. Sí, me había robado unos cuantos, ¡pero me gustaba introducir a la gente nueva! No era un delito del todo, ¿no? Era como Robin Hood. ¡Era Robina!

 Me enfoqué otra vez en mi trabajo y me senté devuelta en mi lugar. La resolana impactaba en mis poros y era sumamente agradable porque con el frío que hacía y lo poco abrigada que me encontraba, el mínimo de sol ya era una bendición. Lo miré nuevamente y decidí invitarlo a escribir conmigo.

  -Sé que te gustan los chistes grandulón...- Nah, ¿en serio?-. por lo que tengo un trabajo para tí que puede agradarte...- intenté recitar con una voz de misterio y "sensualidad" que en realidad se asemejaba a la de los perros al parir.

-Estoy escribiendo estos chistes para luego transformarlos en avioncitos y alegrar la vida de la gente. Sí, qué lindo gesto... bla bla bla. Cómo no sé armar esos artefactos en el material previamente descrito, tú los fabricarás y yo los arrojaré por el techo. ¿Tenemos un trato?- pregunté mientras extendía mi mano sin pararme.


 -¡Choque la... ¿garra?- dije mientras observaba mi mano constracturada y azul por el frío. ¡Oh por la expendedora!


"Me va a doler mañana...."




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Mensaje por Invitado Lun Feb 03, 2014 11:29 am

No diré que me arrepiento de haber ido a darle tema de conversación a la chica, pero próximamente deberé tratar de hacer un acercamiento un poco menos súbito. O, al menos, dejarme a la vista para no dejar a los demás con cara de sorpresa ante mi repentina intromisión en sus asuntos. Suerte que no es una mafiosa borrando las huellas del crimen que acaba de cometer, fiiu. Ah, Dereck, qué febril imaginación que tienes… Y, todo sea dicho de paso, qué poca gracia y soltura al explicar un chiste, viendo la no-reacción de la chica. Tengo la sensación de que debe estar mirándome como una cosa rara que ha dicho algo sin ton ni son. Estoy por explicarle de qué va cuando la escucho reír. Ah, no soy tan malo a fin de cuentas.

Discúlpeme Miss Chistes Malos —le hablo, con algo de picardía y una sonrisa un tanto maliciosa, sin tratar de ofenderla—, no estoy aquí para robarle el mandado —puntualizo, pero en mi mente me veo robándole la corona invisible de la cabeza para coronarme a mí como el próximo rey de los chistes malos. Estoy por rehacer mi presentación y añadirle algo con estilo, del tipo “Dereck Holland, el guasón/bufón/monigote de Greenlight”, pero antes de poder hacerlo ella toma la palabra y se presenta, no sin antes tenderme la mano. Oh, pero qué educada que es esta chica y qué nombre que tiene, Rima. Curioso, sin lugar a dudas. —Mi compañero de habitación está perdido por quién sabe dónde y parece que el 99,99% de los estudiantes están preparándose para los exámenes, así que efectivamente eres la primera en darme la bienvenida —le explico, tomando su mano y agitándola levemente—. Y yendo a lo verdaderamente interesante… ¿qué estás haciendo si puede saberse? ¿Planeas controlar el mundo con chistes malos? Ahh, pillina, que te tengo bien calada —la pico un poco, suponiendo que luego colgará esos papeles por la academia. No es mala idea, después de todo. Algo a lo que me apuntaría sin dudarlo ni un segundo.

Vuelvo mi vista a ella cuando empieza a recitar algo que no suena a chiste, sino a anuncio-que-quiere-reclutarte. La veo leyendo de un panfleto que me resulta familiar. Ah, sí, los que hay en la entrada de la academia. Lo reconozco por la fotografía de atrás, según tengo entendido de los graduados de años pasados. Lo tomo y me lo miro, analizando el mapa más que nada. Ya me habían dicho que aquel lugar era enorme, pero no pensaba que lo fuese tanto. De hecho, tenía un tamaño que Yale podía envidiar. ¿Desde cuándo una academia poseía un lago y bosque propios? Alucinante, sin lugar a dudas. Espero poder disfrutar de todo lo que tienen en unos brevísimos seis meses… o como mínimo de lo más llamativo, que efectivamente es bañarme en el lago. Me guardo el panfleto, ya que será útil en caso de perderme. Por suerte me sé el camino hacia las clases, pero por si me da coger una ruta al azar y perderme por esta academia-ciudad que tienen montada aquí. Estos australianos… cada vez se superan más a sí mismos.

Sonrío e imito a Rima, sentándome a su lado con las piernas cruzadas en forma de indio. No pasa mucho hasta que escucho su voz… ¿de resfriada? La miro y veo que parece estar en perfectas condiciones, sin un galopante dolor de cuello. Ignoro eso, pues quizás ha sido solo mi imaginación. —¿Ah, sí? —pregunto apoyando mi cabeza sobre mi brazo, el cual está a su vez apoyado sobre mi pierna. La miro de reojo, alzando una ceja. —Me pregunto qué será —le digo, dándole a entender que puede empezar a desvelar sus planes secretos para la conquista del mundo (no muy lejos de lo que me explica que quiere hacer). Me río, pensando que definitivamente es algo que haría sin dudarlo ni un segundo. Además, me gusta. Su idea y ella. Parece comprometida con las buenas intenciones y todas esas cosas que parecen perdidas en la gente de hoy en día. Supongo que debe ser joven para estar dispuesta a gastar su tiempo de esta manera. ¿Catorce, quince años, tal vez? La ropa que lleva tampoco me dice nada, salvo que debería intentar abrigarse más al salir de casa a tan bajas temperaturas. A menos que tenga genes rusos, porque éstos resisten hasta una Edad de Hielo en bañador. Así pues negarme queda completamente fuera de discusión. —Por supuesto que tenemos trato; no podría negar mi ayuda a una joven tan agradable como tú —le contesto, chocándole los cinco, para notar su mano bien fría y algo azulada. Como no quiero que pille el resfriado del copón, rebusco en mi bolsillo saco uno de mis guantes (talla extra grande para ella, por cierto). —Anda, póntelo en la mano que no vas a escribir. No me obligues a entrarte a dentro para evitar que te vuelvas pitufo —la regaño, cogiéndole la mano y poniéndosela en el guante. Se la ajusto como puedo con la correa y la dejo ir.

El silencio se instala en nosotros mientras trabajamos en su idea. Voy haciendo los aviones poco a poco, doblando las esquinas como un profesional. Me trae recuerdos de cuando estaba en clases en la secundaria, todo el día buscando modelos que volasen largo y alto. Todo con el profesor de física, aprendiendo las leyes básicas y fundamentales de la aerodinámica. Me parece curioso y un tanto extraño que no sepa hacer aviones. —¿Nunca has lanzado aviones en mitad de clase? —le pregunto, algo distraído— Es casi una tradición para los alumnos —añado mirando el avión que acabo de hacer, con alerones incluidos—. Yo recuerdo constantemente estar haciéndolos en clase, ya incluso en física el profesor los usaba para explicarnos algún que otro punto del temario. ¿Quieres que te enseñe? Así si algún día los necesitas en clase podrás mostrarles a todos lo experta que eres construyéndolos —sugiero, mostrándole lo que se puede llegar a hacer en unos pocos pasos—Por cierto, ¿en qué año estás? —le pregunto, recordando que no sé su edad—. Te ves bastante joven, la verdad —le sonrío despeinándola. Ahora es cuando me dice que tiene veinticinco años y me quedo de piedra y luego muero de risa.

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