I was a heavy heart to carry [Priv. Natsuno]

Me observé en el reflejo otra vez, y como la última vez que me miré en una superficie reflejante, mi físico seguía siendo el mismo. Pasé los dedos cerca de mis ojos, ahora carmesíes. No era una ilusión, como tampoco las alas que ahora poblaban mi espalda.
Aún me costaba asimilar lo que había hecho. Más bien, creía que no lo acababa de asimilar porque la indiferencia que sentía se podría considerar como ilegal teniendo en cuenta que lo recordaba todo. Bueno, mentiría si no decía que lo recordaba cubierto de un extraño manto sobre mi conciencia. Era como si lo hiciera todo bajo los efectos de la cólera que había sentido, como si no diera crédito de lo que estaba haciendo. Sin embargo, después de asimilarlo, tampoco sentí remordimientos por ello. Probablemente me había convertido en un monstruo de forma oficial porque ya lo era de antes, solo que no lo aceptaba.
Sin embargo... lo había matado... Pensaba que era la única persona que me respaldaba y en la que podía confiar, pero no era así. Pensaba que me ayudaba porque me quería como persona... pero no era así. Lo hacia para acercarse a ella... a aquel ser despreciable... a aquel pedazo de carne que no valía ni para pasto de animales. El mero hecho de pisar la misma tierra que ella, respirar el mismo aire que ella o vivir en el mismo recinto que vivía ella me ponía enferma. ¿Por qué no desaparecía de una vez y nos hacia un favor a todos?
Volví a la realidad desde mis pensamientos. Si antes ya me quedaba trabada en ellos, ahora era algo más común incluso porque no le prestaba atención a las personas que me envolvían. Me daban igual todas y cada una de las personas que habitaban la academia. Me importaban lo mismo que la importancia que me daban ellos a mi. Sin embargo, intentaba rondar por las zonas poco pobladas de la academia. A esta hora, la entrada lateral era una de esas zonas.
No había ni una alma que cruzase esa puerta a menos que la principal estuviera atorada, cerrada o estropeada. Incluso pensaba que muchos usaban aquella zona como un jardín extra, más que un medio para acceder a la academia, lo que era de agradecerse en aquel instante, pues el silencio era casi sepulcral y lo único que se escuchaba era el crujido de las ramas y de las hojas que mecía el viento.
Me eché un último vistazo más inconscientemente que por voluntad propia, por el mero hecho de que cuando me sumí en mis pensamientos me estaba observando en el reflejo de una de las ventanas que conectaba con el interior de la academia, por lo que al volver de mis pensamientos, no pude evitar verme de nuevo. Sin embargo, algo había cambiado.
Un chico de cabello violeta y ojos grandes de un azul intenso. Este me observaba desde dentro de la academia. Parecía ciertamente sorprendido, probablemente por mi físico pues, a pesar de que antes tampoco era el más normal del mundo, ahora era incluso más grotesco que antes.
Bajé la mano que aún estaba apoyada en mi cara, cerca de los ojos, y le dediqué una mirada fría mientras fruncía el ceño. ¿Se puede saber qué quería? Con la de cosas que se puede hacer, y se quedaba plantado mirándome por la ventana. Ni que fuera un monstruo de feria. Viré hacia la izquierda y me dispuse a alejarme del ventanal.

Hacía tiempo que le perdí la vista a aquella chica que me ayudó a llegar al interior de la academia cuando mi cuerpo ya no era capaz de absorber más luz. Sinceramente me quedé un tanto sorprendido por su acción, mas en ese momento pude observar que no lo hizo por mera formalidad y compromiso, sino que fue en un acto de generosidad. Aún no termino de comprender por qué ayudó a un ser como yo.

Suspiré profundamente, dirigiendo mi mirada hacia el ventanal de la clase. Luego me di cuenta de mis actos y regresé la mirada hacia la pizarra donde el profesor impartía su clase. No era muy normal en mí distraerme de esa forma, pero por algún extraño motivo no podía dejar de pensar y preocuparme por su estado. Era de las pocas veces que sucedía algo así.

Como era normal, no pude concentrarme debidamente en la clase, así que pensé que quizás podía engañar al profesor para que me dejara salir con la excusa de que no me encontraba bien. Seguramente me creería, así que no había problema.

— Disculpe —interrumpí, levantando la mano—. ¿Podría salir de clase? No me encuentro bien —expuse con educación, levantándome lentamente de mi sitio.

El profesor asintió con la cabeza, permitiéndome salir del aula. Recogí mis cosas y procedí a marcharme de la estancia. Una vez me encontré fuera de ésta, miré hacia sendos lados, yendo disimuladamente hacía la enfermería. Cuando llegué pasé de largo completamente, buscando a la joven de cabellos plateados. Aquel ser puro que me ayudó. Sentía la imperiosa necesidad de saber dónde estaba ya que hacía tiempo que no la veía. Tampoco la busqué como un desesperado, simplemente trataba de hallarla por pura casualidad. Evité por todos los medios cruzarme de nuevo por la clase, evitando evidentemente a los profesores y guardias.

Me detuve en seco cuando parecía que había encontrado a aquella persona, pero estaba muy cambiada. Sus alas no eran blancas como la nieve, y sus ojos habían cambiado a un carmesí, tal cual la sangre. ¿Era ella realmente? Evidentemente me quedé muy sorprendido por su aspecto. ¿Cómo había llegado a ese estado? ¿Qué le había pasado? Parecía que mi mente intuyó que algo ocurrió, de ahí me preocupación por encontrarla.

Me acerqué al ventanal y apoyé las manos en la fría superficie, percatándome de la fría mirada que me echaba ¿Acaso no me reconocía? Sólo había una manera de averiguarlo. Cuando ella se dio media vuelta para proceder a marcharse, abrí la ventana y me asomé.

— Kahori, no te vayas —le dije con una voz calmada y salté por la cornisa para salir del edificio y acercarme a ella—. Soy Natsuno ¿Qué te ha pasado? —pregunté picado por la curiosidad y a la vez preocupado.

Era de día, pero no me importaba, no me había expuesto demasiado al sol, así que no me tenía que preocupar en demasía.

A los pocos pasos, una voz familiar me llamó, mas no supe identificar bien de qué la conocía... ¿era un compañero de clase? Si era así, ¿por qué me llamaba cuando desde hace ya tiempo mis compañeros han dejado de intentar comunicarse conmigo? Saben de sobra que ya no era la misma de antes, que ya respondía gentilmente ante sus palabras y que me había convertido en lo que desde un principio era, solo que no quería ver: En un monstruo.
Ahora todos me temían y evitaban entablar una conversación conmigo o a hacer trabajos conmigo por el mero hecho de que temían que a la mínima les contestara mal o me enfadara conmigo. En el fondo los entendía, y a pesar de que en parte estaban equivocados pues simplemente me dedicaría a contestar con frases cortas, entendía que me temiesen.
Sin embargo, a pesar de que podía haber ignorado el llamado, me detuve y me giré para ver quien era el inquilino de la voz, al menos para darme cuenta y recordar de quien se trataba. El joven saltó la ventana para acercarse a mi y cuando conseguí verle mejor, comprendí de quien se trataba. O, más bien, el ligero humo que desprendió su piel que se había expuesto al sol.

–¿Otra vez? – Pregunté ignorando su respuesta – No te expongas al sol.

Nada más mencionar la frase, le aparté ligeramente más hacia la sombra pues el edificio nos ofrecía la posibilidad de estar o bien en la sombra, o bien caminar unos pasos y dar con el sol. Probablemente, debido al salto que había dado o quizás la posición en la que estaba, el joven se vio obligado a exponerse al sol por accidente... No hacía más que incomodar y crear problemas a los demás.
Era sofocante, insoportable. El sentimiento de hacerlo todo mal, de ser una inútil para todos, de crear no más que sufrimiento a los demás con tu sola presencia... Sentía a diario la opresión en mi pecho, incluso en ocasiones sentía como si me faltara el aire, como si mis propios sentimientos me ahogaran y mi propio organismo quería matarme para dejar de hacer el mal. ¿Qué más debía hacer? Ya me había apartado de todas las personas que conocía para no oscurecerlas, no envenenarlas con mi presencia, ya había hecho todo lo que estaba en mis manos... ¿Es que acaso la única solución era la muerte? Debía de ser eso. Alguien como yo no se merecía ser feliz.
Me di cuenta de pronto que, a parte de no haberle respondido la pregunta que me había hecho, me había quedado callada durante demasiado tiempo, con la mirada gacha, sin siquiera mirarle a la cara. ¿Qué debía de hacer ahora? ¿Responder la pregunta sin más? ¿Callarme e irme? Probablemente la última opción era la mejor. De seguro que le habrá sorprendido y desagradado mi reacción cuando simplemente me preguntó como estaba o qué me había pasado. Soy una desagradecida y una desagradable.

–Espero que estés bien...

Fue lo único que mis labios pudieron pronunciar en aquel momento. Ya no hacia nada estando allí, solo debía alejarme y dejar al chico en paz. Debía de persistir en el edificio para no quemarse, era nocivo para él estar expuesto al sol. Esperaba que no pretendiera pararme y iniciar una pelea por como le había tratado sin una razón aparente.

No comprendía del todo la razón por la cual me había apartado del sol. Estaba perfectamente. Aunque al parecer mi piel desprendió un ligero humo, mas no había de qué preocuparse, no era problema alguno, era normal. No llegaba a quemarme puesto que no se vio en carne viva.

— Kahori, no te preocupes. Ahora estoy bien, puedo aguantar bastante tiempo bajo el sol —le dije con voz calmada, mirándola como podía ya que ella mantenía la cabeza gacha.

Un silencio un tanto incómodo se hizo presente entre los dos. Aún continuaba preguntándome la razón por la cual había terminado con ese aspecto y a juzgar por sus actos le afectaba. Entrecerré la mirada por un momento, comprendiendo internamente por lo que estaría pasando, aunque quizás me lo estaba inventando todo. Emití un largo suspiro, cerrando ahora por completo los ojos. Pensé en lo que había podido pasar pero ni por asomo era capaz de imaginármelo.

El silencio continuó reinando entre ambos. Por fin decidí abrir los ojos y alzar una mano, colocándola en el hombro ajeno, como si quisiese que se calmara y se parase a pensar un momento en lo que había ocurrido. No le iba a recriminar nada; además ¿Qué le tenía que recriminar alguien como yo? No tiene sentido alguno. Por un instante casi me sentí identificado con ella.

— Estoy bien —mencioné, tranquilizándola con mis palabras, que viera que no estaba en contra de ella por no haber respondido a la pregunta que le hice.

En ese momento vi que tenía la firme intención de marcharse del lugar y dejarme allí con la duda. Como era evidente no la dejé marchar. La aferré de la muñeca e intenté no hacer demasiada fuerza en el agarre para no infligirle daño alguno. Lo último que quería era eso. Ella me había ayudado y me daba igual en lo que se había convertido. Fruncí instintivamente el ceño y agaché un tanto la cabeza, mas mi mirada continuaba puesta en ella.

— Si crees que con esa actitud vas a alejarme, la llevas clara —musité con voz calmada, tanto como pude—. Tu aspecto ahora no cambia en nada. Desconozco lo que te ha ocurrido para que llegaras a este estado y cierto es que siento una malsana curiosidad por enterarme de ello. Así que no creas que te voy a soltar con tanta facilidad.

Advertí, mas no en vano. Cuando mencionaba algo así, pocas veces lograban disuadirme. Yo seguía en mis trece.

— Puedes creértelo o no, lo dejo a tu criterio, pero quiero que sepas que hace unos días vengo preocupándome por ti —puse de manifiesto. Esperaba al menos que me creyera ya que era completamente cierto—. Sinceramente esperaba que nos encontráramos en otras circunstancias más agradables, pero la vida da muchos giros inesperados, así que... ¿Qué se le va a hacer? Habrá que adaptarse.

No quería que se marchara. De verdad. No quería. A saber la de pensamientos que le invadían la mente en estos instantes. Quería tenerla a la vista. Todo era extraño. Demasiado extraño. La sensación que ahora invadía mi cuerpo era muy distinta, apenas era capaz de identificar el sentimiento que albergaba en mi ser. Así que por el momento lo ignoré. Más adelante puede que sea capaz de averiguarlo.

Escuché sus palabras con respecto a que estaba bien y que no debía de preocuparme por ello pues podía aguantar mucho tiempo debajo del sol. Esbocé una media sonrisa. Otra vez más igual. Otra vez más interpretaba mal las cosas y exageraba por ello. ¿Por qué me había entrometido en sus cosas? Bien podría haberle ignorado y seguir mi camino, haciendo ver que era otra persona. ¿Para qué me había parado? Escuché su suspiro y me resigné a ser un desastre de nuevo.
Lo cierto es que no sabría decir por qué me había detenido tanto tiempo esperando. Podría haberme ido hace muchos minutos sin tener que sumir a Natsume en este silencio tan incómodo, pero por alguna razón, quizás por el hecho de albergar una triste esperanza de que al menos con él, a quien había ayudado una vez y había sido todo un éxito, podría ser diferente que con otras personas... Era una ilusa.
Estaba tan sumida en mis pensamientos, que me sobresalté un poco cuando noté que algo aterrizaba sobre mi hombro. Observé la mano que había deslizado hacia mi algo aturdida, como preguntándome por qué había optado por hacer aquella acción. Tampoco me esperaba sus siguientes preguntas. Desvié mi mirada hacia él esta vez, como intentando descubrir por qué estaba siendo amable conmigo si solo le estaba molestando.
No. No pienses que no estas molestando, lo estás haciendo. Solo está siendo amable contigo porque es una buena persona, no como tu. Tu no lo eres. Vete de allí. Yo no soy buena persona como lo es Natsume. Me giré dispuesta a alejarme del lugar, sin decir nada, despidiéndome sin más, pero algo me detuvo. Su mano se cerró en mi muñeca, no me hacía daño, pero fue suficiente para que me detuviera y volviera mi mirada hacia él sin decir nada.
No pude evitar esbozar una mueca de sorpresa al escuchar sus palabras... ¿por qué se empeñaba tanto en saber lo que me había pasado? Me encogí por inercia propia. No se debía de interesar por mi, no era importante yo. Más bien, era un estorbo para todos. Hacía lo que hacía, lo hacía mal. Nunca llegué a comprender por qué me pasaba, por qué todo lo malo la acababa atinando yo, pero era un hecho irrefutable. Me pregunté de pronto como reaccionaría si descubriera que había matado a alguien.
Bajé la mirada de nuevo cuando mencionó que llevaba unos días preocupándose por mi. No entendía el por qué... solo había sido amable con él una vez, solo le había ayudado en una ocasión. Seguro que conocía y se hablaba con personas más importantes que yo, que quizás le habían ayudado en más ocasiones, en muchas más que yo podría lograr a cometer. No... No se debía de preocupar por mi. Es más, debía de aborrecerme, para no creer que soy alguien importante en su vida solo por haberle ayudado una vez. No debía pensar en mi, ni preocuparse por mi. No.
Levanté la vista para mirarle directamente a los ojos, decidida. Quizás incluso parecía que estaba molesta quizás incluso con él, pero esa no era la verdad. Estaba molesta conmigo misma, por haber sido amable en una ocasión con Natsume y haber dejado tal mella en él cuando no era necesario. Yo no debía ser importante, él no debería de preocuparse por mi. Debía olvidarse de mi, o incluso odiarme.

–¿Quieres saber qué me ha pasado? – Le pregunté quizás algo brusca mirándole fijamente – Bien te lo diré si insistes tanto. ¿Te has preguntado por qué tengo este físico? Pues bien, he matado a una persona y este es mi castigo. ¿Feliz? Puedes empezar a despreciarme.

Mis acciones eran involuntarias, apenas era consciente de lo que hacía. Sólo era eso, no quería que se marchara bajo ningún concepto. Sus acciones, su mirada, todo me hablaba, pero no daban respuesta clara a todo, únicamente me daba una vaga idea. Para mí no era suficiente, necesitaba saberlo absolutamente todo. No perderme detalle alguno.

Después de mis palabras, un silencio incómodo se hizo presente en ambos. Me encontraba a la espera de que me diera respuesta alguna a mis preguntas. Aunque sólo fuese una escueta, pero necesitaba conocer la acción que la hizo caer en la oscuridad. Me sorprendí un poco por la brusquedad de aquel interrogante, mas no lo demostré notoriamente en mi rostro, sino que simplemente abrí mis ojos algo más de la cuenta.

Agaché la cabeza cuando me dio aquella respuesta. En mi interior me reí de forma despreciable, pero no iba destinada a ella, sino más bien a mí mismo. ¿Despreciarla por haber matado a alguien? No. si por matar a una persona ya tendría que despreciarla, entonces yo debería de haber ardido y convertido en ceniza para después esparcirla y evitar así que se tuvieran todas y cada una de las partículas que la componen, pudiéndose llevar a cabo un ritual para devolverme a la vida o algo así.

— ¿Por qué despreciarte? —pregunté, alzando un poco la mirada, soltándole la muñeca. Mi rostro era serio, como la mayoría de las veces—. En todo caso tú deberías despreciarme a mí, he matado a más personas que tú —le confesé, manteniendo el ceño fruncido—. Todos en algún momento de nuestra vida hacemos algo de lo que nos arrepentimos. Has cometido un error y lo estás pagando, no creo que debas torturarte de esa forma. Lo hecho, hecho está.

>> Yo también estoy pagando por todo el daño que hice... y estoy haciendo.

Comenté con tranquilidad aparente, posando una mano en el hombro ajeno, tratando que entrara en razón. No debía martirizarse de esa manera. No me agradaba ver a alguien que me había ayudado así. Sentí que le debía algo, razón por la cual estaba ahora ahí, tratando de ayudarla en lo que pudiera. Lo cierto es que, por alguna extraña razón, había hecho mella en mi frío corazón, pero muy alejado de cualquier sentimiento amoroso. Era todo muy extraño, pero los acontecimientos habían decidido suceder de aquella forma, el destino movía los hilos de todos, nosotros únicamente somos sus marionetas. El destino, nuestro titiritero.

— Así que te pido por favor, que no te martirices más —le dije, sin retirar la mano de encima de su hombro, quería que entrara en razón de alguna forma, me daba igual si me tomaba más tiempo de la cuenta, por ahora tenía todo el tiempo del mundo.

Su pregunta me chocó de tal modo que incluso mi cabeza se echó hacia atrás ligeramente. Todos siempre afirmaban que matar a alguien era el peor de los pecados pues una persona debe de ser dueña de su propia vida y que otra se la arrebate era lo peor que podría pasar. Por eso por décadas se ha visto como algo horrible y despreciable... ¿Por qué entonces a Natsuno no lo hacia? La respuesta vino sin la necesidad de preguntar. Al parecer los dos hemos caminado por la misma senda, la senda del homicidio. Sin embargo, había un ligero detalle que nos diferenciaba, y no era precisamente la cantidad de personas asesinadas.

–Pero yo no me arrepiento – Comenté sin pensarlo, llevada por la sorpresa del momento – Yo no me arrepiento de haberle matado y no lo haré.. y no lo haré... – Pronuncié como si me hubiera dado cuenta de ello justo ahora.

Lo cierto es que no me arrepentía de nada, no me arrepentía por haber matado a una persona, por haber arrebatado una vida y por no saber dónde estaría vagando ahora o incluso si su presencia seguía siendo latente por el mero hecho de que había matado a un demonio y desconocía en qué se convertían los demonios después de muertos.
Pero no me arrepentía, a pesar de que quizás su existencia ya era nula, no me arrepentía de haberlo matado... ¿me convertía eso en un monstruo? Probablemente, pero no podía remediarlo. No podía obligarme a sentir lo que jamás sentiría. Él había sido la única persona que me quedaba en la vida, con la única que podía confiar... y él... me traicionó...
Recobré los sentidos mucho después de que posara su mano en mi hombro. En cierto modo, a pesar de que no sentía ni pena ni remordimientos por la muerte de aquel hombre, por alguna razón, quería alejarme de todos a mi alrededor. No quería relacionarme con nadie, no quería volver a acercarme a las personas para que estas me volvieran a hacer daño. Ya lo había hecho muchas veces y había tenido suficiente. Ya no lo quiero más.
“Así que te pido por favor, que no te martirices más”. Era imposible. No puedo dejar de sentir lo mismo cada día de mi existencia. No puedo dejar de pensar que soy inferior a los demás, que nadie me necesita, que siempre habrá seres mucho mejores que yo. Agaché la cabeza ligeramente. ¿Por qué seguía existiendo si no le era necesaria a nadie? ¿Por qué todos eran mejores que yo? ¿Por qué no tenía ninguna virtud que llamara la atención a las personas de mi alrededor y que por ella se sentirían atraídos por mi de algún modo y me tuvieran en cuenta?
No. Nunca pasará. Yo no tengo virtudes, y todos me abandonaran por ello y no importará si mato o dejo de matar personas, haga lo que haga, nadie me tendrá en cuenta. Ni siquiera la gente sentía desprecio por mi por haber asesinado a alguien. Simplemente, no sentían nada referente a mi y eso era peor que sentir el odio de toda la humanidad concentrada en mi.
Aparté su mano de mi hombro firmemente, pero sin brusquedad y me alejé unos pasos de él, como intentando alejarme ligeramente.

–No tienes que ser amable conmigo. Sé que en el fondo no te importo, ni a ti ni a nadie. No hace falta que seas amable conmigo solo por cortesía. Déjame en paz.

Pude observar en ella la sorpresa ante mi pregunta, pero mi rostro continuaba inmutable, aunque en mi interior me encontrara un tanto enfadado con ella. Parecía seguir en sus trece con sus pensamientos de haber matado a alguien. Realmente no me importaba en absoluto, todo podíamos cometer o no, tal atrocidad. Su comentario me pilló completamente de improviso, no pensé que pudiera decir algo como eso, aunque quizás estuviera cegada por sus sentimientos, por ese afán de alejarse de todo el mundo. Sinceramente, si ella se alejaba de mí, yo me acercaría más a ella, eso estaba claro. No la podía dejar marchar en ese estado, a menos que ya me sacase de mis casillas con esa obstinación por su parte.

— Kahori, párate a pensar —le dije con tranquilidad, tratando de que entrara en razón y pudiera hablar con aquella Kahori que conocí y que me ayudó a cruzar el patio para no desintegrarme por el sol—. Tu actitud no debería de cambiar por haber matado a una persona.

Después de que dijera que no se martirizara más, un silencio se hizo presente en ambos, un silencio que a mi parecer era incómodo. Debía romperlo de alguna forma, me estaba matando y lo demostraba con creces en mi rostro. Mis facciones en aquel momento eran una mezcla entre rabia, enfado e incomodidad. ¿Por qué tendían a martirizarse de esa forma? ¿Por qué darle tantas vueltas a la cabeza? Y lo mejor de todo, sentían en afán de compartirlo con los demás. Quizás el problema lo tuviera yo, no exteriorizaba sentimiento alguno, sólo mostraba una fachada de total indiferencia ante todo lo que me rodeaba.

Por fin.

Por fin se rompió aquel silencio, pero no de la forma que me hubiera gustado. La joven me apartó las manos de su hombro, no fue brusca, pero dejo entrever cierta molestia ante las palabras que salieron de mi boca, o al menos eso fue lo que pensé. Pronto sus palabras me confirmaron que estaba molesta por mi actitud ante ella. Lo que me temía. Y ciertamente me ofendieron sus palabras, por lo que fruncí el ceño de forma notoria. No quería que aquello pasase de ninguna de las maneras.

— Dime, ¿cómo sabes que no me importas? Si estoy aquí es por algo. Si te insisto no creo que sea porque quiera ser amable —dije en tono serio, manteniéndome a una distancia prudencial de ella. Mis ojos se clavaron en los suyos y agaché con suavidad la cabeza. Mi mirada se tornó intensa—. Sé que esto te puede resultar extraño, que me comporte de esta forma aún sólo cuando te he visto una vez. Eso lo sé, incluso me parece extraño hasta a mí. Normalmente los demás me suelen importar un bledo, los ignoro por completo, pero no sé por qué, desde ese primer encuentro todo comenzó a tornárseme extraño. Imagino que de alguna forma noté algo en ti que era diferente y que me agradó desde el primer momento. Y ahora, aun habiéndome contado el crimen que has cometido, siento exactamente lo mismo.

>> No soy amable con cualquiera.

Confesé como última palabra que iba a salir de mi boca en ese preciso instante, mas no me alejé de ella, permanecí estático frente a ella, mirándola intensamente, dejando ver mi molestia ante lo que había mencionado. Esperaba la respuesta de la joven, cómo reaccionaría ante mis vocablos.

Le observé anonadada... ¿Mi actitud no debe de cambiar por haber matado a una persona? Cómo era posible aquello, ¿era posible actuar de la misma forma después de haber matado a alguien y no caer en la posibilidad de verte como un psicópata? Por mucho que pensara en ello, no conseguía hallar una alternativa en la que no me tengan que recluir de la sociedad.
No había otra explicación: solo intentaba animarme o, en su defecto, intentar que no me martirizara más con ello. Sin embargo, no lo hacía. No sentía remordimiento alguno y no creía sentirlo jamás. Lo único que quería hacer era recluirme por ello, lo que me asustaba era eso: no sentir remordimiento por haber matado a alguien... ¿No sería eso una señal de que lo podría volver a hacer sin pensármelo dos veces? No podía permitirlo, no podía permitir que más personas inocentes caigan presas de mi posible locura.
A pesar de que quería alejar a Natsuno para su propio bien, parecía que él no se lo había tomado de la misma forma. Solo pretendía decirle que no debía mostrar cortesía frente a mi solo al ver que estaba mal, porque veía bastante lógico que no le importara mucho una chica que conocía solo de una vez. Sin embargo, por alguna razón que no conseguía alcanzar, Natsuno no lo veía de la misma forma.
Analicé cada palabra que me decía. Parecía ser sincero, a pesar de no entender yo como es posible que se preocupe tanto por alguien que es prácticamente una desconocida, pero sus palabras rezumaban sinceridad con cada consonante y vocal que pronunciaba. Me percaté de pronto que probablemente era la única persona de toda la academia que se estaba preocupando por mi en estos instantes y yo le había rechazado tan cruelmente, tal como lo había hecho Haru en su momento.
Quizás era mi oportunidad para volver a integrarme en la sociedad, a no ser rechazada por nadie más y sería Natsuno el que me ayudaría en ello. “No soy amable con cualquiera”. Cogí su mano, la que minutos antes había sido apoyada en mi hombro, y la observé. Era la mano que me había ofrecido apoyo y yo había rechazado cruelmente.

–Lo siento – Me disculpé por mi comportamiento de momentos atrás mientras entrelazaba mis dedos con los suyos – Espero no haber cambiado tanto desde la última vez que nos vimos.

Intenté recordar el día en el que nos conocimos mientras jugueteaba con su mano. Estábamos haciendo gimnasia y el día se tornó caluroso. Por aquel entonces aún era un ángel servicial, lo que todos llamaban “ser muy buena persona”. Natsuno me confesó que era vampiro y que le sería imposible cruzar el patio hasta el edificio debido al sol, por lo que yo decidí buscar algo para ayudarle, y no encontré nada mejor que un saco de pelotas con el que cubrirle. El recuerdo hizo que soltara una ligera risa.

–Espero al menos tener más ingenio para solucionar las cosas ahora – Comenté sujetando su mano esta vez con las dos mías – ¿Qué quieres de mí?

Me di cuenta que había sonado demasiado violenta, como si tuviera algún problema social el cual me impedía hablar con las demás personas con más cortesía. Era curioso, teniendo en cuenta que antes era la persona que corría primera a ayudar a alguien e intentaba ubicar a los nuevos alumnos que llegaban a la academia.

–Quiero decir... ¿Qué quieres hacer ahora?

Spoiler:

El ambiente cada vez era más tenso. ¿Habría alguna forma de hacerla entrar en razón? Si no lo hacía me podría ir despidiendo de ella, cuando una persona se encuentra en tal estado mental es casi imposible que vuelva a ser como antes. Sólo había que fijarse en mí. Desde que me convertí en el monstruo que soy ahora casi todo ha cambiado. Mi carácter, mis hábitos. Soy preso de mi condición de vampiro, aunque pueda permanecer cierto tiempo al sol, pero eso no cambiaba en nada las cosas.

Dejé que aquellas palabras escaparan de mis labios. Apenas me había parado a pensar en lo que pronunciaba, me dejé llevar únicamente. Al poco sentí la mano ajena rozando la mía, atrapándola con suavidad. Lo único que pude hacer en ese momento fue observar la acción al escuchar los vocablos que salían de los labios ajenos. Me mantuve callado por unos instantes, sintiendo la calidez del cuerpo de la joven a través de dicha parte de su fisonomía. Ella debió notar la frialdad de mi piel.

— Sabía que al final entrarías en razón, por ello mismo insistí mencioné con suavidad, entrelazando también mis dedos con los de ella—. Sólo un poco, pero es normal. Y a pesar de tu nuevo aspecto sigo viéndote como antes.

Incliné un poco la cabeza hacia un lado al oír aquella suave risa que escapó de sus labios. ¿Qué le había provocado aquel gesto? Me picó un poco la curiosidad pero lo dejé estar por el momento. Ahora lo que me importaba era ella, arreglar las circunstancias entre ambos. Sin duda la ayudaría a sobrellevar el crimen que había cometido.

Me sorprendí un poco ante su primera interrogante, se me antojó curiosa la verdad, mas luego rectificó, lo que me sacó una muy leve sonrisa. Un gesto muy impropio de mí. Al poco, aquel atisbo de sonrisa desapareció de mis labios, dejando en ellos mi habitual seriedad.

— Me gustaría saber una cosa —introduje, mirándola a los ojos—. ¿Por qué razón mataste a esa persona? ¿Qué hizo para que alguien como tú cayera?

Sentía la curiosidad, no podía evitarlo de ninguna de las maneras.

— Si quieres podemos hablar de esto en un lugar menos transitado —propuse, en mi humilde opinión prefería un lugar más íntimo, pero todo quedaba a gusto de Kahori. En ese momento no tenía ni voz ni voto.

Escuché como afirmaba que había insistido por el mero hecho de que desde el principio tuvo la esperanza y la certeza de que entraría en razón. Era curioso, porque yo misma no tenía aquella certeza. Quizás era debido a que me había alejado de todas las personas que antes me rodeaban, evitándolas y recluyéndome en mi propio mundo de soledad creyéndome rechazada.
A pesar de que siempre había considerado que mi nuevo físico sería desagradable, probablemente por el mero hecho de que las personas que antes me conocían no me reconocerían o, si lo hacían, me repudiarían, no creía que hubiera cabida alguna en que fuera mínimamente agradable para la vista. Sin embargo, después de la afirmación de Natsuno, inconscientemente, empecé a replantearme la realidad... Quizás realmente no era tan... Tan extraña...

–Tienes las manos frías – Comenté tontamente porque no sabía muy bien como expresar lo que estaba sintiendo. Le estaba realmente agradecida, pero no sabría decir por qué... Quizás por la confianza que había depositado en mí y por no haber huido al verme – Gracias... – Dije tímidamente, casi en un susurro.

Si bien mi risa fue repentina, Natsuno decidió no preguntarme nada al respecto. En realidad, era de agradecerse por el mero hecho de que quizás remover tiempos pasados solo me causaría pesar, porque aquellos recuerdos aún estaban latentes en mi memoria, perforando mi mente cada momento. Debía dejarlos ir, debía dejarlos morir. Quizás por eso mismo decidí hacer aquella pregunta de forma tan extraña, para cambiar drásticamente de conversación y alejar sus pensamientos de mi risa.
Su respuesta no era una que me esperaba. Más bien, no podía considerarlo respuesta siendo esta una pregunta, o más bien varias. Hice una pausa recordando el día en que maté a Akira. Fue extraño, la verdad. De hecho, si no fuera porque estudiamos en una academia llena de seres sobrenaturales, sería una situación digna de una película de ciencia ficción. Me di cuenta que me había quedado en silencio durante demasiado tiempo cuando propuso ir a hablarlo a un lugar más privado. Sin embargo, esa zona a esa hora no era realmente muy transitada. Si bien algunos alumnos se movían por allí, estos eran pocos comparados con la entrada principal o cualquier pasillo de la academia.

–No era técnicamente una persona a la que maté, fue un demonio – Decidí aclarar primero – Y puede sonar banal, pero prefirió a mi mejor amiga que a mí.

Visto de esta manera, podría considerarse incluso que era una loca: matar a alguien por amor no correspondido. Realmente no era una razón de peso en ninguno de los casos. De hecho, ni si quiera sabía por qué me había limitado a decir tan solo aquello, dejando tantos vacíos legales de por medio y causando incertidumbre. No es que fuera un tema realmente secreto o algo por el estilo, por lo que no entendía por qué me costaba tanto explicarlo.

–La razón puede parecer estúpida, pero no lo es tanto en realidad. Ella me traicionó y me dejó de lado. Probablemente llevada por el dolor y de la rabia de ser una inútil, decidí destrozarme la vida y cometer aquel crimen – Comenté mirando el cielo al que ya no pertenezco.

Me di cuenta de pronto, que ningún demonio me había visitado aún... Quizás era repudiada por el mismísimo averno por haber asesinado a un demonio. De hecho, le veía bastante lógica. Lo que no entendía en ese caso era por qué no venían a matarme... Quizás, en el fondo, no les importaba demasiado o sabían quizás que acabaría muriendo por mi propia estupidez, o los ángeles superiores vendrían a hacer el trabajo por ellos.

–Ya no sé a qué lugar pertenezco... Y por eso no sé a donde ir – Comenté – Siempre estoy caminando de aquí para allá en la academia, como buscando mi lugar a sabiendas de que no lo encontraré jamás. Como una especie de penitencia. Es raro... Raro y estúpido.

Spoiler:

Ignoré el comentario de las manos frías, y ante ese gracias que salió de los labios ajenos, realicé un suave movimiento de mi cabeza, indicándole que no debía disculparse por ello.

Me sorprendí bastante el hecho de que me dijera que había matado a un demonio. Un ángel matando a un demonio... Era un hecho curioso, sin duda. Después de mencionar la razón del crimen pensé que aquello no tenía importancia alguna, pero acto seguido se me vino a la mente que hay personas que son muy dependientes de otras y no quieren estar solas, así que ante ese temor hacían cosas de las que posiblemente luego se arrepentirían. El cual no era el caso de ella.

Ante todo lo que me estaba contando no pude decir nada, no me salían las palabras de lo atónito que me encontraba, mas en mi rostro no se vio ni un sólo claro gesto de este sentimiento. Únicamente me limité a observarla, escucharla y tomarla de la mano para que se tranquilizara un poco más. Mis ojos seguían clavados en ella, comenzando a sentir una extraña sensación por todo mi muerto y frío cuerpo.

La joven finalizó con sus palabras y no sé qué me llevó a realizar el siguiente acto, pero terminé por darle un abrazo que trataba de reconfortarla. Rodeé su cuerpo con mis brazos, dejando que la cabeza ajena reposara sobre mi hombro. Mi mano se posó en su cabeza. Me costó decidirme a hacerlo, no estaba acostumbrado a ello, pero simplemente lo hice. Logré hacerlo sin que me supusiera un grandísimo esfuerzo.

— Todos tenemos un lugar en este mundo, sin excepción —le dije con tranquilidad, entrecerrando mi mirada con suavidad, no deshaciendo el abrazo en ningún momento. por alguna extraña razón se sentía bien—. Cuesta encontrarlo, pero al final se consigue. Es lo que sé, aunque yo no haya encontrado aún el mío, se podría decir que estoy como tú desde hace ya bastante tiempo, así que no hay que desanimarse, sólo tratar de adaptarse.

Spoiler:

Natsuno no comentó nada mientras hablaba. No sabría decir si era debido a que no tenía nada que decir, a que no quería interrumpirme, a que estaba demasiado sorprendido, o porque lo único que podía decir en ese momento eran palabras reprobatorias y prefería callarse para no hundirme más. Incluso, si buscaba alguna respuesta en su rostro o en su mirada, no encontraba nada que pudiera ayudarme a leer sus pensamientos y comprender qué clase de sentimientos le causaban mis palabras. Sin embargo, sin estar segura de si lo que estaba haciendo era correcto o no, o si la mejor opción seria simplemente callarme, seguí explicándole el porqué de mi cambio teniendo la ligera esperanza de que el apretón que me dedicaba con su mano indicaba que estaba a mi lado y que no sentía rechazo hacia alguien como yo.
Acallé cuando ya no tenía nada más que contar sobre mi condición ni sobre mis sentimientos. Sin embargo, de todas las posibilidades que podían haber ocurrido, esta era una de las que no me esperaba de ninguna de las maneras. Al principio, no entendí lo que estaba pasando puesto que hacia  ya mucho tiempo que nadie me abrazaba, ni tampoco sabía muy bien como reaccionar a dicha acción. Finalmente, cuando posó su mano en la cabeza fue el incentivo que causó que varias lágrimas cayeran de mis ojos sin yo poder remediarlo ni darme cuenta de ello al principio.
Escuche sus palabras en silencio. Si bien sonaban esperanzadoras, no sabía si realmente lo decía en serio creyendo que incluso alguien como yo tenía algún lugar al que pertenecer o simplemente quería calmarme de algún modo. Yo había renegado del cielo con tal de completar mi misión, pero incluso el infierno me repudiaba al haber matado a un demonio... Y en la Tierra... La Tierra no parecía ser mi lugar desde el principio... Había hecho amigos, pero todos ellos se desvanecían en algún momento al encontrar a alguien mejor... O quizás la culpable era yo que no sabía cuidar las amistades porque básicamente creía que mi estancia aquí era pasajera...

–¿Tú por qué no tienes tu lugar? ¿Por qué consideras que no encajas aún? –le pregunté secándome las lágrimas–. ¿Por qué la gente se traiciona mutuamente? ¿Por qué la gente tiene la mala manía de abandonarse unos a otros o traicionarse?

Me di cuenta que, primero de todo, había preguntado algo demasiado personal y, segundo, estaba hablando demasiado y planteando preguntas que estaban claramente fuera de lugar. Quizás no era lo normal que la gente se traicionara mutuamente, quizás era la única en mis especie porque era un desastre de persona y no sabía tratar con los demás, o no quería hacerlo. Era demasiado complicado porque no tenía conocimientos de las demás relaciones humanas.

–Disculpa la palabrería –dije separándome de él deshaciendo así el abrazo, pues quizás era demasiado fuera de lugar–. No quería incomodarte con mis preguntas.