Yue ID}

Es un joven de media estatura. Mide aproximadamente metro setenta y cuatro. De cuerpo delgado y extremidades largas. No posee unos músculos muy marcados, sólo lo justo y necesario. Hombros no muy anchos para ser un hombre. Rostro fino y de barbilla puntiaguda, pero varonil de todas formas. Labios finos en los que la mayor parte del tiempo lleva una agradable e inocente sonrisa. Nariz respingona y pequeña. Más arriba, unos ojos verdes claros de pupila pequeña y rasgada adornan su rostro. Cabello liso y algo alborotado, de tonalidad gris.

Pasando a lo que normalmente viste, tenemos unos pantalones oscuros, una camisa blanca de manga corta y una bufanda roja rodeándole el cuello vagamente. Una máscara de zorro descansa sobre un lado de su cabeza, teniendo como costumbre tocarla en determinadas ocasiones. De vez en cuando oculta su rostro bajo esa máscara. Siempre la lleva encima. Posee unas grandes alas de plumaje oscuro, casi como el carbón, brillantes y relucientes.

Normalmente se le puede ver acompañado de un pequeño espíritu de un zorro negro que descansa sobre sus hombros. Este pequeño suele ayudarle cuando está desorientado o no entiende algo, aunque claro, intenta no hablar demasiado para no asustar a los demás. Su nombre es Kurogitsune.

Es un chico amable, muy confiado y ciertamente despreocupado ante la vida. No ha visto mundo, por lo que es muy fácil de engañar. Es ingenuo, no conoce absolutamente nada del mundo humano, ya que siempre ha estado encerrado en un templo. Debido a esto, es normal que haga preguntas obvias para otra persona, pero casi siempre trata de descubrirlo por él mismo. Risueño y nada tímido. Tiene sentido del humor y para él nunca está mal hacer alguna que otra broma para romper el hielo. Un detalle que cabe destacar es que, la mayor parte del tiempo está somnoliento y bostezando a todas horas.

Se suele llevar bien con todo el mundo, no es un chico que guarde rencor a una persona por una tontería. Es testarudo, si él dice algo tiene que ser eso, no hay forma de llevarle la contraria. Se preocupa mucho por los demás, no le agrada ver a nadie pasándolo mal. Si alguien está triste tratarás por todos los medios de animarla sea como sea. Es muy educado. Pero cuando lo molesten en demasía no dudará en decírtelo, eso sí, de la forma más sutil posible, para no hacer daño a esa persona. No es de llorar ni de montar una escena.

Tiene un pésimo sentido de la orientación, se pierde con mucha facilidad, apareciendo en los lugares más insospechados. No es muy animado en cuanto a deporte, prefiere estar tranquilo, dar un paseo por la ciudad y demás. Tampoco se altera mucho, es demasiado amable como para enfadarse con alguien, salvo cuando son desagradables con él. En casos extremos, como por ejemplo, ser agredido física o psicológicamente, el lado más malvado de Yue sale a la luz, volviéndose alguien que no conoce el remordimiento. Su mente sufre una laguna mental que le impide recordar lo sucedido, como si otra persona controlase su mente y su cuerpo.

En el terreno amoroso no es alguien que se enamore con facilidad, es más, no conoce la definición de amor y no sabe qué se siente cuando uno se enamora de alguien. Es inocente, mas no se suele sonrojar por lo que le digan, más que nada porque no entiende absolutamente nada. Desconoce por completo las costumbres del mundo humano. Sin embargo, cuando son muy directos con él en el sentido amoroso, se sonrojará sin poder evitarlo, poniéndose nervioso y sin saber dónde meterse. Cuando se da cuenta de sus sentimientos es alguien cariñoso, que le gusta tener detalles con su pareja.

No se puede contar demasiado de este chico ya que ha estado toda su vida encerrado en un templo, siguiendo las enseñanzas de su maestra a rajatabla. Aunque de vez en cuando se escapaba del templo para investigar el mundo de los humanos, conocer sus costumbres y demás. Sin embargo, a pesar de todo, desconocía por completo esas costumbres, no entendía absolutamente nada de nada.  Una noche, habiéndole dicho que no saliera bajo ningún concepto, decidió escaparse y disfrutar de un pequeño festival que se celebraba en la ciudad. Lo disfrutó bastante, comió cosas que jamás había probado en el templo. En ese festival conoció a dos chicos, bastante extraños, la verdad, pero aún así le agradaban. Uno de ellos se llamaba Tsubaki. Quiso hacerse amigo de ellos, pero un guardián del templo lo atrapó y lo devolvió a éste. Allí fue castigado por escaparse, siendo encerrado por más tiempo en el templo, no pudiendo ver a esos chicos.

Se pasaba las horas completamente aburrido, sin nada de provecho que hacer salvo estar leyendo algún que otro libro. En toda su vida estuvo rodeado de seres sobrenaturales, siendo él uno de ellos, pero a diferencia de Yue, las demás criaturas eran mucho más poderosas que él. Nuestro joven era aún un niño y por eso lo tenían retenido en el templo, rezando por las almas a pesar de tratarse de un ser oscuro por esas alas oscuras como el carbón. De hecho, por esa razón se encontraba aislado en aquel santuario.

Al cabo de los años, por fin su castigo y su estancia en el templo sagrado se vieron anuladas por completo, convirtiéndose en un chico libre de hacer lo que le viniera en gana, siempre y cuando no hiciera daño a los demás. En todo momento estaba controlado por aquel pequeño espíritu de zorro que se encontraba sobre sus hombros. Al menos, así se controlaría más. Mas no porque fuera un chico problemático, nada de eso, simplemente que preferían mantenerlo en contacto en todo momento y controlar de que no se desmayara o se durmiera en cualquier lado.

Afortunadamente se encontró con aquellos dos chicos que conoció en el festival aquella noche. Se alegró tanto de encontrarlos que los abrazó como si se conocieran de toda la vida, de hecho, Yue sintió que los conocía de toda la vida, que se habían encontrado en algún momento de su vida. Quizás en una vida pasada.  Los chicos no hacían más que clasificarlo de raro por esa forma de actuar. Sin embargo, los tres se convirtieron en estupendos amigos, sintiéndose atraído por ambos, pero desconocía ese sentimiento, por lo que lo ignoró. Pensó que se sentía atraído por el mero hecho de ser amigos, sólo eso, no pensaba en sentimientos amorosos.

Un día. Una tarde de invierno, el joven Yue se encontraba sentado en lo alto de un tobogán, mirando al infinito con la máscara de zorro puesta sobre su rostro y sus enormes alas negras a la vista, como si estuviera a punto de levantar el vuelo. El chico se sorprendió, éste se llamaba Tsubaki. Yue recogió con suavidad sus alas y se retiró la máscara. Su rostro era diferente a como solía ser, una sonrisa maléfica estaba dibujada en su rostro y su camisa manchada de sangre. Unos metros más abajo, en la parte baja del tobogán, el cadáver de un niño.

“Tenía que alimentarme.”

Eso es lo único que dijo. Su mirada era completamente distinta a la de siempre. Pronto su rostro regresó a la normalidad, sus alas seguían a la vista y observó el cadáver del niño más abajo. Sin esperarlo el otro chico, profirió un desgarrador grito, llevándose las manos a la cabeza y echándose hacia atrás, provocando que cayese de espaldas al suelo. Tsubaki se acercó a él, viéndolo de llorar y lamentarse. Kurogitsune no estaba en ese momento con él.

“No le digas nada a nadie…” Mencionó con voz rota, derramando lágrimas.
“No quiero volver al templo…” Le pidió por favor, aferrándose a sus ropas.
“Tranquilo…” Le dijo Tsubaki

En ese momento se desmayó y fue llevado al hospital, habiendo escondido sus alas previamente. Le hicieron pruebas y fue cuando descubrieron que padecía de dextrocardia y narcolepsia. A partir de ese momento comprendió la causa de sus problemas respiratorios y de su extrema somnolencia por el día, amén de que se dormía de pie en cualquier esquina.

Pasaron los años y terminó manteniendo una relación con Tsubaki, el cual aceptó a pesar de lo que ocurrió. Todo muy extraño. Sin saber nada sobre el amor. Pero desafortunadamente se tuvieron que separar, las deidades del templo decidieron que Yue se convirtiera en un hombre de provecho, llevándolo a estudiar a Australia, a la prestigiosa academia Greenlight. Le resultó bastante duro separarse de ese joven, pero no tuvo otro remedio, las deidades eran las que mandaban en su vida.

—Padece de narcolepsia y también de dextrocardia, es decir, el corazón al lado derecho del tórax, provocándole problemas respiratorios.

—Le gustan los animales pequeños, los dulces y los molinillos de colores. Otra cosa que le gusta son los espacios abiertos. Tiene especial fijación por los chicos rubios y de cabello negro. Adora la música. Le agradan las flores. Le gusta cantar y darse baños en el lago a la luz de la luna.

—No le gusta estar encerrado, le recuerda a cuando estuvo encerrado en el templo. Tampoco le agrada que le toquen demasiado las alas. Se pone un tanto nervioso cuando está rodeado de muchas personas.

—Sabe hablar varios idiomas, como lo son el alemán, francés, japonés y el inglés.

—Se alimenta de la energía de los demás, tal y como los íncubos, pero no necesita tanta con éstos, salvo en ciertas ocasiones, en las cuales pierde por completo el  control de su cuerpo y mente.

Habilidades y debilidades:

—Tiene la capacidad de controlar las sombras, no en una gran medida, sólo puede controlar la suya y la de algunos objetos de su alrededor. A veces también la sombra de otras personas, pero si es más de una, como por ejemplo cuatro, sólo puede controlar dos de ellas, y a duras penas. Debilidad: Evidentemente esta habilidad no tiene sentido si alguien usa sobre él un ataque de luz.

—Posee la capacidad de ver en la oscuridad de la noche, como los gatos. Pero sólo ve en blanco y negro. Debilidad: Las luces intensas lo ciegan y desorientan.

—Vuelo: Gracias a sus alas de plumaje negro es capaz de surcar los cielos. Debilidad: Debido a su precaria salud, no dura en el cielo ni un cuarto de hora. Cuando se pasa de ese tiempo comienza a asfixiarse, pudiéndose dar el caso de sufrir un episodio de narcolepsia y precipitarse hacia el suelo. De ninguna manera es capaz de transportar a alguien.